Dilma Rousseff en Brasil y José Mujica en Uruguay, son jefes de Estado que no ocultan su extracción de izquierda radical y que exponen propósitos de distribución de ingreso como forma de lograr una sociedad más igualitaria; pero ante el rebrote de precios, no dudan en salir al cruce con medidas contractivas.
Gobernantes latinoamericanos, de extracción marxista y con pasado guerrillero, no dudan en declararle en el siglo XXI la batalla a la inflación. Y para esa lucha, no apelan a controles de precios o a otras medidas de tipo dirigista con incidencia del Estado, sino que instruyen a los técnicos de sus equipos económicos para que se manejen con políticas ortodoxas. La visión monetaria de la inflación ha sido reivindicada por gobiernos de izquierda en Sudamérica.
Dilma Rousseff en Brasil y José Mujica en Uruguay, son jefes de Estado que no ocultan su extracción de izquierda radical y que exponen propósitos de distribución de ingreso como forma de lograr una sociedad más igualitaria; pero ante el rebrote de precios, no dudan en salir al cruce con medidas contractivas.
Incluso Rousseff en Brasil y Mujica en Uruguay acceden a enfriar sus economía para favorecer el freno al repunte de precios. En otros tiempos, la reacción de la izquierda latinoamericana respecto a la inflación era muy diferente. No les resultaba preocupante que la inflación estuviera en torno a 50% y la meta de una tasa anual de un solo dígito les parecía un capricho tecnócrata de economistas más inquietos por cuidar los equilibrios que por los verdaderos problemas de la gente.
También se decía que había que echar leña a la caldera del mercado interno, para activar la economía y en todo caso contribuir con gasto público, que si iba “bien dirigido”, más que gasto era inversión. Nunca podía haber preocupación por equilibrio fiscal y mucho menos por equilibrio monetario. Eso era mala palabra.
Ahora, los dos gobiernos están comprometidos con una política monetaria contractiva y en los últimos días anunciaron medidas de contención fiscal, para lograr consistencia de políticas y para favorecer el combate a la inflación. ¿Cuál es el ritmo de aumento de precios que tanto inquieta a gobiernos de izquierda? ¿Están por llegar a la hiperinflación? ¿Se acercan a cifras de tres dígitos? Nada de eso. Luchan para mantener la tasa de inflación en un nivel de un sólo dígito.
Inflación en Brasil
En Brasil han venido sin cumplir la meta fijada. Para 2010 había una pauta proyectada de 4,5%, con un piso de 2,5% y un techo de 6,5%. Ese año los precios al consumo aumentaron 5,91%, lo que mostró un aumento respecto al año anterior (había sido 4,31% en 2009) y además un alejamiento de la meta oficial, aunque manteniéndose entre los márgenes de desvíos.
Pero este 2011 comenzó con una tendencia alcista inquietante, con inflación de 0.83% en enero, de 0.80% en febrero y de 0.79% en marzo. De esa forma, la tasa anual móvil subió a 6,3%, muy cerca del techo de la banda y lejos de la meta oficial de 4,5%.
Pero más que la tasa de doce meses móviles, que en realidad es historia porque contempla datos desde abril del año pasado, que ya no están en línea con la presión inflacionaria actual, lo que importa es ver el nivel de precios de este año.
El trimestre dio una inflación de 2,44%, que de repetirse en los otros tres trimestres del año, arroja una tendencia de 10,12%.Por eso, se precisan acciones ya y contundentes, tanto para frenar el ritmo como para afectar positivamente la expectativas.
Inflación en Uruguay
En Uruguay, la inflación ha venido con igual presión. El año pasado cumplió ajustada la meta oficial que era con una franja de 5% a 7%: fue 6,93%. El equipo económico ha fijado para este año una meta de inflación con un piso de 4% y un techo de 6%.
Para cumplir con eso, es necesario que el aumento de precios al consumo de cada mes sea desde 0,33% (para el primer valor bajo) hasta 0.49% (para el porcentaje más alto). Dicho de otra forma, para cumplir con una inflación anual de 6% -y no más de eso- en cada mes no puede haber más aumento que 0,49%; y si lo hay, debe compensarse con algo menos en otro mes.
Pero la realidad es otra. Ya en diciembre del año pasado, el Índice de Precios al Consumo (IPC) aumentó 0,53%. Y en ese 2011, los aumentos de precios fueron de 1,25% en enero, 0,94% en febrero y 1,42% en marzo.
El trimestre dio una inflación de 3,65% por lo que sin pensar ya en la meta más baja (4% para todo el año), para llegar al objetivo de máxima inflación, que es 6%, el aumento de precios en cada mes no puede ser mayor a 0,25% (o si es más en uno, debe ser compensado en otro). Eso no está en los cálculos posibles.
Por lo tanto, el nuevo objetivo es que la inflación no vuelva a los dos dígitos, o sea que sea como máximo nueve y pico por ciento. El Índice de Confianza del Consumidor presenta bajas en los últimos registros y los uruguayos perciben que la inflación seguirá en alza.
Pero los consultores privados, en las proyecciones nuevas que están enviando a sus clientes, sostienen que eso tampoco es sencillo, aunque no arriesgan porcentajes mucho más altos. En la encuesta de abril, la media de los pronósticos dio 7,51%: los más optimistas dan una estimación de 6,4% y los pesimistas arrojan un máximo de 9,6%.
Ataque frontal, ortodoxo
“No voy a permitir que la inflación vuelva a Brasil”, dijo Rousseff al diario “Valor”. Fue contundente en asegurar que “no habrá negociación con la tasa de inflación”, y para eso no tuvo problemas en apelar a soluciones ortodoxas de política fiscal.”Vamos a contener el gasto del gobierno, estamos enfriando al máximo la expansión del gasto”, pero también “vamos a mantener la inversión alta”, medidas con las que el gobierno espera impulsar el crecimiento y contener la inflación, afirmó la mandataria.
La presidente de Brasil dijo que respeta la autonomía del Banco Central, que ha aumentado la tasa de interés de referencia para controlar la inflación, medidas de restricción monetaria que afecta a los productores nacionales. “Creo en un Banco Central extremadamente profesional y autónomo”, declaró Rousseff.
En Uruguay, el gobierno dio luz verde al equipo económico para un aumento de 100 puntos básicos de la tasa de política monetaria (de 6,5% a 7,5%), lo que tiró el precio del dólar más debajo de lo que ya estaba (el tipo de cambio estaba en $24 al inicio de 2009 y ahora ha caído a menos de $19).
El gobierno de Mujica ha transmitido que si es necesario subir más la tasa, así lo hará. Pero el jueves pasado, el jefe de Estado anunció restricciones fiscales para eliminar el déficit y llegar a un equilibrio. Mujica definió la “inflación” como “una anguila enjabonada” difícil de combatir, pero se comprometió a hacer lo necesario para enfrentarla. “No habrá inflación descontrolada”, aseguró.
Anunció un plan para lograr equilibrio fiscal y dijo que el gobierno soportará todas las “broncas” para poder defender los “intereses generales, porque la inflación es una lacra, una expropiación sobre todo a los más pobres que tienen ingresos congelados, como trabajadores jubilados”. “Hay que agarrarla ahora porque estamos en un nivel que la podemos controlar”, dijo Mujica.
Brasil y Uruguay son países que han modernizado su democracia, con rotación de partidos políticos en el poder, una izquierda que gobierna dejando al costado los planteos líricos de otras épocas y asumiendo responsabilidad de gestión.
La inflación tiene causas monetarias y los gobiernos de izquierda así lo comprenden, sin que les pese las cuestiones ideológicas. Y para que haya consistencia de la política monetaria con la fiscal, tampoco dudan en anunciar restricciones de gasto público. No ocurre esto en toda la región, pero esta actitud de dos gobiernos de izquierda, con presidentes que en los sesenta se embarcaron en guerrillas para impulsar revoluciones socialistas, marca un mojón histórico en la política latinoamericana.
Autor de Nota: Infolatam