Capitàn Roberto Mario Fiorito
En Abril de 1982, la Armada Argentina y sus armadores, convirtieron al Pesquero de Bandera Argentina “Narwal” de la Compañía Sudamericana de Pesca y Exportación” y otros pesqueros, en buques espía («Spyship» para los ingleses), posicionándolos en proximidades de la Zona de Exclusión impuesta unilateralmente por los ingleses alrededor de nuestras Islas Malvinas.
Tenían la tarea de vigilar los movimientos de la Flota Invasora, detectando con el radar de navegación los movimientos Británicos y así poder ubicar a la mayor flota de guerra formada por los ingleses desde la segunda guerra mundial, pasando mensajes de radio en clave, mientras hacían que pescaban, pero en realidad dedicados a tareas de inteligencia, dirigidos desde a bordo por un oficial de la Armada Argentina.
El “Narwal”, sin armas y en tareas de inteligencia, estaba tripulado por veinticuatro pescadores, su Capitán Dn. Asterio Wagatta, y un observador militar a bordo, el entonces Teniente de Navío Dn. Juan Carlos González Llanos.
El 09 de Mayo, mientras se encontraba navegando en Latitud 52º 45′ S y Longitud 58º 02′ O, fue atacado utilizando bombas y cañones por dos Aviones Sea Harrier Británicos, piloteados por los Ingleses Teniente de Navío Morgan y Capitán de Corbeta Batt.
Dos horas después del primer ataque, la tripulación no podía mantener al pesquero a flote e iniciado el abandono del barco ordenado por el Capitán Wagatta, los tripulantes se embarcaron en las balsas salvavidas autoinflables, donde fueron nuevamente ametrallados por los aviones Sea Harriers Ingleses, produciendo las destrucción de las balsas y nuevas heridas a los marineros argentinos.
Este ataque a una tripulación desarmada, tratando de rescatar a sus muertos y heridos y de no ahogarse en un mar congelado, fue absolutamente injustificado, desproporcionado y despiadado, se había atacado al indefenso, se habían dejado de lado todas las tradiciones de los hombres de mar, se habían desoído las recomendaciones de las Naciones Unidas y la Cruz Roja Internacional para el cuidado de los Heridos y los Prisioneros de Guerra, el deshonor había invadido la contienda en nuestro Atlántico Sur, una vez más Inglaterra abusaba de la fuerza pisoteando acuerdos básicos del derecho internacional.
Tiempo después, estando parte de su tripulación a bordo y parte en las balsas salvavidas restantes, el Narwal fue abordado y capturado por un grupo de Comandos llegados en un helicóptero Sea King ingles, piloteado por Capitan de Corbeta Pollok del Escuadrón Aeronaval 846 del Portaviones HMS “ Hermes”. El Narwal se hundió al día siguiente mientras era remolcado por los Ingleses como botín de guerra. Entre los prisioneros, veinticinco en total, uno falleció, y doce resultaron heridos.
La pérdida del Helicóptero Puma AE-505:
Al recibirse el pedido de auxilio del “Narwal”, pese a las pésimas condiciones meteorológicas reinantes y la existencia de buques y aviones ingleses en la zona, desde Malvinas se destacó para el rescate de la tripulación del pesquero al Helicóptero Puma AE-505, perteneciente al Batallón de Aviación de Combate 601 del Ejército Argentino, este se dirigía al lugar donde estaba hundiéndose el “Narwal” para rescatar a los sobrevivientes cuando fue abatido por un misil Sea Dart disparado desde el Destructor ingles HMS “Coventry”. Los restos del helicóptero y la tripulación no fueron encontrados ya que cayeron al océano en proximidades de la Isla de los Leones Marinos.
Al igual que los tripulantes del “Narwal”, los tripulantes del Helicóptero Puma del Ejercito Argentino fueron condecorados con la medalla «La Nación Argentina al Valor en Combate» (Post Mortem). Sus tripulantes eran, el Teniente 1º Roberto Mario Fiorito (Piloto), el Teniente 1º Juan Carlos Buschiazo (Copiloto) y el Sargento Raúl Dimotta (Mecánico
Subteniente Oscar Silva
No pertenecía a la Infantería de Marina, ante la avasallante superioridad de los Royal Marines, junto a su regimiento debieron replegarse, venía de combatir en Montes Harriet y Two Sisters.
Pudo replegarse hacia Puerto Argentino pero prefirió quedarse con algunos soldados y se incorporó para combatir en el lugar más duro del frente, en el oeste del Monte Tumbledwon y enfrentarse a dos batallones de la quinta Brigada del Ejército Británico.
En el frente se combatía encarnizadamente para mantener la línea de defensa, el enemigo había tropezado con una posición dura, de resistencia feroz, de fuego intenso.
«Subteniente se me trabó el FAP» grito el soldado, tomó su FAL y continúo disparando.
Siente que le quema el hombro, el dolor es profundo, no puede mover su brazo izquierdo, mira su mano y ve correr sangre; está herido.
El subteniente Silva al ver al soldado en esa condición, sale de su pozo de zorro y se zambulle donde está el herido, lo calma y le dice: «Ya vengo a buscarte, tranquilo soldado»
Destraba el FAP, y se lo alcanza a otro soldado quien nuevamente continua disparando, es el arma principal de la fracción, los ingleses atacan incesantemente las líneas defensoras.
El subteniente del Ejercito Argentino abandona nuevamente su posición y va en ayuda del herido, en el trayecto de un pozo a otro, ve que el soldado, a quien había dejado con el FAP cae muerto por el fuego enemigo.
Entre el fuego y el fragor de la lucha toma al herido y lo traslada sobre sus hombros, arrastrado, agazapado, a otra posición más segura, unos treinta metros detrás, diciéndole nuevamente, «soldado, tranquilo que ya lo vengo a buscar»
Con el FAL en las manos dispara y avanza a la línea de fuego, recupera el FAP, es fundamental para resistir, se acerca otro soldado quien también es herido, nuevamente su jefe lo arrastra como al primero y lo pone en un lugar seguro, mientras grita, da órdenes, viva su patria, infundiendo valor a sus hombres.
Regresa al frente, tomó nuevamente el FAP siguió disparando y gritando para conducir a algún hombre que aun quedaba.
La desproporción de tropas es tremenda, pero la resistencia argentina inscribió epopeyas en tinta de sangre.
Los ingleses intentaron una y otra vez romper la defensa desde la tarde del 13 y hasta la mañana del 14 de junio de 1982.
El heroísmo manifiesto de la resistencia ante la embestida invasora hizo que los británicos se replegaran más de una vez.
Allí estaba Oscar Augusto Silva, subteniente del Ejército Argentino, tenía 24 años y se iba a casar ese mismo año. Su voz firme y viril desgarraba su garganta al bramar: “…vamos soldados de hierro… ¡Viva la patria! …fuerza soldados de mi patria…» mil veces rugió mientras dirigía una y otra vez, mortal y certeramente el fuego de las armas defensoras de nuestra querida Argentina.
La lucha era terrible el fuego contra el fuego, el sol despuntaba en el horizonte cuando su fracción es sobrepasada por la masa de las fuerzas enemigas.
No retroceder jamás, la dignidad y la palabra empeñada de “no ceder”. Sintió que una lengua de fuego ardiente desgarraba su brazo, estaba herido, pero no era suficiente para quebrarle el ánimo, él era un soldado del Ejército Argentino.
Miró y vio que estaban siendo arrasados sobrepasados, tomó su fusil y colocó la bayoneta, ya había quedado sin municiones, y con fusil armado a la bayoneta emprendió su último combate cuerpo a cuerpo.
En un supremo esfuerzo saltó de su pozo y emprendió contra los invasores de su patria.
El frío viento de la mañana templó su rostro, el horizonte permitió al sol depositar en sus ojos el brillo de los héroes y fue un león rugiente, de frente, cara a cara y a la carga. He irónicamente los ingleses colonialistas no pudieron matar de frente a este león y lo abatieron a tiros por la espalda.
¡Murió matando! Defendiendo esa pequeña porción de terreno que representaba su Nación, su patria.
Subteniente Oscar Augusto Silva el privilegio de los héroes marcaron tu camino y usted valiente del Ejército Argentino dejó en el turbal malvinense el último hálito de vida cumpliendo con su deber de soldado.
Los Infantes de Marina recuerdan a aquel glorioso subteniente del Ejército que cayo combatiendo en la defensa del Monte Tumbledwon.
Teniente Roberto Estevez
Cuando el Teniente Estévez desarrollaba el Curso de Comandos en la Escuela de Infantería, durante el año 1982, durante el desarrollo de una exigente ejercitación propia de la especialidad, tuvo un paro cardíaco. El médico que lo atendió, no obstante declararlo muerto, continuó prodigándole los auxilios correspondientes; milagrosamente, reaccionó. En forma inmediata, sufre un segundo paro, del que vuelve a recuperarse. Fue enviado al Hospital en forma inmediata. Todos se quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, se presentó para continuar el curso.
Sin duda, el Señor prevé los mejores destinos para sus mejores hijos.
– «Señor Teniente Coronel, basado en mi propia experiencia, durante la Segunda Guerra Mundial en Italia, estimo que, por el potente fuego de artillería enemiga que se recibe más el cansancio de los soldados, será muy difícil sostener las líneas defensivas. Si Ud. me permite, creo que sería conveniente utilizar la Sección de Tiradores Especiales, del Teniente Roberto Estévez, a la que le reconozco un excelente espíritu para el combate.»
El Padre Santiago Mora, Capellán del Regimiento de Infantería 12, le hizo esta proposición al Jefe del Regimiento. El Teniente Estévez se encontraba asignado a esta Unidad. Además del ejercicio pastoral en la Guarnición Darwin-Goose Green, sus recuerdos y experiencias, de veterano de guerra en el Teatro de Operaciones Italia, lo impulsaron a realizar esta proposición, por la gravedad de la situación.
– «Gracias, Padre, lo pensaré; mis asesores también me dieron el mismo consejo; esta Reserva es lo último de que disponemos. »
Después de un rápido análisis con su Plana Mayor, adopta la urgente decisión.
-» Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección NO, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía «A», del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino»
Luego, lo despidió con un fuerte abrazo. La difícil y crítica situación no le permitió agregarle ningún otro tipo de detalle a la orden; además, tratándose de Estévez, eran innecesarios.
-«Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación. Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen» …así fue la rápida arenga de Estévez.
Finalmente, todos los integrantes de la fracción, escucharon la mejor y más hermosa orden que puede dar un Jefe: «Seguirme!». Pronto estarían inmersos en el combate.
-«Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza…» -diversas órdenes se entrecruzaban en medio del fragor y la ferocidad de la lucha; finalmente, se logra bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses.
-Cabo Castro, me hirieron en la pierna, pero no se preocupe, continuaré reglando el tiro de la artillería -gritó, sin titubear, el Teniente Estévez.
-Enfermero, ¡rápido, atienda al Teniente! -ordenó Castro, con un grito.
-Me pegaron de nuevo, esta vez en el hombro. Cabo Castro no abandone el equipo de comunicaciones y continúe dirigiendo el fuego de artillería…-fue su última orden; un certero impacto en la cara, quizás de un tirador especial, lo desplomó sin vida.
– «Soldados, el Teniente está muerto, me hago cargo» – gritó Castro y continuó con la misión ordenada, hasta que fue alcanzado por una ráfaga de proyectiles trazantes, que llegaron a quemar su cuerpo.»
-«Camaradas, me hago cargo del mando de la Sección, nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan» -el Soldado Fabricio Carrascul, llevado por el ejemplo heroico de sus Jefes que yacen inermes en el glorioso campo de la guerra, impartió con firmeza su primera orden.
-Los ingleses se repliegan, bien, los hemos detenido y los obligamos a retirarse. ¡Viva la Patria! -gritó con alegría, Carrascul, al ver la maniobra inglesa. En ese momento, un preciso disparo, quizás del mismo tirador especial que eliminó a sus Jefes, le quitó la vida.
Sin Jefes, agotadas las municiones y transportando sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Primera Sección de Tiradores Especiales se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con la Misión.
Coronel Argentino del Valle Larrabure
El sábado 10 de agosto de 1974 integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo coparon el motel “Pasatiempo” como paso previo al ataque a la fábrica militar ubicada a nueve cuadras del lugar. Varias parejas guerrilleras, llegadas con anterioridad, ya habían ocupado habitaciones del establecimiento, que en pocos minutos se convirtieron en cuartel general del operativo. Cuando una pareja en automóvil llegó al lugar pero se retiró porque al ver el edificio a oscuras supuso que estaba cerrado algunos de los guerrilleros que actuaban en el exterior comenzaron a disparar sin resultado contra el automóvil y ello provocó un operativo policial en la zona que hizo precipitar el ataque a la fábrica en tanto en el enfrentamiento fue muerto el cabo Marcelino Cuello de la policía provincial y hubo cuatro efectivos heridos.
Esa noche se realizaba una cena en el casino de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos a la cual asistía gran parte del personal que vivía en la fábrica, la mayoría civiles, incluyendo al mayor Larrabure y su esposa. Aproximadamente a la una de la mañana del domingo 11 el conscripto Mario Pettiggiani –estudiante de arquitectura- cortó con una pinza el cerco perimetral de la fábrica para permitir el ingreso de un comando compuesto por unos 70 integrantes del ERP, algunos de ellos mujeres, fuertemente armados. Luego de dominar a los efectivos de guardia, ocasión en que dispararon contra un centinela dejándolo hemipléjico en forma permanente, ingresaron en el Casino y preguntaron por el director de la fábrica –el teniente coronel Osvaldo Jorge Guardone que no se hallaba presente-, por el mayor Larrabure y por el capitán García, ingeniero químico, y al identificarse estos últimos los llevaron con ellos a los vehículos que les aguardaban. También intentaron capturar al director en su casa ubicada dentro del predio de la fábrica pero el mismo se defendió, mató a uno de los asaltantes y puso en fuga a los restantes.
Cuando eran llevados hacia un automóvil, el capitán García intentó fugarse y fue mal herido pero igualmente se lo subió a los vehículos junto a Larrabure abandonando el lugar. Más adelante García fue abandonado por los captores gravemente herido.
Inicialmente Larrabure permaneció cautivo en un lugar no identificado y el día 3 de noviembre de 1974 fue llevado al sitio donde permanecería hasta su muerte. La celda se hallaba bajo un local y vivienda ubicado en Garay y Bariloche de la ciudad de Rosario; allí funcionaba una mercería atendido por una mujer joven y en la vivienda habitaban, además, el esposo, su madre y dos hijos pequeños del matrimonio.
Había un catre y un retrete portátil y una celda contigua, ocupada sucesivamente por varios cautivos que luego reconocieron el lugar, a las que se llegaba a través del “placard” del dormitorio de la pareja. La única luz de las celdas provenía de un tubo fluorescente encendido o apagado a criterio de los carceleros.
Durante su prisión la familia recibió en su casa siete cartas de Larrabure que a su vez respondían por medio de solicitadas en distintos diarios, que Larrabure leía cuando los captores así lo decidían. Enviaba mensajes de esperanza y de amor a su familia, e instaba al perdón y la fe, en papeles en cuyo margen izquierdo resaltaba el membrete de la organización guerrillera. El 18 de junio le llegó a la familia como prueba de vida una foto en cual se observaba el estado de extrema delgadez del militar y el 12 de julio llegó la última carta.
En determinado momento, Larrabure comenzó a escribir su diario donde detalló su vida en cautiverio hasta el 3 de enero de 1975 en que se interrumpe. En 1977 la revista Gente se lo compró a un guerrillero, para publicarlo.
Pocos días después del hecho los guerrilleros pidieron la libertad de cinco de sus integrantes presos a cambio de Larrabure pero el gobierno mantuvo la política que había seguido hasta entonces de no negociar. Según escribió en el diario los guerrilleros pretendían que el militar colaborara con ellos aprovechando sus conocimientos técnicos y militares a cambio de conservar su vida
Luego de 372 días de cautiverio Larrabure es asesinado el 19 de agosto de 1975 – fecha ratificada por el ERP en un comunicado -, y el 23 de agosto de 1975 apareció su cadáver en un despoblado, casi frente a la abandonada estación El Gaucho, del Ferrocarril Belgrano, envuelto en una sábana y una frazada.
Capitán Héctor Cáceres
El combate de Pueblo Viejo (Pcia de Tucumàn durante el Operativo Independencia) tuvo lugar entre la autodenominada «Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez» perteneciente al E.R.P., unos 80 guerrilleros o más y un Equipo de combate del Grupo de Artillería de Montaña 5 al mando del Capitán J.T. Agregados al Equipo de combate iba un grupo del Regimiento de Infantería de Monte 28, Cáceres y yo. En total unos 60 hombres.
Nosotros volvíamos de un reconocimiento marchando de oeste a este. La «Compañía de Monte» lo hacía de norte a sur. Su intención era irse de la zona de operaciones a fin de que el ejército cayera en el vacío. Lograron ese objetivo, probablemente en los días posteriores al enfrentamiento, pero como el ejército no se fue de la zona y la subversión no podía abandonar todo el trabajo que habían hecho durante casi un año, al tiempo volvieron. El combate fue tan sorpresivo para ambas partes que durante mucho tiempo el ejército creyó que los subversivos nos habían emboscado y a su vez los subversivos creyeron que nosotros los habíamos emboscado a ellos. En un momento del enfrentamiento «La Compañía de Monte» inició el repliegue a fin de no quedar aferrada y mantener la libertad de acción. Por esa razón y porque se avanzaba en columna de a uno por las características del terreno, algunos hombres no alcanzaron a empeñarse.
Fui herido en la primera parte del combate cuando chocaron las puntas de infantería. Grité: ¡Cáceres estoy herido! Creí que sería rescatado cuando nuestro avance progresara. Pero no, Cáceres vino directamente hacia donde yo estaba en un pequeño claro de monte. A mi no me tiraban seguramente pensando: para que vamos a delatar la posición tirándole a uno caído. En cambio a Cáceres, cuando se tiró cuerpo a tierra a mi lado, le dispararon desde unos 20 o 30 metros y lo mataron.
No dijo nada al morir; no necesitaba decir nada, su acción lo había dicho todo.
(relato del Tcnl (R) Rodolfo Richter , Héroe del mismo Combate, herido gravemente en el mismo)
Teniente Coronel Horacio Fernandez Cutiellos
La calurosa mañana del 23 de enero de 1989, Argentina madrugó con la peor noticia. Un grupo de terroristas argentinos, paraguayos, nicaragüenses y cubanos, comandado por Enrique Gorriarán Merlo, y autodenominado Movimiento Todos por la Patria, tomó por asalto a sangre y fuego el Regimiento 3 de infantería mecanizada de La Tablada. Dos días de intensos combates y más de 40 muertos. Otra vez la guerrilla.
Gonzalo Fernández Cutiellos nos recibió amablemente en su casa para hablar de aquél día. Es hermano del Mayor Horacio Fernández Cutiellos, por entonces segundo jefe del cuartel, quien aquél 23 enero de 1989 murió defendiendo la democracia.
¿Dónde estabas áquel 23 de enero?
Yo volvía de vacaciones, y recuerdo que me enteré por la radio. Fui directamente a mi Regimiento, en aquél entonces era militar en actividad.
Mi regimiento era el 7 de infantería mecanizado en La Plata. Llegué temprano y me alisté para entrar en combate, pero ya un elemento del Regimiento había salido temprano. Era fines de enero, el 70 % del regimiento de vacaciones, y la reserva de guardia habían tomado 3 vehículos y se habían ido ya para Tablada. De hecho, los tanques que se ven en las imágenes por televisión entrando al Regimiento pasando por sobre el Renault 12 de los terroristas, son del 7 de Infantería. Yo me quedo alistado, y a media mañana me entero que mi hermano estaba herido. Llamé enseguida a casa de mi madre, y ella me da la peor noticia: “Ya nos avisaron que murió”. Mi hermano hacía un mes que había llegado desde Río Gallegos y de hecho, su familia aún no se había instalado en Buenos Aires.
Tenía 37 años, era Mayor de infantería, y el primer segundo jefe de su promoción.
¿Pudiste saber cómo murió?
Mi hermano se había levantado a las 6 de la mañana, esto me lo contaron los soldados. Se vistió con ropas de combate, como todas la mañanas, se puso unas alpargatas y se fue a afeitar. Los primeros tiros y los gritos desde la guardia, lo ponen en alerta. Los terroristas entran derribando el portón con un camión con el que aplastan al primer solado de guardia. Atrás venía un Renault 12 desde donde fusilan al soldado Tadeo Taddia que estaba barriendo la galería de la guardia, desarmado.
Mi hermano se pone a tirar contra los terroristas que entran al cuartel. El estaba en el edificio de la Plana Mayor, de frente a la guardia a unos 50 metros. Se parapeta sobre una puerta pesada de hierro y, para no comprometer al soldado que tenía de ayudante, le da un cajón con municiones y lo pone a cargar cargadores. Mi hermano tiraba, y el soldado cargaba y se tiraban los cargadores por el suelo. Gracias a eso, mi hermano pudo resistir siempre. Él combate desde las 6 y cuarto de la mañana, hasta casi las nueve, nueve y media de la mañana. Luego que los terroristas tomaron la guardia, donde hicieron estragos, se van metiendo dentro del cuartel, Horacio se queda sin blanco. Ya habían pasado las 9 de la mañana.
Entonces sale a la galería y se pone detrás de una columna, y desde ahí, con mejor ángulo comienza a tirar nuevamente contra la guardia. Pero no ve que atrás del edificio de la Plana Mayor estaba uno de los jefes terroristas escondido.
Era “Farfán”, un ex miembro del ERP que había estado varios años preso en los 70, y después llegó a un alto cargo político combatiendo en Nicaragua.
Ya el combate se había generalizado. Farfán (Roberto Sánchez) escucha el fuego, lo ve, y le tira por la espalda con un fusil. El tiro a mi hermano le entra por el omóplato y le sale por abajo del hombro. Ese tiro no lo mata, pero lo deja fuera de combate. Fue el único tiro que pudo tirarle a mi hermano, porque inmediatamente lo matan los soldados de la compañía de servicio que estaban en un balcón. Horacio queda como en shock unos minutos, se recupera, y arrastrándose logra llegar nuevamente a la puerta de entrada a su oficina. Se detiene en marco de la puerta, y en ese momento, desde la guardia le tiran durante varios minutos sin parar.
Horacio no obstante logra meterse en la oficina, y cuando ya estaba un metro adentro, recibe un tiro en la unión de las clavículas, arriba del esternón, que le atraviesa la tráquea, le rompe la médula espinal y le sale a la altura del hombro izquierdo. Y cae muerto. Mirá, hace mucho que no cuento en público esta historia, y ahora que la cuento recuerdo que muchas veces hablamos de la muerte con mi hermano. De hecho, los dos estábamos preparados para eso. Y tengo la tranquilidad de saber que Horacio murió como hubiese soñado. Había ido a misa la noche anterior y había comulgado. Y murió defendiendo a su Patria, de los enemigos de siempre.
Una hora después de empezado el combate, le dijo a su jefe por teléfono: “Yo voy a morir defendiendo el cuartel, ustedes recupérenlo”. Y así fue.
(relato de Gonzalo Fernández Cutiellos, hermano del Hèroe)
—
Donde no hay justicia es peligroso tener razón, ya que los imbéciles son mayoría. (Quevedo)
—