
Desde la época de nuestros abuelos, los proyectos inalcanzables o las esperanzas remotas de ser algo en la vida, solían coronarse con la frase “es el sueño del pibe” y está claro que en el gobierno nacional, alguien sueña con hacer realidad el difícil trabajo de reeditar la epopeya de Néstor, usando como sucedáneo a su hijo. Y el hijo sueña…(Por: Rubén Lasagno)
Difícil trago para el FPV, asumir esta extraña derrota, aún sosteniendo con hilos la mayoría parlamentaria. A nivel nacional, con solo ver la postal patética con rostros desencajados, molestos e incómodos que obligó el gobierno a mostrar bajo la batuta de Amado Boudou, en un acto visiblemente fingido y sin la épica K, se puede entender el duro golpe sufrido por el poder político que hasta el 2011 era hegemónico y casi monolítico.
Si bien, prácticamente en el mismo momento de la muerte de Néstor, comenzó a desmoronarse la verticalidad, en este instante y con la presidenta fuera de juego, bajo la representación nefasta de Boudou, con quien la mayoría evita la foto y la aparición imprevista de un capta voto como Sergio Masa, el kirchnerismo está licuado en sí mismo y busca reeditar el poder. Para ello (creen) deben reinstalar el apellido, pues a partir de allí, suponen que podrán unir las partes y hacerle creer a la gente que los herederos naturales de Néstor, siguen manteniendo la llama votiva de la épica K.
Y aquí aparece lo que hemos denominado “el sueño del pibe”, esta suerte de amague del hijo presidencial, de dejar a buen entendedor sus pocas palabras, cuando ante la pregunta de “si iba a jugar en política”, aún queriendo decir “sí”, dijo no poder hacer “futurología”, una expresión correlativa con un “puede ser, no se, tal vez, es probable”… una respuesta tan naif como su nueva y más estilizada figura, trabajada con el propósito de quebrar la ya instalada imagen del gordito de grandes asentaderas, entrenadas y desarrolladas por largas horas de movimientos vivos en la Play 3.
La idea del FPV es, sin dudas, reconstruir poder a nivel nacional y a nivel provincial. A nivel nacional está Cristina, pero su salud no le permite cumplir con las obligaciones mínimas que le demanda la gestión, mucho menos podrá enfrentar una cruda campaña para reimplantar el poder hegemónico que perdió en estos últimos tres años. Alicia no marca y el único que puede “dar batalla” para que no se pierda el nombre insignia, es Máximo.
A nivel nacional a Máximo lo han presentado como “el armador”, “el constructor” y el “coordinador” de las estrategias de su madre en ausencia e inclusive se le asignó un estatus de “consejero” y dirigente de la juventud maravillosa, que sin ser tan jóvenes ni tan maravillosa, avanzó sobre el Estado exprimiéndole sueldos bacanes, llevando el nombre de alguien a quien Domingo Perón ninguneó, usó y tiró, como corresponde, en el ámbito de la política sin escrúpulos.
Pero la realidad es que Máximo no maneja nada. Se podría decir que a partir de la enfermedad de su madre, emerge como signo de la desesperación que tiene el entorno presidencial por aferrarse a una esperanza, ya que ven cómo se agotan rápidamente los tiempos y el recambio, en el 2015, se hace irreversible.
El otro panorama, más factible para el poder K, es replegarse a la provincia de Santa Cruz y resistir aquí los próximos 4 años. Construyendo poder desde Santa Cruz (siempre que la puedan gobernar, claro está) y propiciando el armado para volver a la pelea de las grandes ligas en el 2019. Para eso, primero, deben ganarle a Eduardo Costa y antes que nada, tener un candidato y algo que es inevitable: convencer a Peralta de que no le divida el Peronismo
En ese caso y ante la falta de un candidato potable, hay un sector interno del FPV que piensa y repiensa en proponer como modelo de continuidad, al hijo del padre. Lo que parece loco, no es tan loco, si uno aprecia la carencia de representatividad que hay dentro del oficialismo.
Probablemente, en estas elecciones que se liquidaron ayer en nuestra provincia, el FPV habría conseguido la misma cantidad de votos (25% o más), si hubiera colocado como candidato a cualquier otro compañero de militancia de Mauricio Gómez. Indudablemente, no fue la imagen del candidato quien concitó los sufragios, sino que, en esta oportunidad, traccionó la memoria colectiva, el agradecimiento de un sector a Néstor y en el caso de la cuenca carbonífera, la necesidad de seguir con “el modelo” a instancia de las inversiones que hacen allí el gobierno nacional y los altos sueldos que paga la principal empresa estatal (YCRT), cuyo destino, de no ser con la continuidad del krichnerismo, comienza a ser errático.
En el caso de El Calafate, indudablemente que los habitantes de la villa votaron a Javier Belloni, el hombre fuerte de allí y el único intendente que está por sobre la media del poder de sus pares en la provincia. Belloni tiene el plus de gestionar en la ciudad de Cristina y Néstor y lleva adelante una política partidaria similar a la que desarrollaba el ex presidente cuando era gobernador en Santa Cruz. Presiona, opera, maneja militancia rentada, coopta la prensa, la somete, amenaza al empleado que no va los actos y destruye a todo aquel que no le responde, pero cuida los detalles que más se ven, aquellos puntos que le pueden quitar o sumar votos a su gestión. De ahí que luego del resultado final, se cuidara de no mencionar que quien ganó fue Gómez Bull, sino (dijo ) “Yo creo que El Calafate se ha portado muy bien, que ha honrado la memoria del compañero Néstor y de Cristina. Una forma de reconocer todo lo que él hizo, de reconocerlo acá más que en ningún otro lado, que fue el lugar donde él dejó su vida, con esta elección y este resultado”. De Gómez Bull, ni hablar.
Por todo lo expresado, está claro que hay una corriente del opinión interna dentro del FPV, la cual cree necesario imponer el apellido Kirchner para refundar el poder en Santa Cruz. Sin embargo, no siempre querer es poder, expresa el dicho popular y nunca mejor aplicado a este caso, donde, al voluntarismo, se le opone la decisión de los votantes y es allí donde la verdad se revela.
Ciertamente, cualquiera puede ser el armado que hagan, pero la decisión final es del pueblo y a la vista de los últimos dos resultados electorales, está más que claro que el 70% de la gente que vota en Santa Cruz, no aprueba la política del FPV y el 50% la del Peronismo en su conjunto. Siendo esto así, no les alcanzará con armar un ídolo de barro mostrando como chapa su ADN; sino que hará falta algo más tangible partiendo de la propia capacidad y conciencia del “candidato”, si es que todavía sueña con hacer realidad el “sueño del pibe”, que alguna vez abrazó su padre. (Agencia OPI Santa Cruz)