Ambientalistas y expertos advierten sobre el riesgo ambiental en los puertos de Escobar y Bahía Blanca, donde se encuentran los barcos regasificadores que transforman el gas natural licuado.
Argentina consiguió por última vez, en el año 1985 (antes se había logrado durante el gobierno de Arturo Frondizi), el pleno autoabastecimiento en materia energética. Hoy, 27 años después, a causa de las políticas implementadas a partir de los años ‘90 y continuadas hasta la actualidad, la Nación necesita importar cantidades exorbitantes de gas para abastecer el desarrollo del aparato productivo y el consumo interno.
En este marco, los gobiernos de los Kirchner, lejos de revertir la situación, han instalado mecanismos de importación de gas que implican un enorme riesgo ambiental para las poblaciones aledañas a Bahía Blanca y Escobar.
A partir de 2008 se inauguró el primer puerto regasificador en Ingeniero White -en Bahía Blanca-, y en junio del año pasado Cristina Kirchner encabezó el acto de apertura del segundo puerto de esas características, ubicado en Escobar. En ambos se encuentra un barco regasificador apostado durante las 24 horas del día transformando gas natural licuado (GNL) a estado gaseoso para inyectarlo en la red argentina.
Félix Herrero, referente a nivel nacional en materia de energía y exdirector de Yacyretá, advirtió: “La situación de riesgo ambiental es que las tomas de incorporación de gas natural en el mundo se hacen a tres o cuatro kilómetros de los puertos ya establecidos o de las poblaciones. Pero en Escobar se están haciendo al lado de una población muy importante, y en Bahía Blanca, cerca del polo industrial”.
El peligro del gas natural licuado
El GNL es una mezcla de distintos hidrocarburos con mayor proporción de metano, y se encuentra enfriado a 161 grados bajo cero para cambiar su estado a líquido, lo que reduce 600 veces el volumen del gas. De esta forma, con un solo barco con GNL se reemplazan 600 barcos de la misma carga en estado gaseoso; pero por otro lado, esta conversión trae consigo una altísima concentración de energía, que se vuelve altamente inflamable y peligrosa.
La terminal portuaria de Escobar está ubicada a 48 kilómetros al norte de la ciudad de Buenos Aires, y a tan sólo 400 kilómetros de donde ya existen zonas habitadas. En caso de que ocurriera un accidente, la explosión podría abarcar cuatro mil hectáreas, afectando los municipios de Tigre, San Fernando, San Isidro, Escobar, e incluso Capital Federal.
Organizaciones ambientales han denunciado penalmente el incumplimiento de las medidas internacionalmente establecidas para la ubicación de este tipo de puertos, advirtiendo que no deberían estar localizados a orillas del Paraná, la vía navegable principal del comercio internacional en el país, por donde pasan 5.000 barcos por año.
Por otra parte, el peligro no es sólo la posibilidad de incendio, explosión o derrame de combustible. El paso del gas licuado al gaseoso implica la utilización de 500 millones de litros de agua. La gravedad es que luego esta agua es devuelta al ecosistema diez grados más fría y con cloro, haciendo peligrar seriamente la flora y la fauna del lugar.
Los riesgos no terminan ahí: bajo la zona donde está ubicado el puerto de Escobar se ubican los acuíferos Pampeano y Puelche, que podrían verse afectados por la presencia de mercurio, contaminando reservorios de agua dulce indispensables para la región.
Existen otras alternativas
“En Escobar nosotros estamos proponiendo construir una planta regasificadora en el puerto, un edificio de concreto”, aseguró Félix Herrero sobre una iniciativa elaborada por Proyecto Sur para buscar una alternativa más segura que el paso de combustible del barco metanero al barco regasificador, la forma elegida por el Gobierno para importar el gas.
Además, existen otras alternativas, como plataformas marítimas de regasificación o, como propone Gustavo Callejas, “importar desde Chile a través de los nueve gasoductos que se construyeron”.
A nivel internacional, hubo dos graves antecedentes de explosiones por GNL. El primero fue en 1944 en Cleveland, Estados Unidos: un derrame que derivó en un incendio terminó con 131 muertos, 225 heridos, y comercios y residencias devastadas en aproximadamente 160 hectáreas alrededor. Cabe destacar que un barco metanero en la actualidad transporta 25 veces más combustible que en ese entonces.
El otro siniestro fue en 2004 en Argelia, también producto de un derrame, y su explosión causó 27 muertos, 12 desaparecidos y 74 heridos.
Además, cabe recordar que en los últimos diez años han ocurrido tres accidentes graves entre barcos en el Paraná de las Palmas: en diciembre de 2002, diciembre de 2005 y mayo de 2010.
Una política energética desacertada
En diálogo con Hoy, Gustavo Callejas, exsubsecretario de Energía de la Nación, hizo referencia al hecho de que Argentina hoy importa el 20% del gas que utiliza. “Estas importaciones son producto de la pérdida del autoabastecimiento y esto deriva del sistema energético implantado por Carlos Menem y profundizado por Néstor Kirchner. Entonces, el mercado reemplazó al Estado, desapareció YPF, desapareció la política de combustibles a nivel nacional y la empezaron a manejar las provincias que están sujetas a los manejos de las multinacionales del petróleo”, aseguró Callejas, y agregó luego: “Estas multinacionales son las que vaciaron exportando a troche y moche el gas, sin que el país tuviera reservas suficientes”.
EN FOCO
Un Gobierno sin reservas que se agota en sí mismo
El trecho que separa lo que dice el discurso de los hechos concretos del Gobierno nacional es cada vez más amplio. Y realmente aterra la forma en que, por un lado, la señora Presidenta declama a viva voz que supuestamente arriesga su físico para defender a los argentinos cuando, por el otro lado, permite que se ponga en serio riesgo a comunidades enteras, ya sea por los negociados de la megaminería a cielo abierto o por la importación de gas mediante buques que utilizan un precario -y peligroso- sistema de distribución.
Todo este tipo de situaciones que se están presentando hacen ver que, en realidad, el verdadero poder en la Argentina no lo tiene la Presidenta. Ese lugar es ocupado por grandes intereses y capitales transnacionales, que desde las sombras, y con el amparo del Gobierno nacional, están saqueando a pasos acelerados nuestro país.
Estos intereses, que suelen mover los hilos de las decisiones gubernamentales, son lo que se están llevando el oro, los que se están quedando con grandes extensiones de tierra en lugares estratégicos y, seguramente, dentro de poco también buscarán apropiarse del agua.
La Argentina se está convirtiendo en un territorio sin autonomía, sin defensas para proteger sus recursos naturales, los cuales, ante la crisis a escala mundial que está haciendo mutar al sistema capitalista, cada vez serán más codiciados.
Para que un país como el nuestro pueda tener y ejercer soberanía, necesariamente deben existir equipos de gobierno que cuenten con una importante cantidad de materia gris, con cuadros técnicos especializados en las distintas áreas estratégicas que conforman un Estado. Y, en ese sentido, la administración kirchnerista va por el camino contrario, al ser un gobierno cuyas decisiones se toman en una mesa cada vez más chica, donde sólo se sienta la primera mandataria, algunos integrantes de su familia y un grupo muy reducido de colaboradores, mientras que el resto de los funcionarios de primera y segunda líneas son meros obsecuentes.
Hace casi nueve años que el kirchnerismo está en el poder, el mismo tiempo que duró la dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón, y no pudo -o mejor dicho, no quiso- solucionar ninguno de los graves problemas estructurales de nuestra economía y del sistema productivo. El problema del gas, que debe ser importado dado que las reservas apenas alcanzarían para ocho años, es una clara muestra de ello. Y más cuando existen indicios de que habría grandes yacimientos ocultos en nuestro territorio, que podrían ser descubiertos en caso de que hubiera un plan estratégico que apuntara a que nuestro país tenga autoabastecimiento energético.
La transformación que hizo Perón en sus dos primeras presidencias no la habría logrado si no hubiese contado con mentes lúcidas, expertos e intelectuales comprometidos con la causa nacional, que confluyeron desde distintos espacios y se integraron al movimiento político que, incluso, trascendió al propio Perón después de su muerte.
Algo similar ocurrió durante el breve gobierno de Arturo Frondizi, quien, gracias a los planes elaborados por los expertos que lo acompañaban en distintas áreas, logró que nuestro país tuviese autoabastecimiento energético.
El kirchnerismo, en cambio, va camino a agotarse en sí mismo. Su existencia depende, exclusivamente, de estar en el poder, una tarea que se vio facilitada por el viento de cola internacional que, desde la salida de la convertibilidad, fue en dirección a los productos sin valor agregado que exporta nuestro país. El viento, ahora, comenzó a soplar en otra dirección, las arcas se están secando y la Constitución, mal que les pese a los ultra K, le pone una inamovible fecha de vencimiento al Gobierno.
diariohoy.net