La crisis de las economías regionales y las restricciones para comprar, ahorrar y operar en moneda extranjera. El sector productivo reclama por políticas diferenciadas y la pérdida de competitividad. Daniel Rada, Jorge Sansone, Alejandro Trapé y Daniel Garro analizan lo que está pasando. Apuntes entre tanto desconcierto.
Las economías regionales reclaman a gritos por la competitividad perdida, fruto de una alta y sostenida inflación interna y tipo de cambio estancado. El cepo al dólar y el desdoblamiento cambiario dejan en evidencia, también, que nadie cree en un billete verde a $4,67. El dólar y tu economía doméstica. En medio de todo esto, el Gobierno insiste en seguir como hasta ahora y en sumar cada vez más controles al uso de moneda extranjera para evitar la fuga de capitales en tipos de desaceleración de la economía y alta inflación.
MDZ Dinero consultó a economistas referentes del sector empresario, productivo, académico y privado sobre si la devaluación en el actual contexto es o no una salida para las economías regionales y para descomprimir el cepo cambiario. Y ahí no más también se los consultó sobre por qué consideran que el Gobierno avanza por la actual senda. Explicaciones en primera persona:
Daniel Rada, economista.
Daniel Rada
Economista. Observatorio Vitivinícola de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar).
Creo que a partir del primer trimestre del 2010 cambió la estructura del modelo económico afectado tanto por elementos externos como internos. El modelo de superávit externo basado en un tipo de cambio subvaluado, acompañado del superávit fiscal explicado por una política fiscal expansiva sustentada en una inflación controlada, se tornó insostenible en un contexto complejo de la economía internacional.
Hoy, el foco de la política económica parece estar centrado en controlar la inflación y, siendo el tipo de cambio nominal un factor que incide por distintas vías en esta variable, la devaluación del peso a un mayor ritmo no parece ser un escenario posible. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el nivel de reservas internacionales (del Banco Central) es importante y los compromisos (pago de deuda pública) en dólares para el 2013 son menores que durante 2012, con lo cual la acumulación de divisas tampoco aparece como un objetivo de política determinante.
Por otra parte, la evolución del gasto público y el déficit fiscal que comienzan a presentar las cuentas nacionales, tiene como contracara un financiamiento sesgado a la emisión más que al endeudamiento, con lo cual el crecimiento de la cantidad de dinero en la economía, solo admite una vía si se pretende mantener la inflación controlada. Esta situación refuerza el escenario de tipo de cambio con un ritmo bajo de devaluación ya que si se devaluara significativamente, el superávit comercial requeriría compra de divisas y eventualmente crecimiento de la cantidad de dinero con las consecuentes presiones inflacionarias.
Daniel Garro, economista.
Daniel Garro
Economista y consultor de Estudio Valor www.estudiovalor.com
La situación económica es complicada para lo que resta del 2012 y el 2013, porque se terminó el colchón cambiario, no se pueden seguir sosteniendo los subsidios que hay en toda la economía, y la tasa de inversión disminuye. En síntesis, se terminó la ficción y llegó la realidad. De ahora en más, de forma más lenta o más rápida, los precios de la economía se irán ajustando cada vez más hacia arriba, dejando en el camino muchas empresas que se crearon gracias a una estructura de costos ficticiamente baja desde el 2003 hasta el 2008 y el viento de cola internacional por altos precios de los granos (soja). Hubo un respiro en el 2010, pero en el 2011 comenzó en marzo/abril la desaceleración que hoy es casi recesión.
Las medidas de octubre del 2011 y febrero del 2012 (cepo al dólar) lo que hicieron es acelerar algo que ya venía mostrando la economía.
La devaluación no arregla el problema de largo plazo que es inversión genuina nula, sobre todo en infraestructura y servicios públicos (gas, agua, energía, etc.). Se van a necesitar muchos años de estabilidad jurídica y macroeconómica para que Argentina pueda re-encontrar un rumbo de crecimiento sostenible y sea un país serio. Hay que recordar que la devaluación la hace el mercado no los gobiernos; y la hace para sincerar precios relativos pero a costa de más pobreza.
Si el Gobierno convalida una devaluación mayor al ritmo actual, tendrá una inflación más alta que la actual, que ya es del 30% anual; y eso que todavía falta que los precios regulados de la economía despeguen (quita de subsidios).
Lo único viable sería bajar el gasto público, bajar la presión tributaria, prohibir que los gobiernos puedan endeudarse a futuro y liberar la economía. Cualquier otra cosa es pan para hoy y hambre para mañana, y ya llevamos así desde 1930. Argentina tenía en 1930 el 90% del PBI per capita de EEUU, y hoy no llega al 8%. Este es el resultado de las políticas económicas de todos los gobiernos desde esa fecha a la actualidad, que han sido básicamente las mismas: mucha intervención estatal, mucho gasto público, mucha inflación y mucha presión tributaria, sumado a un cada vez mayor endeudamiento público (ahora no hay desendeudamiento, sino simplemente un cambio de acreedor, la deuda pública total bien medida es mayor que en el 2002).
El crecimiento de la emisión monetaria va del 30% al 40% anual en los últimos meses, generando más tensión inflacionaria.
Alejandro Trapé, economista.
Alejandro Trapé
Economista, consultor de A+D Consultores y docente de la Faculta de Ciencias Económicas de la UNCuyo.
Para entender lo que pasa hay que hacer un poco de historia, muy breve. Desde 2003 hasta 2001 hubo salida de capitales todos los años, mientras hubo balance comercial positivos no había mayor preocupación por la falta de dólares, incluso el Banco Central (BCRA) hasta los compraba porque sobraban. Hacia 2011 el superávit comercial disminuyó y pintaba que en 2012 se acercaría a cero, con lo cual si la salida de capitales seguía (como efectivamente sucedía) las presiones sobre el precio del dólar iban a ser fuertes. La salida en ese momento era dejar que subiera el dólar o perder muchas (pero muchas) reservas intentando mantener estable la cotización del billete verde. Como dejar subir el dólar iba a traer más inflación y mantenerlo hacía perder reservas, se optó por una salida no tradicional: dejarlo subir muy de a poco y «cerrar» las salidas con los cepos y las restricciones a las importaciones. Obviamente, esto no hace desaparecer la «presión compradora» sobre el dólar (al contario, la hace peor por la desconfianza), que se canaliza hacia el mercado paralelo (dólar blue).
Ya en noviembre de 2011 el mercado cambiario empezó a desdoblarse y en ese momento advertíamos que la brecha dependería de cuán duro se pusiera el Gobierno en los controles: si apretaba los cepos, más iba a crecer y la brecha. Y viceversa. Porque la presión compradora sobre el dólar no desapareció, se canalizó de otra forma.
Hoy el dólar verdadero es el blue y para algunas operaciones (como liquidación de exportaciones, indexación de fondos comunes de inversión o lo poco que te liberan para viajar) se usa un «blue con descuento», que es el de pizarra. Para las operaciones inmobiliarias, autos, precios, alquileres, etc. se toma como referencia el blue. Con este esquema algunos ganan y otros pierden: quien exporta pierde, porque recibe ingresos con el oficial pero sus costos viajan con el paralelo. Quienes viajan al exterior sólo pueden adquirir una pequeña parte con descuento, el resto es blue. Quienes importan insumos podrían hacerlo al blue con descuento, pero los atrapan los otros cepos: las restricciones para importar. Los únicos sectores que algo ganan son los que producen sustitutos de importados, siempre que no sean intensivos en insumos importados o en capital.
Ahora el Gobierno se ve en una encrucijada: si sigue desdoblado el mercado cambiario, la competitividad seguirá sufriendo cada vez más, pero si devalúa de golpe la inflación va a saltar. Devaluar de a poco no sirve de mucho porque el blue también sube y la brecha persiste.
El problema no es que falten dólares sino que sobran pesos (y cada vez se emite más). El Gobierno se concentra en mirar el mercado del dólar y trata de que la gente no compre para que no se vuelva escaso (de allí todos los cepos) y suba su precio. Sin embargo, descuida absolutamente la cantidad de pesos, emitiendo a tasas de 35% anual. Así, no es que la gente «quiera dólares» sino que lo que quiere es «no-pesos», porque tener pesos en el bolsillo no es negocio.
Para mi la solución es dejar de emitir pesos y tomar un fuerte compromiso en ese sentido. Eso descomprimiría el mercado de dólares pues la gente no estaría urgida por desprenderse de los pesos. Caería la inflación esperada y se empezaría a desinflar la brecha entre el dólar oficial y el blue.
Jorge Sansone
Economista y consultor en MasConsulting
El cepo al dólar es una consecuencia no la causa del problema. Es preciso atender a la causa para evitar que la consecuencia exista o se agrave.
La causa del problema es la inflación y ésta tiene varios motores, pero el principal es el nivel de gasto público y de emisión para financiarlo (la emisión crece al 40% anual). El crecimiento en el gasto público tiene un componente esencial que son los subsidios, en 2005 ascendían a 6.400 millones y según el proyecto de presupuesto de 2013 serían más de 80.000 millones de pesos.
De allí que sea necesario reconocer que el problema no son los que viajan, ni los que compran con tarjetas en el exterior. Me resulta difícil entender que alguien prefiera comprar el mismo bien o servicio pagando más cuando lo puede comprar más barato.
El actual sistema impide o limita mucho el acceso a la compra de moneda extranjera, pero lo hace creando un factor adicional que es la incertidumbre por la arbitrariedad del método aplicado.
En este contexto, una devaluación que recupere el atraso tendría sólo costos para la política económica pues se trasladaría a precios (se generaría más inflación). Además una devaluación sin un plan de política económica creíble no traería mayor competitividad sino lo contrario.
Eligiendo el mal menor, la existencia de tipos de cambios múltiples puede ser una salida de la encrucijada en la cual está el Gobierno. Esto permitiría eliminar la incertidumbre y la arbitrariedad en la actual política económica. Habría reglas de juego conocidas para exportadores e importadores, para quienes libremente deseen hacer turismo en el extranjero, para inversores extranjeros que traen sus divisas y quieren enviar dividendos y para actores de las diversas actividades económicas (agro e industrias en sus diversas vertientes).
Sin reconocer las causas del problema y actuar sobre ellas, cualquier acción sobre las consecuencias es simple maquillaje (o engaño). Mientras tanto, el perjuicio más grave no está en dónde vacacionamos los mendocinos, sino que los perjuicios a las economías regionales son mayores (pues no tienen margen). Lamentablemente, los tiempos de quienes toman las decisiones no urgen a modificar el esquema, pues las economías regionales son proporcionalmente pequeñas en el PBI y en los porcentajes de votos en una elección.
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