Circular por las calles porteñas sin escuchar comentarios sobre la apariencia o el cuerpo propios es casi misión imposible para las mujeres. Una situación naturalizada que llegó a la discusión pública.
A todas les ha pasado alguna vez. Como una suerte de ley que no discrimina por edad ni condición social (pero sí por género), recibir comentarios en la calle sobre la apariencia física o las diferentes partes del cuerpo es algo cotidiano. Ya sea que se esté vestida para una fiesta o con un jogging gastado en el supermercado o llevando al hijo a la escuela. La mayoría de las veces, no importa si se contesta o no, aunque no se espera que se lo haga. Para algunos, puede opinarse de las mujeres en la calle pero ellas mismas no pueden opinar.
Se trata del acoso callejero, una conducta naturalizada al punto de ser considerada “piropo” o “admiración” (aunque quienes incurren en él no les preguntan a ellas si quieren ser piropeadas o arrinconadas por desconocidos). Pero que, por más natural que parezca, desde hace un tiempo se instaló en la discusión pública y hasta tiene siete días al año en los que se lo denuncia más que nunca.
En el marco de la versión local de esa Semana Internacional contra el Acoso Callejero, cuya última edición tuvo lugar del 12 al 19 de este mes, agrupaciones como Comando Antipajeros, Atrevete! Buenos Aires Hollaback y Acción Respeto organizaron pegatinas de afiches en las calles de la Ciudad con comentarios que las mujeres escuchan cotidianamente. “¿Te acompaño o te persigo?”, “Rubia, te hago de todo” y “Mami, si te agarro, te hago otro hijo” están entre las frases más “leves”. También hay otras, muchísimo más subidas de tono.
Sin embargo, en todo caso no es el nivel de lo que podría llamarse vulgaridad lo que define este tipo de hostigamiento, sino el acto en sí. “Qué constituye acoso callejero no varía según se trate de un comentario fuerte o de uno suave. Consiste en una acción generada por un hombre desconocido y dirigida a una mujer, en la cual ella no tiene tiempo de responder, lo que anula su posibilidad de ser interlocutora. El halago, en cambio, se da sólo entre personas que se conocen, como familiares o amigos”, puntualiza Paula Cazón, coordinadora de Acción Respeto en la Ciudad.
Cazón sufrió el acoso literalmente en carne propia: un grupo de hombres le tiró café caliente luego de que ella reaccionara a sus comentarios. “Volvía del supermercado cargada con bolsas, cuando unos chicos empezaron a decirme groserías. Cuando les respondí con un ‘Por favor, me están faltando el respeto’, me gritaron: ‘Sos una puta de mierda’ y, acto seguido, me tiraron el café encima. El puestero de diarios que estaba al lado ni se inmutó”, cuenta indignada.
Y como “todo tiene que ver con todo” (dijo una vez un filósofo griego) esta problemática se relaciona con una mayor, la violencia de género, que no siempre se traduce en golpes físicos. “El mismo sistema que permite la impunidad sobre la vida y el cuerpo de la mujer, también minimiza o culpabiliza cuando al salir a la calle ella tiene que soportar agresiones. Es el mismo problema de la violencia machista pero en un contexto más masivo, más cotidiano y más común”, destaca Laura Martínez, de Atrevete! Buenos Aires Hollaback, filial de la ONG estadounidense contra el acoso callejero, presente en otros 30 países.
La problemática tiene su reflejo legal: una investigación de la ONG Bullying Sin Fronteras indica que a la entidad y a tribunales porteños y bonaerenses llegan cuatro causas penales por día por bullying u hostigamiento por razones de género.
¿Qué dicen las propias destinatarias de estos mensajes? Según una encuesta del año pasado hecha por Acción Respeto, el 94,4 por ciento de las consultadas recibió comentarios sobre su apariencia y su sexualidad, y al 89,4 por ciento no le gustó.
Un acuerdo que, sin embargo, no se traduce en total consenso en cuanto a qué hacer al respecto. Acción Respeto prepara un proyecto de ley ya que, “aunque existe legislación, en la práctica la denuncia no se toma o se lo hace con resistencia”, destaca Cazón. Con esa consigna, la agrupación que ella coordina convocó a una marcha durante la Semana del Acoso Callejero.
Postura parecida tiene el movimiento Libres del Sur, que planea presentar un proyecto que prevé multas de entre 100 y 7.000 pesos para quien acose.
Por el contrario, en Atrevete! Buenos Aires Hollaback creen que hay que apuntar a la educación y a un instrumento legal contra la violencia en general, ya que “las leyes antiacoso han sido utilizadas contra las poblaciones mayormente marginalizadas, como lesbianas, gays, trans, bisexuales, inmigrantes, pueblos originarios y personas en situación de calle”, explica Martínez.
En gran parte por la extendida creencia de que el acoso callejero tiene que ver con los lugares por los que se circule o la ropa que se use, y de que el hombre que no “piropea” no merece llamarse tal, ellas no pueden caminar sin que nadie las moleste, otra forma más en que la violencia de género restringe la libertad de las mujeres.
La denuncia que se volvió viral
En general, las víctimas de acoso callejero no se animan a responder, y menos a denunciar. Y, si lo hacen, su testimonio es a menudo puesto en duda por la propia Policía. Ese fue el caso de Aixa Rizzo, autora del video “Del piropo a la violación”, que ya fue visto por casi medio millón de personas en YouTube. En él, Rizzo denuncia que fue acosada por obreros de la construcción cerca de su casa en Caballito durante un mes. Cuando ella se defendió usando gas pimienta, la Policía le dijo que “la próxima vez no me defendiera porque me iban a acusar de lesiones”. Y, además, no le quiso tomar la denuncia por acoso aunque, finalmente, la fiscalía lo hizo.
Una problemática internacional
Paraguay: Es el primer país latinoamericano en haber ideado un proyecto de ley que exige hasta 180 días de cárcel para el acoso callejero, aunque aún no fue sancionado.
Chile: El Congreso Nacional recibió el mes pasado un proyecto de ley que busca sancionar con multas el acoso callejero, dentro del cual se contemplan silbidos, ruidos o palabras con connotación sexual.
Panamá: En febrero se presentó en la Asamblea Nacional un anteproyecto de ley que pretende sancionar este tipo de hostigamiento.
Bélgica: Desde 2012, rige una ley que penaliza el acoso callejero, incluido el efectuado a través de las redes sociales y la insinuación sexual.
Fuente: La Razón