Coinciden en que abundan los arrebatadores y ladrones, y en que hay muy pocos policías.
«Estamos servidos en bandeja para los delincuentes», dice Amalia, una vecina de 50 años que vive en Libertad y Libertador, en Retiro. Su testimonio es uno de los muchos que pudo recoger LA NACION en una recorrida por el barrio durante las últimas horas. Todos se mostraron tan indignados como indefensos después de conocerse la noticia del asesinato, anteayer, del fotógrafo naturalista francés Laurent Schwebel, de 52 años, al resistirse al robo de su cámara profesional.
El perímetro comprendido por la Avenida del Libertador, Montevideo, Santa Fe y las plazas San Martín y Fuerza Aérea, más las veredas de las terminales de trenes, se han convertido en un blanco muy atractivo para arrebatadores violentos.
Las víctimas son diversas. Los delincuentes pueden elegirlas entre turistas, personas que todos los días transitan por la zona para ir a trabajar y también vecinos. Los hechos son variados: arrebatos, salideras bancarias, robos con arma y asaltos en casas y en comercios.
«La policía ni se ve por acá», cuenta Alicia García, una vecina de la calle Arroyo al 800. «A veces pasa un patrullero. Como para que no se diga que no pasaron», dijo.
«Podemos decir que no hay tantos robos de autos», ironizó Julio, de 40 años, funcionario judicial, quien hizo esa afirmación a partir de la cantidad y variedad de delitos que se registran ahora en el barrio.
«Roban a la gente que sale del Banco Francés, de Arroyo y Pellegrini; del Santander Río, de Juncal y Esmeralda. Les sacan la cartera cuando vuelven caminando, entran en las casas, hay de todo», relató indignada Alicia.
Según la mujer, los arrebatadores no necesariamente se movilizan en motos. «Esperan a la gente en la esquina y la siguen. A una cuadra le muestran un arma, le piden el dinero y luego escapan corriendo», dijo.
«El problema está en las calles que desembocan en Libertador», dijo Marcelo, encargado de un edificio en Juncal y Esmeralda. «Allí los delincuentes escapan rápidamente a través de los alambrados agujereados y se van por las vías o se esconden en la Villa 31,» señaló.
En ese barrio los vecinos también fueron víctimas de la inseguridad. Durante la última semana, los habitantes de la Villa 31 cortaron el tránsito en inmediaciones de la Terminal de Omnibus de Retiro para reclamar seguridad y por el esclarecimiento del homicidio de una adolescente de 13 años, ocurrido durante un robo.
Las denuncias por falta de seguridad en las adyacencias de la plaza San Martín no son nuevas. La ONG Defendamos Buenos Aires hizo una presentación hace dos años, por los arrebatos que había sobre Libertador. «La situación no cambió, sigue siendo la misma. Los delincuentes roban sobre Libertador o una de las calles que desembocan en la avenida, cruzan el semáforo en rojo y luego se escabullen por agujeros en los alambrados», explicó a LA NACION el abogado Javier Miglino, titular de la organización.
Las roturas en el cerco que separa a la Avenida del Libertador de los terrenos de la Organización Nacional de Bienes del Estado (Onabe), se pueden apreciar desde Montevideo hasta Suipacha. «Son hechos por los mismos delincuentes que los usan para escapar por los terrenos de la Onabe o para esconderse en los pasillos de la Villa 31», dijo Miglino.
Susana Varsi, vecina de un edificio de la calle Arroyo, entre Suipacha y Esmeralda, dijo que «la inseguridad está en todos lados, pero llama la atención que en un barrio con bancos, galerías de arte y residencias tan tradicionales no haya presencia policial. Todos nos merecemos poder vivir seguros por igual, pero quisiera saber qué se hace con la cantidad de dinero que pagamos de impuestos, que es muchísima».
La zona comprendida por las plazas San Martín, Fuerza Aérea Argentina y Cañada fue históricamente señalada como peligrosa.
«Hace más de diez años que cruzo esta zona todos los días y siempre fue peligroso. Ni hablar de noche. La peor son las plazas San Martín y Fuerza Aérea. Siempre fue tierra de nadie», dijo Miguel Giorgi, empleado de comercio, de 36 años.
«El trayecto desde Alem y San Martín hasta las terminales de trenes es muy complicado. Los ladrones caminan a la par tuya y si no les das algo de plata, te amenazan y te meten la mano en la mochila», agregó.
Alejandro, quien atiende un puesto de diarios situado en la esquina del hotel Sheraton, en San Martín y Alem, coincidió con Giorgi y dijo que «lo peor es a partir de las 18, cuando la mayoría vuelve a sus casas».
Los comercios también son blanco de los asaltantes. La semana pasada, un grupo de delincuentes intentó ingresar en el local de Maru Botana, en Suipacha al 1300. Lograron romper uno de los vidrios, pero se activó la alarma, se asustaron y huyeron.
«Todos los días viene gente a pedir. Por lo general los convidamos con algo, pero a veces quieren dinero y empiezan a molestar a los clientes», contó un empleado del citado local gastronómico.
«A fin de año entraron en una perfumería y una farmacia, situadas sobre Arenales al 800, luego cruzaron y robaron un supermercado que está sobre la cuadra siguiente», relató Virginia, encargada de un edificio en Arenales y Suipacha.
Para evitar los asaltos, muchos comercios optaron por cerrar las puertas con llave durante la tarde. Tal es el caso, según los vecinos, de un supermercado que está en Arroyo y Esmeralda. El temor les llegó a todos.
«¿CÓMO PUDO MORIR EN BUENOS AIRES?»
«Por su trabajo estuvo cerca de tiburones y de lobos, lo mandaron a lugares tan peligrosos como Libia o Siria… ¿Cómo es que pudo morir en Buenos Aires? ¿Por qué tuvo que ir allí esta vez?», se preguntó ayer ante la prensa Christine Schwebel, hermana menor del fotógrafo francés asesinado.