Una «guerra» de donaciones sacude la campaña en EE.UU.

WASHINGTON.- No sólo es por la llave del Congreso. En las elecciones legislativas del 2 de noviembre, demócratas y republicanos se enfrentan en una guerra mucho más sutil -pero tan decisiva como la otra- por el control de la lluvia de millones de dólares que, como pocas veces, está aceitando la campaña política.

Hasta ahora, está claro que los republicanos aventajan por mucho a los demócratas en recaudación. Según cifras oficiales, cosecharon 164 millones de dólares entre julio y septiembre para apoyar la campaña de sus candidatos.

En igual período, los demócratas lograron 129 millones. Y eso, para el votante, es también una vara para medir cómo van las cosas. En conjunto y con proyecciones al día de hoy, la cifra implica la friolera de más de un millón de dólares en fondos de campaña por cada banca en juego.

Pero la cuestión no es el monto, sino la procedencia. «La novedad en estas elecciones es la duda sobre el origen de los fondos para financiar la actividad proselitista», dijo Meredith McGhene, del Campaign Legal Center, que aboga por la transparencia en los aportes partidarios.

Los demócratas, con el presidente Barack Obama a la cabeza, acusan a los republicanos de aceptar dinero hasta del extranjero. «Pero ellos nunca les dirán quién les está dando esos dólares para influir en la campaña», disparó el mandatario.

Los republicanos retrucan que es un disparate, que no aceptan dinero del exterior. Y la Cámara de Comercio, que hizo un millonario aporte a los republicanos, se sumó a la desmentida. «Esta es una campaña orquestada desde la Casa Blanca», respondió Bruce Josten, uno de los directivos de la entidad, conocida tanto por su conservadurismo como por su capacidad de lobby.

Pero el tema está instalado, y la sospecha, aún más, según demuestra la treintena de anuncios de candidatos que aluden a los chinos como los que, con su conocida competencia comercial, están provocando daño a la economía del país.

«Usted es el que respalda políticas que hacen que nuestros empleos se exporten a China», dice, por ejemplo, el demócrata Zack Space en su spot contra el republicano Bob Gibbs, en Ohio. Y, para más disparate, todo transcurre con un pretendido dragón chino que, en el fondo de la pantalla, agradece -en chino- al republicano. «Xie, xie, Mr. Gibbs», le dice. «Es francamente deplorable», opinó Robert Kapp, ex presidente de la Cámara de Comercio sino-norteamericana.

«Desde las últimas elecciones hasta hoy, hubo cambios sutiles en la legislación. Tan pequeños que el desprevenido podía no darse cuenta», dijo Trevor Porter, ex titular de la Federal Election Commission (FEC), ente regulador independiente que verifica el cumplimiento de la normativa. Uno de ellos fue el sonoro cruce que Obama tuvo con la Corte Suprema, que, para enojo del mandatario, extendió la normativa referida a los aportes de campaña por parte de grandes empresas. Pero no fue lo único.
Identidad

Por ley, los partidos políticos en Estados Unidos están obligados a revelar la cifra de dinero que reciben para la campaña. Y lo hacen. Lo que ahora no está tan claro es la identidad de quienes aparecen financiando.

Uno de los casos en la mira es American Crossroads, una organización formalmente sin fines de lucro -por lo tanto, autorizada a mantener en secreto sus donantes-, que Karl Rove, ex asesor de George W. Bush, puso en pie hace un año para canalizar millones de dólares de gente que no quiere a Obama en la presidencia.

En el escenario hay numerosas asociaciones que no se sabe bien quiénes las forman y aparecen financiando candidatos, sobre todo, republicanos o, incluso, del ultraconservador Tea Party. Muchas de ellas tienen un perfil parecido: fueron creadas hace pocas semanas y tienen nombres rimbombantes, como We Love USA (Amamos a Estados Unidos) o Concerned Taxpayers of America (Contribuyentes Norteamericanos Preocupados).

Por debajo de la guerra de sospechas, lo que está claro es que los republicanos aventajan a los demócratas en la capacidad de atraer donaciones. «Tenemos muchos donantes nuevos», se jactó el republicano Ken Spain, uno de los responsables del partido en la materia.

Fuente: La Nación