La Plata no es Sinaloa

Durante el mes de Septiembre en la ciudad de La Plata se realizó un procedimiento antidroga, que había logrado detener a unos de los presuntos Jefes del Grupo de los Zetas y a uno de los miembros de la temible “Oficina de Envigado”. La historia de cómo La Plata pasó a ser el centro del Narcoterrorismo mundial por tan solo 24 horas.

Por Mario Baudry

Durante el mes de septiembre en la ciudad de La Plata se realizó un procedimiento antidroga y se logró detener a unos de los presuntos jefes del Grupo de los Zetas y a uno de los miembros de la temible “Oficina de Envigado”. La historia de cómo La Plata pasó a ser el centro del narcoterrorismo mundial por tan solo 24 horas.

Una mañana de septiembre los vecinos de la ciudad de las diagonales nos despertamos siendo el centro de la escena mundial: todos los servicios de Inteligencia inmersos en la guerra contra el narcoterrorismo estaban con sus sistemas de observaciones satelitales sobre La Plata, tratando de entender cómo se les habían pasado tantos peces gordos a través de sus sistemas de alertas tempranas sin ser vistos; todos se preguntaban cómo habían fallado, cómo tantos agentes de Inteligencia habían sido burlados por los cárteles de la droga. Incluso algunos agentes con asiento en el país vecino de Uruguay estaban aterrorizados porque pensaban que los echaban a todos por tamaño descuido.

El sonido del teléfono satelital marcaba las 4 de la mañana, y la pregunta de rigor, por el horario y el teléfono, que hacía tiempo no sonaba, fue: “¿Qué pasó?”. La respuesta, nerviosa y con voz temblorosa, fue terminante: “¡Se nos filtraron los Zetas y el cártel de Medellín en La Plata! ¿Sabés algo?”. El interlocutor no dejó de sonreír, a pesar del sueño, y no tardó en largar la carcajada. Preguntó, sin esperar muchas respuestas: “¿Es por el operativo de ayer de los narcos de La Plata? ¡Quedate tranquilo, es mentira, es un operativo montado para los medios! ¿De dónde me llamás? ¿Estás en Miami?”. Y le recomendó que no se molesten en venir. La respuesta no tardó en llegar; desde el auricular del negro y tosco teléfono sonó una voz firme y tajante: “¡Ya estamos acá! Levántate que estamos en la puerta de tu oficina!

Los agentes extranjeros querían datos; querían saber cómo había comenzado la pesquisa en Necochea, cómo eran los jefes narcos detenidos y dónde estaba la droga secuestrada. Pero contaban con un inconveniente insalvable: no podían ir a tocar el timbre a la Policía Bonaerense porque tampoco tenían muchos datos, ya que el operativo no se había hecho desde Narcotráfico sino desde la Superintendencia de Investigaciones.

Entre la sorpresa y el sueño que lo embargaba, el ex agente argentino les dijo, como solución mágica, que pincharan todos los teléfonos, a lo que los agentes extranjeros, entre sonrisas y miradas cómplices, le contestaron: “Ya están todos pinchados desde ayer. Este operativo disparó todos los alertas mundiales, hoy vas a tener en la ciudad más agentes extranjeros que en Afganistán”.

El temor de los agentes era cierto. Por lo que se leía en los medios, se habían secuestrado 50 kilos de cocaína, en un envoltorio que no era el que se usaba normalmente; de hecho, al ser un envoltorio nuevo, seguramente era un grupo nuevo de narcos, o alguno de los existentes había mutado el sistema de envío, con lo cual era más peligroso, porque deberían haber fallado todas las agencias en los distintos países para que no se dieran cuenta. Era algo grave, estaban fallando todos los protocolos de seguridad.

Después le llamaba la atención que un jefe de los temibles Zeta estuviera en Argentina. Pero el dato era que no se trataba de ninguno de los conocidos, y que andaba con pasaporte mexicano, hecho muy llamativo, porque todos los narcos de México y de Colombia andan con pasaporte guatemalteco. Pero el alerta se dio porque en los primeros días de septiembre se encontraron

-en la ciudad de Rosario, para hacer las paces- Maximiliano Bonilla Orozco, alias “Valenciano”, jefe de la estructura criminal conocida como la “Oficina de Envigado”, y el jefe de la estructura de Medellín, Ericson Vargas, alias “Sebastián”. La reunión duro tres días, pero nadie los vio, excepto los que sí tenían que verlos: agentes de la DEA de Miami, que es la encargada de seguir a la temible “Oficina de Envigado”.

Lo llamativo es que tampoco se encontró dinero en efectivo, y, según reflejan las fuentes, en este tipo de operativos el dinero en efectivo suele ser mucho, porque se necesitan cifras muy importantes para solventar la operación. La pregunta de rigor fue: “¿Acá no encontraron nada o se lo robaron en el operativo?” La respuesta: “No había nada”.

Después de un largo día de trabajo y muchos sistemas de última generación que sólo pueden ser utilizados por los entendidos, además de rastreos de señales por “satélites fantasma” -como se denominan a los de uso militar-, escaneo de oficinas, etcétera, el tema se fue relajando, empezaron las risas y terminaron todos comiendo un buen asado criollo en un amplio restaurante de Puerto Madero.

La conclusión informada fue simple: el operativo había sido armado para hacer quedar bien al Gobernador en un operativo político. Y el que lo armó sabía poco de drogas. Nunca imaginó que, con su accionar, iba a disparar todas las alertas mundiales de seguridad; como no sabía cómo eran los envoltorios de la droga, evidentemente también ignoraba que los grupos extremistas en el mundo se nutren del dinero del tráfico de estupefacientes.

Hoy el hecho es una simple anécdota, y una falsa narración hundida en el cajón de los recuerdos, como lo fue el operativo de los colombianos de Brandsen, que algunos no saben que existió; fue una simple puesta en escena que engañó hasta a las más altas autoridades de calle 6.