El trágico final de una mujer que fue estrangulada con una cortina de baño

El hecho ocurrió el 26 de enero en San Francisco Solano. Pamela Judith Gumler se resistió a ser violada por un conocido que había entrado a su casa con la excusa de arreglarle el lavarropas. La ex pareja del sospechoso fue clave para dar con él.

Carlos Alberto Casanova salió de trabajar de un restaurante de Congreso e intentó comunicarse con su mujer. Como no tenía crédito en su celular buscó un kiosco. Compró una tarjeta y marcó el número de Pamela que lo había llamado dos veces durante la tarde, mientras él atendía las mesas. Durante el viaje a su casa, Carlos la llamó más de 30 veces. Pero ella no respondió.

Una hora más tarde, cuando se bajó del colectivo de la línea 178 sobre la Avenida Calchaquí, en San Francisco Solano, Quilmes, volvió a intentarlo y contestó una voz de un hombre. “Ella no te va a poder atender. Ahora te toca a vos empezar a sufrir. Vos seguís en la lista”, dijo el desconocido. “¿Quién sos la concha de tu madre? ¿Qué le hiciste a mi mujer y a mi hijo?”, preguntó Carlos. “Cuando llegues te vas a dar cuenta”, le contestó el intruso y cortó.

Asustado, Carlos llamó a su madre y le dijo que fuera a ver si su esposa y su hijo Román, de dos años, estaban bien. La mujer llamó al 911 y justo un patrullero que pasaba por la cuadra frenó para ayudarla.

Los policías forzaban la puerta cuando Carlos llegó en un remís y abrió el candado de la reja de entrada. “Yo pensaba en mi hijo. Cuando entré, lo encontré acostado en la cama, con los piecitos quietos. Me asusté mucho, pero cuando movió las piernas, me tranquilicé. Entonces empecé a gritar el nombre de mi mujer y fui al baño. Ahí estaba, en el piso, con la cortina naranja de la ducha en el cuello, la bombacha corrida y el corpiño cortado”, contó Carlos a Tiempo Argentino, parado en el mismo lugar donde el 26 de enero a la madrugada encontró a su mujer asesinada.

“Cuando la toqué todavía estaba caliente. El hijo de puta la había matado hacia un ratito”, agregó el viudo con la mirada perdida.

Carlos comprobó después que faltaban un reproductor de DVD, la cámara digital y la billetera de su mujer.

Pamela Judith Gumler tenía 22 años y un problema doméstico que la mantenía preocupada: hacía varios días que su lavarropas se había descompuesto y no encontraba a un técnico dispuesto a arreglarlo.

La noche del crimen, Pamela estaba sentada en la mesa del patio común de la casa ubicada sobre la calle 879 al 5300, en Solano, que la familia compartía con sus vecinos: Susana Zabala y Juan Muñoz, de 24 años, más conocido como “El Misionero”. Junto a ellos estaba un amigo de Muñoz, Roberto Menéndez, de 31 años.

Cuando los dos hombres fueron al kiosco a comprar cervezas, Susana Zabala aprovechó para sacar dos parlantes al patio y subió el volumen al máximo. Cerca de la medianoche, Menéndez habló con Pamela y se ofreció para reparar el lavarropas. La mujer acostó a su hijo y le mostró el aparato. El hombre apoyó el motor del artefacto sobre la mesa y se sirvió otro vaso de cerveza.

En ese momento, Pamela aprovechó para ir a su casa para ver si Román dormía. Detrás de ella, Menéndez la siguió con un cuchillo y la amenazó: ella le pidió que no le hiciera nada a su hijo. El asesino la llevó hasta al baño y la estranguló.

“Murió asfixiada por estrangulamiento. La encontraron tirada en el suelo, con la cortina atada al cuello. Pese a que la chica tenía el corpiño cortado y la bombacha corrida hacia un costado, los peritos aseguraron que no llegó a violarla”, contó el comisario mayor Ramón Lobo, jefe de DDI Quilmes.

Cuando los investigadores entrevistaron a Susana Zabala y a Juan Muñoz se enteraron que la última persona con la que había estado la víctima era Menéndez. Los policías fueron a buscar al asesino a su casa pero ya se había marchado sin dejar rastro alguno.

Los investigadores pronto descubrieron una verdad inquietante: no era la primera vez que Menéndez mataba y se fugaba. Ocho años antes, en la provincia de San Juan, Antonia Brizuela, de 17 años, había sido estrangulada en un descampado de la localidad de Media Agua, en el departamento de Sarmiento.

Mientras seguían los pasos del sospechoso, los agentes bonaerenses contactaron a Laura Evangelina, la ex pareja de Menéndez, con la que había convivido en una casa de Rafael Calzada. Ella le dijo a los policías que lo había denunciado por amenazas y maltratos. Además, explicó que el fugitivo era una persona extremadamente violenta y que a veces la mantenía encerrada en su casa durante semanas enteras. “Es esquizofrénico, tiene brotes psicóticos y no siente culpa por lo que hace”, contó la mujer.

Después de investigar durante varias semanas, los agentes recibieron el dato de que el prófugo trabajaba en un bar de Florencio Varela. Una brigada de la DDI de Quilmes comenzó a analizar los llamados telefónicos de los familiares del sospechoso y ubicaron el local donde el asesino se escondía. Allí montaron una guardia de varios días y la semana pasada interceptaron a Menéndez, que intentó burlar a sus captores dando un nombre falso. Sin embargo, los policías –que contaban con una foto suya y una orden del fiscal Leonardo Sarra– lo detuvieron.

“Todavía no sabemos si va a quedar detenido acá o si lo van a trasladar a San Juan por el crimen de 2003”, dijo el comisario Lobos, que reconoció que ahora investigan si Menéndez cometió otros hechos de las mismas características, también en el sur del Conurbano.

Fuente: El Argentino