El equipo de Ramón Díaz ganó su segundo partido del año con su planteo habitual: potente arriba y muy duro atrás. Godoy Cruz insistió con su saludable tiki tiki.
Aun con anhelos de clase baja, o acaso media baja, San Lorenzo se pareció al Falcon de los comienzos -lejanos comienzos- del último Apertura. Ramón Díaz logró, al menos en sus primeros dos partidos de pretemporada, que la idea y la camiseta se impongan a cualquier nombre, cualquier apellido, cualquier jugador. Los Carasucias se han remixado en este Siglo XXI con una leve modificación: la suciedad en los ojos no es por divertirse jugando en la tierra sino por enfrentarse al barro, por apretar una línea de cuatro que nunca se separó, por esperar antes que animarse, estudiar antes que atacar, pelear antes que tocar. Esto fue, al menos ayer, San Lorenzo, pese a los dos debutantes, los tres juveniles y un semestre que ya empezará.
Elegido el estilo, del funcionamiento no hay demasiado para reprochar. Godoy Cruz tuvo la pelota -aún con el sello de Asad- por su mérito, pero también porque San Lorenzo lo dejó. Al visitante no le inquietaba que Olmedo, Villar y Ramírez se juntaran para tocar, acaso porque sabía que recuperarla en tres cuartos era el paso previo y necesario para ensanchar la cancha y que Sebi González se largara a volar, firmando la creación de una fresca sociedad con Navarro. Es seductora, también, la presencia del paraguayo Velázquez: aún alejado del medio, hizo pelota cada ladrillo que el fondo le lanzó, desarmó a la defensa rival y pateó el penal con la contundencia que Ramírez no lo había podido hacer. Tiene clase el delantero que eligió Ramón.
Así que esto es San Lorenzo, nomás. Aunque contra Independiente haya mostrado un medio más agresivo y acaso vuelva a la línea de tres en el fondo cuando Romagnoli sea titular, no crea que las palomas dominarán el estadio en el que ha nacido el viento. Y por supuesto que también se lo pudieron empatar, o se lo pudo empatar, cada vez que Migliore salía en los centros y se sorprendía por tener su loca camisa de fuerza puesta.
Godoy Cruz, en tanto, es lo que era. Aun con cuatro atrás y un apego más firme al orden defensivo, el toque, la rotación y la valentía son, todavía, la religión de una Mendoza que sueña con la Libertadores.
Fuente: Olé