Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni, Héctor D’Amico, Jorge Fernández Díaz, Santiago Kovadloff y Rosendo Fraga, entre otros, analizan el hecho que conmueve al país
- Más cerca de tocar fondo, por Carlos Pagni. «Se consolida la angustiante presunción de que no hay a quien preguntar qué pasó en la AMIA. Ni hay a quien preguntar qué pasó con Nisman. En ese espacio no referenciado se está jugando en el país el partido del poder»
- La página más oscura de la nueva democracia, por Joaquín Morales Solá. «Desde el momento en que se conoció el acuerdo con Irán, Nisman se propuso dar una respuesta a las preguntas más repetidas entre políticos argentinos: ¿por qué se firmó ese acuerdo? ¿A cambio de qué cosas? ¿Estuvo el agonizante Hugo Chávez detrás de esa reconciliación con los iraníes? Encontró las respuestas en muchísimas grabaciones de conversaciones telefónicas, que tuvieron como epicentro a un personaje raro y escurridizo: Jorge Alejandro «Yussuf» Khalil, a quien fuentes judiciales sindican como un importante dirigente del servicio de inteligencia iraní».
- Un país huérfano, por Héctor D’Amico. «La muerte de Nisman, en un país que después de dos siglos no ha logrado superar el trauma de repetir su propia historia, instala el pasado en el presente, muertes en las que la Justicia y la política quedan atrapadas por la sospecha»
- Una Argentina que mete miedo, por Jorge Fernández Díaz. «Sea cual fuere la verdad, el público presiente hoy que se trata de una muerte de orden político. Por lo tanto, infiere que Nisman tenía pruebas certeras. Y en consecuencia, que la Presidenta quiso canjear petróleo por impunidad para los sospechosos de un atentado terrorista. Esta electrizante secuencia acaso se refuerce el día en que trasciendan las escuchas de Nisman, si efectivamente se oyen con claridad las voces de dirigentes y funcionarios cristinistas negociando la infamia»
- De duelo y desamparados, por Santiago Kovadloff. «Estamos de duelo. Lo estamos todos los argentinos. A lo que ya ignorábamos, se suma ahora el efecto que sobre nosotros tiene lo que empezamos a saber. A todos nos embarga la angustia que nos produce la muerte del fiscal Nisman. ¿Lo mataron? ¿Lo indujeron a matarse? Hay algo más radical que las respuestas a estas preguntas. Alguien necesitaba que desapareciera. Y desapareció. El terror sigue operando entre nosotros. El terror enquistado en el Estado. La magnitud de esa evidencia nos abruma. Excede la posibilidad de comprensión colectiva. Nos miramos unos a otros con el mismo desconsuelo. Buscamos en quienes nos rodean una palabra que amortigüe nuestra desolación. Una idea orientadora. Un concepto que eche luz sobre este ensañamiento de la desgracia con el país. Que permita superar el desaliento que nos invade»
- Queda una enorme sensación de tristeza y bronca colectivas, por Roberto Gargarella. «Tenemos la certeza de que convivir diez años con servicios de inteligencia desbocados al servicio de la causa del Gobierno, inundarlos de dinero, abarrotarlos de personal «amigo», perfeccionar su tecnología para el espionaje interno, cerrar todas las puertas a cualquier control público y ciudadano sobre ellos, utilizarlos para investigar, perseguir y amenazar a los opositores o jueces díscolos produce lo que hoy ha quedado entre nuestras manos»
- Crisis internacional, institucional y política, por Rosendo Fraga. «Se trata de una crisis institucional que tiene lugar durante el peor momento de la relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial que se haya registrado desde el restablecimiento de la democracia en 1983. Que el titular del Ejecutivo sea acusado por un fiscal que ha llevado durante una década la investigación de la causa AMIA de encubrir a Irán en su responsabilidad en un grave atentado terrorista ocurrido en su propio territorio, y también de intentar crear pistas falsas, es un hecho de grave entidad institucional. Pero también lo es que el fiscal haya muerto antes de informar al Congreso y después de haber dicho que su vida corría peligro, si bien será la Justicia la que determine las características y el móvil del hecho, más allá de que desde el Gobierno se insinuó que se trató de un suicidio»
- El riesgo de seguir sepultando la verdad bajo los escombros, por Sergio Widder. «La muerte del fiscal Nisman no debe alejarnos de un punto central. Con independencia de los cruces de acusaciones, las atribuciones acerca del origen de éstas y las versiones sobre la guerra dentro de la comunidad de los servicios de inteligencia, falta aclarar una cuestión medular: las denuncias sobre un supuesto encubrimiento deben investigarse de manera plena. Nada puede ser más perjudicial que el fortalecimiento de dudas en este terreno»
Fuente: La Nacion