En un año, el cartel que anuncia que el lugar cuenta con un sector para fumadores caerá en desuso, al igual que los espacios separados y con ventilación propia, el último bastión donde los fumadores despuntaban el vicio y se refugiaban de la prohibición de fumar en los lugares cerrados de acceso público de la ciudad.
Anteayer, en una sesión maratónica, la Legislatura aprobó la ley que prohíbe fumar en todos los espacios de cerrados de acceso público, tanto estatales como privados (cines, teatros, bares, restaurantes, confiterías y cafés) «con el objeto de proteger a la población de los efectos nocivos del humo del tabaco ambiental, prevenir en el inicio del consumo de cigarrillos, restarle socialización al uso y disminuir el consumo en fumadores».
La decisión de la Legislatura porteña de convertir a la ciudad de Buenos Aires en un lugar 100% libre de humo de tabaco cosechó críticas por parte de los empresarios del sector gastronómico, que hace cinco años, cuando se aprobó la primera ley antitabaco, habían sido los más críticos respecto de la medida.
La presidenta de la Asociación de Hoteles, Restaurantes Confiterías y Cafés (Ahrcc), Graciela Fresno, se quejó ayer de la falta de previsibilidad de las normas en la Argentina, aunque aclaró que está de acuerdo con el fin que persigue la ley.
«El objetivo de la norma es la protección de la salud pública. Desde la asociación apoyamos este derecho, que entendemos que está por encima de cualquier otro bien. Pero más allá de los fundamentos, lamentamos la falta de previsibilidad de las normas», dijo Fresno a La Nacion.
Hace cinco años, la ley antitabaco aprobada por la Legislatura permitía contar con un espacio para fumadores debidamente separado del resto del local, que debía contar con una ventilación propia para los locales que superaran los 100 metros cuadrados. «Para aquellos que hicieron la inversión de dividir el espacio y colocar ventilación propia, esto implica un perjuicio económico que debería ser contemplado», dijo Fresno, que no supo precisar cuántos establecimientos gastronómicos de los 3500 que hay en la ciudad hicieron esas modificaciones. Pero aseguró que son muchos.
Reconversión
En el café Havanna de la Avenida de Mayo, Gabriela Artigas disfrutaba de un cortado acompañado de un cigarrillo mientras hojeaba el diario. Justo se detuvo en la noticia de la prohibición de fumar en todos los lugares cerrados de acceso público y no disimuló su descontento.
«No estoy de acuerdo. Sí creo que debe haber, como hay ahora, lugares separados, pero prohibir que uno pueda fumar mientras se toma un café es un exceso», opinó Artigas.
Por su parte, el dueño del café, Alfredo Uría, se quejó de la nueva disposición y ya está pensando en qué convertirá el espacio de 25 metros cuadrados reservado para los fumadores que, si bien no son muchos, representan una buena porción de su clientela habitual.
«Un pelotero no puedo hacer porque por el lugar en el que estamos no tenemos ese público. Tal vez hagamos un salón de reunión más íntimo para empresas. Lo que más molesta es que se hizo la inversión y el esfuerzo de contar con este espacio y ahora no sirve más», se quejó Uría.
Hace apenas seis meses, la tradicional confitería Richmond de la calle Florida decidió hacer la división entre fumadores y no fumadores.
«Tardamos un tiempo porque queríamos ver si valía la pena hacer la inversión. Finalmente se hizo porque perdíamos mucha clientela. Hoy ya no va a servir más, va a haber que tirar todo abajo», se lamentó el encargado de la Richmond.
Pero Alejandra Vidal, que trabaja como mesera, respiró aliviada. «Yo soy fumadora, pero desde que está el salón para fumadores, suelo fumar el doble. Aunque tenga ventilación, no alcanza. Estos lugares no son buenos para la salud», afirmó.
Fuente: La Nación