Vélez no jugó bien, pero despachó a un frágil Huracán con la prepotencia de su ataque. Su gente, que gritó el gol de Desábado como si fuera de River, aún sueña.
El gol de Desábato, gritado por varios hinchas de Vélez como si fuera de River, licuó expectativas, activó imprecisiones y resultó un motivo extra para desencadenar 45 minutos de lo peor del equipo de Gareca en el torneo.
El ojo del Tigre actuó como bálsamo en medio de la desesperanza del entretiempo. Puso a Cristaldo por Cubero, mantuvo a un rapidito creativo de lateral izquierdo (Bella), corrió a un enganche vertical de ocho (Moralez), ubicó a tres delanteros y tardó cinco minutos en provocar lo que parecía obvio: un gol a Huracán.
Vélez resolvió su partido con la autoridad de saberse superior y la añoranza de una mano de River que nunca llegó. Esa sensación de que ésta era la fecha para alcanzar o hasta superar a Estudiantes se evaporó tan rápido como el grito errático del comienzo.
Un comienzo insólito para un equipo de la jerarquía de Vélez. Y si no fuera por Rolando Zárate, que le sacó una pelota que iba para Machín, hasta podría haber arrancado perdiendo. En esa etapa de pases errados en cadena, de pedidos de paciencia desde el banco y de pelotazos con destino de saque de arco o lateral para el rival, sólo Sebastián Domínguez mostró claridad desde el fondo, demasiado lejos de un hostigado Monzón.
Fue cuando Huracán remendó sus hilachas con fervor, orden y un flaco de patas largas a lo Lucho González que marca, mete, le da la pelota a sus compañeros y juega como este Rodrigo Battaglia. Pero es demasiado pibe (como los valientes Villán y Soplán) para arreglar solo tanto zafarrancho de los grandes, ya sean varios jugadores y muchos dirigentes que hundieron al club en la temida Promoción.
Vélez llevó su superioridad teórica a la práctica por la prepotencia de su ataque. En una tarde bastante fallida de Moralez-Martínez-Silva, fue Cristaldo el que provocó más autofotos y festejos para Youtube. Primero por un quiebre de ritmo y líneas de Bella, importante cuando juega al fútbol y no al fulbito. Después por la salida a destiempo de Monzón, el inteligente tiro libre de Zapata contra un arquero improvisado (Villán), el rebote de Silva en el travesaño y el puntazo del 9 ubicado donde debe estar un 9.
El mejor ataque del fútbol argentino. El goleador del torneo. Cierta belleza de su juego (no ayer) combinada con solidez. Un plantel con variantes y muy buen banco. Un proyecto en serio. Un arquero que no parece arquero pero ataja cuando debe hacerlo. Dos volantes de probada capacidad como Somoza y Zapata. Esa mezcla justa entre experiencia y juventud… Se amontonan los motivos para que Vélez merezca el título y la gente despida a su equipo con ese “en la cancha de Racing vamos a ganar y la vuelta vamos a dar”. Se amontonan como esa sensación que invadió Liniers de que ayer era la tarde. Le queda la del domingo.
Fuente: Olé