El próximo 31 de diciembre del corriente año, habrá finalizado la Presidencia de Luis Ignacio Lula da Silva, después de cumplir dos períodos, que se iniciaron el 1º de enero del año 2003. Mi propósito es dar una visión realista de su gestión.
Me parece necesario porque los argentinos, en sus opiniones sobre Brasil, han registrado una evolución bipolar, pasando de un menosprecio injustificado, hace más de cuarenta años, a una sobre valoración actual, igualmente infundada.
A fines de la década del sesenta viajé a Brasil invitado por Roberto de Oliveira Campos, -con los gastos a mi cargo-, quien terminaba de ser el Ministro más importante del gabinete del Presidente Castello Branco. Lo había conocido en una reunión del CICYP en Caracas, donde yo presidí la delegación argentina. En ese momento el PBI de ambos países era casi igual, cuando en la actualidad el PBI argentino es de cuatro a cinco veces inferior. Debido a su extraordinaria amabilidad, pude conocer y conversar con muchos de los principales funcionarios brasileños y concurrí a muchas reuniones de empresarios en San Pablo, acompañando a Roberto Campos. A mi vuelta escribí en La Prensa, gracias a la buena disposición de Tito Gainza, tres artículos sobre la realidad social, política y económica de Brasil, donde expliqué que ese país recorría el camino de un gran desarrollo, siendo en ese momento el Ministro de economía Delfín Neto. No me equivoqué ya que la gestión de los gobiernos militares de Brasil fueron los de más alto crecimiento, desde la posguerra a la fecha, debido sin duda a sus grandes conductores económicos, en particular Roberto de Oliveira Campos y Delfín Neto. Después como Secretario de Agricultura fui invitado una vez por el Gobernador de San Pablo y otra vez me entrevisté con Delfín Neto, que era Ministro de Agricultura en ese momento.
No hace mucho tiempo volví a examinar la política institucional, económica y social del Brasil, y lo publiqué en mi página www.revolucioncultural.com.ar, de libre acceso, en una retrospectiva mucho más amplia.
Esta introducción es para insinuar que no improviso cuando trato de los temas de Brasil.
El Gobierno de Lula da Silva.
Al finalizar el 31 de diciembre la gestión de dos períodos presidenciales, que comprendieron un lapso de ocho años, la economía brasileña habrá crecido un 38%, en términos constantes, de acuerdo con las cifras que publica el Banco Central de Brasil, con una tasa promedio del 4,7% anual.
Comparadas con las tasas de otros períodos como la década de los años 70, en la que superaron el 8 %, fueron tasas bajas de crecimiento.
Pero en todo el período 2003/2010 el Brasil sólo retrocedió en el año 2009 muy levemente, un 0,2%, de manera que se puede decir que tuvo un crecimiento continuado, tan necesario a la economía de todos los países.
Esta ponderación de la evolución del PBI de Brasil, -el indicador más importante de la economía-, si se mide en dólares corrientes, como se publica frecuentemente, da un crecimiento del orden del 300%, ya que pasa de alrededor de 500 mil millones de dólares corrientes, a 1,6 billón de dólares a fines del 2010 (estimados).
Esto se debe a que la moneda brasileña, se ha apreciado alrededor del 80% respecto del dólar, y a que se mide su PBI en dólares corrientes, que también sufren una inflación. Es decir se agrega a la evolución del PBI la valorización del real, y el efecto de la inflación interna.
El crecimiento de los cuatro países emergentes más importantes. (China, India, Rusia y Brasil).
La evolución económica de estos cuatro países revela claramente que Brasil registra el más lento crecimiento, en el período 2003/2010), siendo el ranking encabezado por China, seguida por la India y Rusia en tercer lugar, pero con diferencias muy notorias a favor de los tres primeros. Sintéticamente podemos decir que Brasil ha crecido casi a la mitad de la tasa anual de los otros tres grandes países emergentes. Esto ya desmerece en una cuestión fundamental la gestión de Lula.
Brasil y Argentina.
Para clarificar mi visión del crecimiento recíproco de Brasil y Argentina, me parece necesario anticipar que encuentro muy elogiable la evolución de la economía brasileña, desde la posguerra a la fecha, pero es más por el crecimiento registrado bajo los gobiernos civiles -1945/1964- y de los gobiernos militares, de 1964/1985, que de los últimos gobiernos civiles 1986/2010. Así como soy severo crítico de la evolución argentina de 1945 al 2010, por la irracionalidad de nuestra conducción económica, sin salirme de la limitación del artículo.
No hago excepción respecto del periodo 2003/2010, en el que nuestro país creció al 70%, porque se mide con relación a un período que había bajado el 20%, desde 1999/2002. Se debe medir con relación al año 1998, y entonces el crecimiento es del 5,26% promedio anual, que para un país que tiene un inmenso atraso relativo, no es aceptable.
Frecuentemente se recuerda el beneficio derivado para nuestro crecimiento de la valorización de los términos del intercambio, pero se debe agregar como muy importante la apreciación del valor del real y del peso chileno, porque han facilitado nuestras exportaciones a esos dos países. Estimo sin embargo que con esto último no debemos contar para el futuro.
El ejemplo de Corea del Sur.
Para justificar mi punto de vista me parece necesario traer el ejemplo de Corea del Sur, un país 26 veces más pequeño que la Argentina, -similar a la superficie de la provincia del Chaco-, con una población sólo un 20 % superior a la nuestra, cuya democracia se inicia en 1987, -con anterioridad tuvo gobiernos militares-, que hasta el año 1980 su PBI era inferior a la economía Argentina y a la del Brasil, en más de un cincuenta por ciento, pero que en el trienio 2004/2006 tiene un PBI igual al de Brasil, y luego pierde posiciones frente a Brasil sólo aparentemente, por la sobre valorización de la moneda brasileña. Es decir si comparamos el crecimiento del PBI de ambos países, después de haberse igualado, en el 2005, en valores constantes de sus propias monedas, -reales y won-, Brasil crece un 15% y Corea del Sur un 19% entre el 2005 y el 2010. Por tanto si no fuera por la apreciación de su moneda la economía coreana sería más fuerte que la brasileña.
Corea del Sur duplica las exportaciones brasileñas, produce más automóviles que Brasil, tiene 29000 dólares de valor per cápita, contra 10.000 dólares medidos en poder de compra, cuenta con una poderosa industria pesada y de armamentos, y mantiene un stock de reservas mucho más alta que Brasil, una inflación más baja, del 3% y un desempleo menor, del 3,7%. Esto es lo que debió ser la Argentina, con mucho menos esfuerzos que Corea del Sur.
Los defectos del gobierno de Lula da Silva.
Lula tuvo dos graves errores en su política económica. La primera fue mantener una tasa de interés de descuento del Banco Central notablemente más elevada que la misma tasa de los demás bancos centrales del mundo. Esto dificultó la financiación de las empresas de capital nacional y retrasó el crecimiento.
El segundo error fue permitir una valorización del real muy superior a la del euro por ejemplo, y más elevada que la de cualquier otra moneda del mundo. Esto dificultó las exportaciones industriales brasileñas.
Sin embargo como siempre no todos los efectos son negativos y deben reconocerse algunos efectos positivos. Ellos fueron por una parte actuar como un fuerte atractivo para la captación de capitales extranjeros, con lo que se formó un fuerte mercado interno de capitales, y de ahí el extraordinario desarrollo de la Bolsa de Valores de San Pablo. El segundo efecto favorable, fue el aumento de la capacidad adquisitiva del salario y su proyección política.
Pero, repito, tuvo el costo del menor desarrollo económico del Brasil como muestran las tasas reales de su crecimiento.
Los aciertos.
Los aciertos de la política de Lula fue en primer término mantener el proceso inflacionario controlado alrededor de tasas aceptables, es decir que no comprometían la estabilidad, alrededor del 3 % anual.
En segundo acierto fue poner en ejecución un plan de subsidios sociales de ayuda directa, que mejoraron la situación de las clases de menores ingresos, con una mayor prontitud que lo que permiten las leyes del mercado y del empleo.
En tercer término su política contra la corrupción fue aceptable porque se supo desprender de todos aquellos colaboradores que quedaron comprometidos, sin que el Presidente fuera alcanzado.
Por último no permitió que la izquierda pudiera afectar los cuadros de las Fuerzas Armadas, para castigar la represión de la que el mismo fue víctima, porque la responsabilidad fue y es de los gobiernos, no de los militares, que deben cumplir con las órdenes que reciben.
Por último llevar a cabo una guerra decidida y exitosa contra el narcotráfico, con intervención de las Fuerzas Armadas.
Fuente: Por Mario Cadenas Madariaga para el Informador Público