En apenas cinco minutos, el nuevo goleador del Final metió un doblete para que Colón siguiera de racha y le ganara 2-1 a Newell’s. La Lepra, que prioriza la Copa, jugó con varios suplentes y no pudo treparse a la cima.
Atrevido, con el motor a todo vapor. Así marchaba Newell’s en las tres competencias que está afrontando en 2013. Ya metido entre los dieciséis mejores equipos que disputan la Copa Argentina, envalentonado por el triunfo ante Deportivo Lara que lo dejó al borde de la clasificación a los octavos de final de la Copa Libertadores y firme en el Torneo Final, donde sacaba pecho por sus últimos cuatro triunfos seguidos. Sin embargo, el trajín de partidos obligó a Gerardo Martino a rotar nombres y a poner mayoría de suplentes para recibir a Colón. Había que regular las energías para no perder de vista el objetivo de seguir luchando en todos los frentes. Y la ausencia de figuras como Ignacio Scocco (arrancó en el banco) le pasó factura. Perdió 2-1 en su cancha y se quedó con las ganas de treparse a la cima de la tabla, aunque fuera por un rato.
La primera parte fue aburridísima. La lucha por la pelota pasó en gran parte por la mitad de la cancha y sólo un remate de Horacio Orzán controlado por Diego Pozo provocó una escasa sorpresa. Sin dudas, se estaban guardando lo mejor para el segundo tiempo.
Las emociones llegaron todas juntas, en un puñado de minutos. A los seis, Emmanuel Gigliotti rompió el cero con una volea mordida que dejó sin chances a Sebastián Peratta. Cinco minutos después, el nuevo goleador del Final ratificó que, en la mayoría de los casos, dos cabezazos en el área son gol y puso el 2-0. El segundo cachetazo pareció haberle tocado el orgullo al local. Scocco ingresó por Maxi Urruti y en la primera pelota que tocó habilitó a Orzán, para que el mediocampista definiera ante la salida de Pozo. Descuento y esperanza, que quedó tan sólo en eso. Así, la Lepra se quedó con las manos vacías y Pablo Morant, que fue expulsado por demorar un cambio, consiguió su segundo triunfo como DT interino del Sabalero.
Fuente: LA Razòn