Canapino se consagró a los 20 años como el campeón más joven del Turismo Carretera. Sólo le servía llegar primero y, de punta a punta, dominó con su Chevrolet: “No caigo, fueron las 25 vueltas más largas”.
“Lo soñé, pero no lo había imaginado tan pronto. Un día soñé con correr en TC y ahora lo estoy disfrutando”. El día de su debut en la máxima categoría del automovilismo argentino se subió al tercer lugar del podio en Mar de Ajó. Tenía apenas 19 años en febrero de 2009. “Esto es un sueño para mí, fueron las 25 vueltas más largas de mi vida, realmente me siento muy feliz. Soñar lo soñé desde que nací, pero nunca me imaginé que iba a llegar un día así. Creo que van a pasar muchos días para darme cuenta de lo que ha sido esta carrera. Todavía no caigo de lo que significa salir campeón”. Ahora, con apenas 20 pirulos y 32 competencias en el Turismo Carretera, se convirtió en el piloto más joven en quedarse con el uno en las puertas y el techo. “Lo primero que voy a hacer es festejarlo con mi familia. Esta alegría hay que disfrutarla mucho y lo voy a hacer también con los hinchas de Chevrolet”, pronuncia entre papeles plateados, con los brazos hacia el cielo y la mirada en el futuro. Mañana es hoy, y hoy es el día del niño.
Con la simpleza de un chico, pero con la frialdad de un grande, Canapino manejó como hay que hacerlo en una final y se consagró campeón de TC más joven con sólo 20 años y 10 meses, superando por casi un lustro a Guillermo Ortelli.
Nacido en Arrecifes, ayer se bancó en al asfalto hirviendo de Buenos Aires las embestidas de Norberto Fontana, Mariano Werner y Omar Martínez. El viernes y el sábado clasificó para asegurarse una buena largada ayer. Y lo hizo. Salió primero en la segunda serie, la ganó y se ubicó en el primer lugar de la final. Y, de punta a punta, nunca dejó de acelerar y de manejar con la punta de los dedos, con prolijidad y astucia para sortear, por ejemplo, un manchón de aceite -el año pasado, Pechito López se despistó y perdió el campeonato-. “Sí, yo arriba del auto tengo miedo, pero me gusta el miedo. Es una linda sensación. Es una mezcla de adrenalina con coraje”, se definió luego de disputar su primera carrera en el TC, cuando ya estaba decidido a dejar su huella.
“No me puedo sacar las carreras de la cabeza. Todos los días son carreras. No disfruto la otra parte del automovilismo, como las notas, la TV… Yo disfruto manejar y es por lo que voy a luchar”. Se esforzó tanto que dejó con la boca abierta hasta su padre, el conocido preparador Alberto Canapino, que ya lo vio campeón en la Copa Megane (2007) y en el TC Pista (2008). Con un Chevrolet con preparación mecánica de Carlos Laborito y de su padre en el chasis, este año acumuló puntos ganando 8 series y otros puestos que le posibilitaron integrar la nómina de 12 postulantes a la Copa de Oro.
No corrió en karting ni en monopostos, como lo hace la mayoría. Su papá no tenía plata. Tampoco confianza. El pibe, fanático de Ayrton Senna, lo sorprendió. “No le temo al fracaso. Tengo los pies sobre la tierra”, analiza. “Es verdad, mi escuela fueron los simuladores”, se divierte mientras llora con los mecánicos. Así es la nueva vida del campeón: puro vértigo. Y, como se lo ve, es su estado ideal. Feliz día del niño, Agustín.
Festejá a lo grande.
Fuente: La Razón