Se distanció del PJ, intendentes, gobernadores, diputados y empresarios.
Cuando comenzó 2012, Cristina Kirchner venía de ganar las elecciones con el 54 por ciento de los votos, gozaba de una imagen positiva sin precedente y estaba rodeada de hombres de máxima confianza y aliados de peso en todos los campos de la escena política nacional.
Un año después, la Presidenta no sólo ha perdido buena parte de su popularidad, sino que además se encamina hacia un difícil test electoral con una base de sustentación política mucho más angosta por la pérdida de apoyos políticos. En doce meses dejó en el camino vínculos con gobernadores, intendentes, sindicalistas y empresarios. Y, además, una relación tensa con todo el PJ, a partir de que responsabilizó al partido de haber estado detrás de los saqueos a supermercados de 1989, 2001 y de diciembre pasado.
En esos términos, 2011 fue un año de pérdidas de figuras de referencia y nulas incorporaciones, como ocurría en otras épocas.
El podio de aliados que quedaron en el camino tiene dueños indiscutibles: Hugo Moyano, José Manuel de la Sota y Daniel Peralta. El camionero motorizó la ruptura de la CGT y se convirtió en uno de los principales críticos de la Casa Rosada; el gobernador de Córdoba avanza con sus reclamos de fondos, y su par de Santa Cruz se convirtió para el Gobierno en sinónimo de la más baja traición.
La lista incluye a diputados, como Jorge Yoma, Facundo Moyano y Omar Plaini, y a empresarios como los Eskenazi, que pasaron de controlar parte de YPF a ser casi culpables de la crisis energética. También alcanza al ex procurador Esteban Righi, un histórico que terminó expulsado por una denuncia de Amado Boudou que luego la Justicia desestimó.
«Estamos ante una mezcla de prepotencia e ineptitud», sentenció Yoma. «Ese cóctel explosivo se ve en la relación con las provincias, con la Justicia y con los medios, en la política económica y en el Parlamento, cada vez más parecido a un cuartel», enumeró a LA NACION.
Cerca de los que ya dijeron adiós se ubican quienes en los últimos meses dieron señales claras de que podrían saltar el cerco en cualquier momento.
En esa otra lista sobresale Daniel Scioli, en relación oscilante con la Casa Rosada desde que dijo en público que quería ser candidato a presidente. En los últimos tiempos, el gobernador bonaerense dio tantas señales de fidelidad al kirchnerismo como de autonomía. «Tengo diferencias con Cristina, pero nos llevamos bárbaro», fue la última frase de su repertorio.
También el salteño Juan Manuel Urtubey se anotó en la carrera de 2015. «Me gustaría ser presidente», dijo antes de terminar el año. El correntino Ricardo Colombi estudia sumarse a De la Sota en el reclamo de fondos a la Nación, con el condimento de su provincia elegirá gobernador este año. Desde distintos lugares, ambos estuvieron cerca de Cristina tras su reelección.
En el universo de los que todavía esperan para romper hay intendentes, tanto o más dependientes que los gobernadores del humor de la Casa Rosada para girarles fondos. Sergio Massa está decidido a construir alianzas con sus pares y ya no lo oculta. Su par de Hurlingham, Luis Acuña, apoyó una eventual candidatura de Scioli. Carlos Selva, intendente de Mercedes, es uno de los que conviven con el avance de La Cámpora en su distrito. El Gobierno apoyó la candidatura de Juan Ignacio Ustarroz, líder de La Cámpora Mercedes, y hermano de crianza del diputado Eduardo «Wado» De Pedro, integrante de la mesa chica de La Cámpora nacional.
«La pérdida responde a una suma de factores: el desgaste propio del paso del tiempo, una conducción crecientemente centralizada, una tendencia a priorizar la coyuntura por sobre los procesos y una tendencia cada vez más pronunciada a creer en visiones conspirativas», sintetizó a LA NACION uno de los hombres que vivieron el destierro en el último año.
Para Alejandro Horowicz la pérdida de aliados no se explica por decisiones de Cristina Kirchner ni por su manera de ejercer el poder, cada vez con menos interlocutores y más refractaria al peronismo tradicional.
«La sangría no tiene que ver con la Presidenta, sino con la crisis de los partidos políticos», analizó ante la consulta de LA NACION el escritor y autor de Los cuatro peronismos . Vinculó los movimientos hacia afuera del redil kirchnerista con esa falta de «contención» de las estructuras partidarias y agregó que la pérdida de apoyos no necesariamente debilita a la jefa del Estado.
El sociólogo Ricardo Sidicaro no dudó: la sangría del último año responde a que la carrera por las candidaturas ya está en marcha. «Están todos expectantes de cómo se va a recomponer el juego político y algunas cuestiones que últimamente desgastaron al Gobierno los alientan a romper», evaluó.
Desde esa óptica analizó la consolidación del «cristinismo» como una fuerza «crecientemente distanciada del PJ» y la vinculó, una vez más, con las elecciones.
lanacion.com