La Paz, 14 oct (PL) Las palabras del presidente Evo Morales sobre la posición de Estados Unidos hacia Bolivia aún resuenan hoy, como una acusación a la superpotencia que se creyó dueña durante años de los destinos del país.
Morales aprovechó el acto de graduación, en la ciudad oriental de Santa Cruz, de 639 nuevos médicos, quienes estudiaron en Cuba, para hacer referencia a los vínculos entre ambas naciones y a los condicionamientos que por décadas impuso Washington a Bolivia.
Estados Unidos, dijo, ç estableció una relación asimétrica y hegemónica con su país, en tanto conspira cada día contra el proceso de cambio que lidera desde 2006.
El primer mandatario indígena en la historia de Bolivia, insistió en la necesidad de refrescarle a algunos la memoria sobre las políticas de Washington hacia Bolivia antes de 2006, cuando asumió el poder, y después.
Estados Unidos, afirmó, quiere imponer al país andino sus políticas económicas, con la intención de someterlo a la doctrina de seguridad global, para «convertir a Bolivia en un peón político a nivel internacional».
Aseguró que embajadores de aquel país tuvieron vínculos con narcotraficantes y recalcó que a Estados Unidos nunca le interesó el desarrollo de Bolivia, porque cuanto más pobre, más dependiente.
A Estados Unidos nunca le interesó que Bolivia venciera en la lucha contra el narcotráfico, dijo, porque más droga significaba más injerencia de la DEA (Agencia Antidrogas de Estados Unidos, expulsada del país en 2008, bajo acusaciones de conspiración).
Al mismo tiempo, el jefe de Estado boliviano cuestionó la permanente descertificación estadounidense a la lucha contra el narcotráfico y a la erradicación de cocales ilegales, cuando organismos internacionales, como Naciones Unidas, reconocen los esfuerzos de su Gobierno.
«A Estados Unidos jamás le interesó que Bolivia fuera un país democrático, justo, participativo. Todo lo contrario: su tarea fue la de dividirnos hacernos enfrentar a unos y otros», recalcó.
Al mismo tiempo, insistió que desde que asumió la presidencia, en 2006, las diferentes administraciones en Washington conspiraron contra su gobierno, aunque recalcó que no se trata solo contra su gestión, sino frente a la liberación económica, cultural, social y financiera de su país.
Según el presidente, varios hechos tienen el sello de la embajada estadounidense, como la designación del embajador Philip Goldberg, «un experto en promover e impulsar la división», como lo hizo en la desaparecida Yugoslavia, donde impulsó el odio racial y produjo guerras civiles con miles de víctimas.
«Quería que Bolivia sea como Yugoslavia, por eso dirigió personalmente la confrontación interna. Primero trató de hacer fracasar la Asamblea Constituyente, con cientos de pretextos», puntualizó al asegurar que se impulsaron otras maniobras «organizadas desde la embajada».
También denunció que ese diplomático organizó y financió el denominado «golpe prefectural de 2008», después de malograrse su intento de boicotear la Asamblea Constituyente y de «fracasar en el referendo revocatorio».
Morales aclaró que «solo cuando expulsamos a Goldberg hemos podido frenar esas profundas y directas maniobras de conspiración al proceso de cambio. Y no me arrepiento de haberlo hecho. Estoy orgulloso. Porque todo ha sido por la dignidad de Bolivia, por la soberanía, por este proceso de cambio».
Recordó, sin embargo, que la salida del embajador no significó que Estados Unidos se mantuviera al margen, e insistió que mantienen sus operaciones a través de algunas Organizaciones No Gubernamentales.
«Nunca nos perdonará (Estados Unidos) por la nacionalización de los hidrocarburos, los cambios profundos. No nos perdonará que nos liberamos de ellos. No nos perdonaran porque nos descolonizamos de ellos, sobre todo no aceptarán jamás la nacionalización de los hidrocarburos», aseguró Morales.