Pragmático, tan elogiado por su habilidad para el armado territorial como criticado por sus cambios de «camiseta» política, el ministro de Gobierno porteño militó en la Ucedé junto con Massa, Boudou y Echegaray, se volcó al peronismo y hoy apuesta todo por ver a su jefe en la Casa Rosada
Por Jaime Rosemberg | LA NACION
Los peronistas pedimos perdón y no permiso», se ríe Emilio Monzó mientras se acomoda en una de las oficinas del Ministerio de Gobierno porteño, algo anárquica, repleta de papeles y con un pizarrón donde figuran las próximas jugadas políticas de su jefe, Mauricio Macri.
Parece una frase hecha, salida de la boca de un político joven pero experimentado que, a los 46 años, enfrenta uno de los desafíos más difíciles de su carrera. Nacido y criado en el interior bonaerense, el ex ministro de Agricultura de Daniel Scioli en los violentos tiempos de la resolución 125 tiene como misión «vender» a intendentes, dirigentes políticos y personalidades del espectáculo y el deporte la candidatura presidencial del jefe de gobierno porteño. Un hombre que soporta día a día la implacable presión política del kirchnerismo y que ya declinó en tres oportunidades sus chances de pelear por llegar a la Casa Rosada.
A poco de conversar con el flamante ministro de Gobierno porteño queda claro que, más allá de la retórica, Monzó es un político pragmático, que no duda a la hora de actuar en lo que él denomina «mis convicciones», y que sus detractores -antiguos y actuales- califican como una irrenunciable vocación por estar, siempre, cerquita del calor del poder.
Sus movimientos sin prejuicios y sus sonoros cambios de camiseta política sorprenden e irritan por igual a propios y extraños. Desde su temprana juventud en la Ucedé de Alvaro Alsogaray, allá por la mitad de la década del 80, hasta su presente junto al jefe de gobierno porteño, pasaron décadas en las que Monzó logró una «licenciatura acelerada» en peronismo («los conozco a todos, sé cómo juegan», se ufana) y se convirtió en experto en el siempre intrincado «armado», consistente en seleccionar y atraer dirigentes en pos de lograr adhesiones para su proyecto. ¿Su estilo? «Entrador, simpático y muchas veces algo exagerado», coinciden las fuentes.
Fue su conocimiento del terreno más árido e importante del país la razón por la que Francisco de Narváez lo contrató, cuando venía de derrotar a Néstor Kirchner en las elecciones legislativas de 2009 y soñaba despierto con ser presidente, o al menos gobernador bonaerense. Idénticas motivaciones llevaron a Macri, a quien conoce desde hace dos décadas, a invitarlo a sumarse a un espacio que Monzó define como «reacio a la incorporación de nuevos dirigentes, porque es un espacio ganador», y en el que aún hoy muchos dirigentes lo miran de reojo. Con modos de señorito inglés, trajeado y con gaseosa light en la mano, él dice que los resquemores son «razonables», pero que dejará «la vida, el alma y el tiempo que tengo» para convencer a los descreídos y lograr que Macri, a quien define como «mucho más previsible» que todos sus jefes anteriores (incluidos Néstor Kirchner, Florencio Randazzo y Felipe Solá), llegue a la Casa Rosada en diciembre de 2015.
Monzó mamó política casi desde la cuna. Su padre, un español liberal con quien comparte nombre, fue concejal de su pueblo, Carlos Tejedor, aunque su «padre político», el ucedeísta Francisco de Durañona y Vedia, fue quien lo instruyó en el arte de la negociación política. «Era muy militante, con mucha carga ideológica por la época que se vivía. Pero no soy el mismo de entonces», se ataja Monzó, que compartió militancia nacional en la Ucedé con kirchneristas famosos como Sergio Massa, Amado Boudou y el actual titular de la AFIP, Ricardo Echegaray. Sobre el vicepresidente tiene un recuerdo vívido y divertido: «Era igual que ahora. No militaba, era el disc jockey», se ríe hoy. Del intendente de Tigre, en cambio, tiene un gran concepto: «Es un amigo y uno de los mejores administradores del país. De nuestra generación es el que más futuro tiene», afirma. Lo curioso es que cerca de Massa no lo tratan con demasiado cariño. El año pasado, luego de declaraciones en las que blanqueaba sus intenciones de atraer a Massa hacia Pro, el senador massista bonaerense Jorge D’Onofrio lo tildó sin piedad de «enano político vende humo». Otro dirigente cercano a Massa lo califica como «un tipo simpático, caminador, al que le cuesta estar lejos de donde se cocina el estofado».
Fuente: La Nación