El premier, que anoche presentó su dimisión, reasumirá su cargo; el canciller Kouchner se iría. Nicolas Sarkozy lanzó anoche la primera etapa de su esperada reorganización gubernamental al aceptar la renuncia del premier François Fillon y de su equipo.
El presidente también decidió hacer durar el suspenso hasta hoy para anunciar, casi con seguridad, que el hombre que conducirá ese nuevo gobierno será el propio Fillon.
Tras seis meses de suspenso y especulaciones, la información fue hecha pública mediante un simple comunicado de prensa del Palacio del Elíseo: «En aplicación del artículo 8 de la Constitución, François Fillon presentó al presidente de la República la renuncia de su gobierno», rezaba el escueto comunicado.
«No haremos otro comentario. Cada cosa a su debido tiempo», indicó Frank Louvrier, consejero en Comunicación del Elíseo. Pero fuentes extraoficiales de la presidencia dieron por descontado que Fillon será reconfirmado en sus funciones.
Con esa decisión, Sarkozy opta finalmente por la continuidad en vez de hacer un gesto hacia el centro, nombrando al actual número dos del gobierno y ministro de Ecología Jean-Louis Borloo.
La decisión de acelerar la reorganización tomó de sorpresa a los allegados del presidente, que esperaban el anuncio recién para la semana que viene. «Sarkozy quiere sobre todo demostrar que es dueño del calendario y que es él mismo quien decide», comentó un miembro de la Unión para una Mayoría Popular (UMP).
Durante la jornada, desde la ciudad de Bordeaux, el ex primer ministro Alain Juppé había transgredido el protocolo institucional anunciando en forma implícita su retorno al gobierno. Según diversas fuentes, Juppé debería asumir la cartera de Defensa, cuyo titular es actualmente el centrista Hervé Morin.
Anunciada en junio pasado, esta reorganización terminó transformándose en un dolor de cabeza para el jefe del Estado, que detesta ese tipo de ejercicio. Con el correr de las semanas, se transformó en una auténtica pulseada entre Fillon y Borloo.
Borloo contó durante un tiempo con las simpatías del jefe del Estado en aras de una imprescindible unión de la derecha (entre conservadores y centristas) para las elecciones presidenciales de 2012.
También lo beneficiaba la necesidad de dar un «giro social» al gobierno, destinado a emparchar la relación con los sindicatos y corregir la imagen de «presidente de los ricos» que arrastra Sarkozy desde que asumió.
La rivalidad entre ambos hombres -que se detestan-, las frases asesinas y hasta las zancadillas mutuas alimentaron en forma cotidiana los comentarios de la prensa y las reuniones políticas durante semanas.
La popularidad de Fillon
Al cabo de ese período de agitación, Sarkozy debió rendirse a la evidencia de que no tenía otra opción más que conservar a Fillon en su puesto: primero, porque su primer ministro cuenta con el apoyo masivo de la mayoría parlamentaria; segundo, porque contrariamente al derrumbe de su propia popularidad (35%), Fillon, con 48% de opiniones favorables, es uno de los hombres políticos más apreciados de los franceses.
Anoche, en vísperas del veredicto final, ministros y parlamentarios afinaron sus pronósticos sobre la composición del nuevo equipo, que se anuncia más reducido que el anterior y con mucha menos apertura hacia otros sectores políticos.
Según esas estimaciones, dejarían sus funciones Bernard Kouchner, ministro de Relaciones Exteriores; Hervé Morin, de Defensa, y Michèle Alliot-Marie, de Justicia.
Contrariamente a los rumores que lo daban como futuro titular de un ministerio, Claude Guéant debería conservar su puesto de secretario general de la Presidencia, lo mismo que Brice Hortefeux, al frente del Ministerio del Interior.
Borloo podría heredar la cartera de Cohesión Social, de Justicia o de Relaciones Exteriores. De este modo, se evitaría que rinda cuentas en forma demasiado directa a Fillon.
Como la reorganización en curso debe ir acompañada de cambios en la cúpula de la UMP, también circula el nombre de Jean-François Copé para suceder a Xavier Bertrand al frente del partido presidencial.
Sea cual fuere la estructura final del gobierno, todos los miembros de la derecha ven con alivio el fin de la «pesadilla de la reorganización». «Sarkozy anunció esa reestructuración para calmar a su partido después de la bofetada de las elecciones regionales, pero terminó cayendo en su propia trampa», dijo un ex ministro.
Sin embargo, hay quienes temen los resultados. «Si toda esta agitación concluye con la confirmación de Fillon, la llegada de Juppé y el traslado de Copé, los franceses terminarán por decir: ¿y todo eso para esto?», se lamentó un miembro de la UMP.
Fuente: lanacion