RANGUN.- Tras siete años y medio de cautiverio y en medio del júbilo de miles de partidarios, la dirigente birmana Aung San Suu Kyi, Nobel de la Paz y símbolo de la lucha por la democracia, quedó en libertad ayer luego de que expiró su más reciente pena de detención, lo que supone un fuerte desafío para la junta militar que gobierna el país.
«Si trabajamos en unidad, lograremos nuestro objetivo. Tenemos mucho que hacer», apuntó Suu Kyi, en un breve discurso que ofreció en su domicilio tras ser liberada y en el que agradeció la presencia de unos 5000 partidarios suyos.
La dirigente, conocida como «la Mandela de Asia» (ha vivido 15 de los últimos 20 años en cautiverio por luchar para restaurar la democracia en su país), apareció sonriente en su residencia, con su tradicional chaqueta y una flor en el pelo, mientras la multitud cantaba, la aclamaba y entonaba el himno nacional.
La liberación de Suu Kyi, de 65 años, llegó una semana después de las elecciones que consagraron a un partido afín a la junta militar y que potencias occidentales criticaron por supuesto fraude.
Los resultados, difundidos poco a poco, dieron al Partido Unión para la Solidaridad y el Desarrollo, favorable a los militares, la mayoría en ambas cámaras del Parlamento.
Sin embargo, persisten las dudas de hasta qué punto la junta militar, encabezada por el general Than Shwe, podrá resistir la liberación de Suu Kyi. De hecho, las tentativas anteriores de los militares para controlar a la opositora en libertad fracasaron estrepitosamente. La última vez en que la junta dejó a la dirigente opositora en libertad de movimientos fue en 2002. Pero ella se hizo tan popular que las autoridades volvieron a enclaustrarla en su casa de Rangún al año siguiente.
El partido Liga Nacional para la Democracia (LND), de Suu Kyi, ganó por amplia mayoría las elecciones de 1990, pero los militares se negaron a entregarle el poder.
Suu Kyi ha demostrado gran valor una y otra vez en la lucha por la democracia desde 1988.
Luego de pasar gran parte de su vida en el exterior, regresó para cuidar a su madre enferma en momentos en que se producían enormes manifestaciones contra el régimen militar, que cumplía 25 años.
Rápidamente se vio al frente del movimiento, sobre todo porque era hija del general Aung San, un héroe de la lucha por la independencia contra Gran Bretaña, asesinado por sus rivales políticos.
Tras la sangrienta represión de las manifestaciones, participó en la fundación de la LND. Su actitud le granjeó fama y honores, incluido el Premio Nobel de la Paz de 1991.
Agencias AP, AFP y EFE