EL ALBA Y REPSOL

Andrés Soliz Rada

Repsol, después de la notable victoria que obtuvo al constituir el
primer Fondo de Inversión con un pueblo indígena, por 14 millones de
dólares, calificado por los guaraníes de */“aporte específico y concreto a las reivindicaciones de las comunidades bolivianas y latinoamericanas”/*, por las perspectivas que abre a futuros convenios
entre transnacionales y “naciones” precolombinas, ha logrado otro
avance inimaginable, al apadrinar una lujosa fiesta, a la que
asistieron 400 invitados, para celebrar el séptimo aniversario de
creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA). El evento tuvo lugar en el Hotel Intercontinental de la
capital española y estuvo presidido por los embajadores Carmen
Almendras, de Bolivia; Alejandro Gonzáles, de Cuba; Aminta Buen año,
de Ecuador; Augusto Zamora, de Nicaragua; y Bernardo Álvarez, de
Venezuela. El invitado de honor y centro de atenciones fue el
presidente de la petrolera, Antoni Brufau (“El País”, Madrid,
22-02-12).

El periodista Pablo Ximenez de Sandoval considera que la recepción
social fue, en realidad, una culminación de acuerdos logrados por
Repsol con gobiernos del ALBA. En Bolivia, luego de haber invertido
900 millones de dólares en años precedentes, anunció que desembolsará
otros 475 millones, para desarrollar campos de gas destinados a la
exportación, varios de los cuales son parte del territorio que
controla la Asamblea del Pueblo Guaraní Itika Guazú (APG IG), que,
asesorada por la ONG Nizkor, vinculada a Soros y Rockefeller,
suscribió el Fondo de Inversión, del que los indígenas reciben una
rentabilidad del 10 % del capital, es decir 140.000 dólares mensuales.
Repsol anunció inversiones en Venezuela por 1500 millones de dólares
en meses venideros. En Ecuador, la cifra ascenderá a 134 millones. En
Cuba se apresta a explotar el petróleo del Golfo de México en aguas
territoriales cubanas.

No resulta fácil conciliar los duros discursos antiimperialistas de
Evo Morales, Raúl Castro, Rafael Correa y Hugo Chávez con convenios
suscritos por Repsol que es, a su vez, socia en importantes
emprendimientos con la estadounidense Exxon Mobil y la inglesa British
Petróleum, ambas consideradas principales responsables de invasiones y
bombardeos a Irak, Afganistán y Libia, a fin de consolidar su control
sobre reservas de hidrocarburos. Paradójicamente, el argumento central
para crear el ALBA, la CELAC, UNASUR, el MERCOSUR y la CAN residió en
el anhelo latinoamericano de detener, mediante políticas de
integración, el abuso de petroleras, articulas a Paraísos Fiscales,
fabricas de armas y tráfico de drogas.

Si bien podría sostenerse que el acontecimiento no rebasó los límites
protocolares, vale la pena recordar que el coordinador del Espacio
Económico del ALBA (ECOALBA), Diego Borja, sostuvo que el tratado
bolivariano no se reduce a buscar una integración comercial, “sino que
está vinculada con voluntades sociales, políticas y comunicacionales”,
que buscan compartir una visión de futuro. Añadió que el ALBA está
inmersa en una disputa simbólica, en una lucha de ideas, en la que “no
se puede ceder terreno… en términos de profundizar una transformación”
(ALAI – AMLATINA, 22-02-12). Vale la pena evaluar si las fotografías
difundidas por los medios de comunicación de los embajadores del ALBA
y Brufau fortalecen o debilitan la voluntad social de nuestros pueblos
de construir espacios alternativos en el conflictivo mundo moderno.

Desde la óptica indigenista, los acuerdos con Repsol tampoco sonfáciles de armonizar con sus postulados. El sociólogo portugués
Boaventura de Souza Santos, acaba de acusar a los Movimientos de
Liberación Nacional de la América morena, de haber sido */“muy
dependientes de la cultura y de la modernidad occidental”/*. Su
condena está dirigida a esos nacionalistas que pretendieron rescatar
recursos naturales estratégicos de manos del capital financiero
internacional, como Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en la
Argentina, Juan Velasco Alvarado en Perú, Alfredo Ovando en Bolivia o
Salvador Allende en Chile. Frente a esa tendencia, Boaventura enarbola
un indigenismo que, según dice, rescate “otras formas de pensar”,
“otras formas de imaginar el mundo”, “otras cosmogonías”, “otras
cosmovisiones”, que estaban suprimidas y silenciadas”. (“Rebelión”,
22-02-12). El desafío pasa por saber si esas metas son susceptibles de
ser alcanzadas a través del fortalecimiento de estados nacionales en
vías de consolidación o mediante su atomización, como pretenden las
petroleras y las ONG.