La crudeza de la crisis está empujando al gobierno hacia los límites de su relato. El desaceleramiento de la economía, la baja del consumo y la paralización que afecta a cada vez a más sectores de la industria a causa del freno a las importaciones dispuesto por Guillermo Moreno, crean las condiciones para un nuevo contexto político. Sería un milagro que, con una economía golpeada, la presidente y su gestión conservaran niveles de aprobación cercanos al 60 por ciento, como son los actuales. CFK arrancó el año político tratando de tomar vuelo con la malvinización mediática y diplomática. Pero la operación va encontrando sus límites. Por ejemplo, el Departamento de Estado ya aclaró que en su opinión no existe la militarización del Atlántico Sur. Este mensaje coincide con la gélida actitud de los gobiernos de Brasil, Uruguay y Chile, cada vez más remisos a embarcarse en una saga cristinista destinada a distraer a la opinión pública de la grave situación económica. Lo cierto es que hasta ayer no se había registrado en el Consejo de Seguridad de la ONU la publicitada denuncia que iba a presentar el canciller Héctor Timerman. Otro dato: anteayer, Mitt Romney, hoy por hoy el candidato republicano mejor posicionado para acceder a la Casa Blanca, cuestionó a Barack Obama por ser concesivo con el gobierno argentino y no respaldar con suficiente energía a Gran Bretaña en la cuestión de las Malvinas.
La falta de resultados concretos, que parecen cada vez más difíciles de obtener, puede convertir en fallida la malvinización, exponiendo entonces al cristinismo a la pérdida de la iniciativa política y al riesgo del desgaste acelerado. En este marco empiezan las dudas sobre el mediano plazo. En Olivos se parte de la premisa de que un gran triunfo electoral en las elecciones del 2013 abriría las puertas de la reforma constitucional y de una nueva reelección. Pero en un contexto recesivo, el cristinismo puede quedar a tiro del voto castigo. Este peligro existe, al punto de que tanto La Cámpora como Juan Manuel Abal Medina, Carlos Zannini y Julián Domínguez, entre otros, opinarían que la aventura de la reforma constitucional debe ponerse en marcha este año, antes de que el desgaste haga mella en la figura presidencial. El mega aumento de las dietas de los senadores y diputados nacionales sería parte de este itinerario. Mas allá de cualquier argumento que se pueda esgrimir a favor de la medida, en el imaginario colectivo acaba de abrirse un abismo con el Congreso. El creciente desprestigio de las bancadas opositoras las hace entonces más vulnerables a aceptar las presiones oficiales. Las acusaciones dentro de la propia UCR contra Mario Barletta, por sus supuestas negociaciones con el gobierno para acordar el reemplazante del Auditor General de la Nación Leandro Despouy, consolidan la imagen de una oposición cada vez más deslucida.
Es muy significativo que Domínguez esté impulsando en Diputados la aplicación del artículo 55 del Reglamento de la Cámara, que habla de bancadas con al menos tres miembros, con la excepción de las fuerzas políticas que hayan participado de los comicios. Dice la norma: “Los grupos de tres o más diputados podrán organizarse en bloques de acuerdo con sus afinidades políticas. Cuando un partido político existente con anterioridad a la elección de los diputados tenga sólo uno o dos diputados en la Cámara, podrán ellos asimismo actuar como bloque”. Hasta ahora, rige un criterio permisivo que posibilita que haya cada vez más monobloques. Si se aplicara el reglamento, se reduciría significativamente el número de bloques, facilitándose así al oficialismo la captación de los votos para llegar a los dos tercios que exige el artículo 30 de la Constitución Nacional para que se declare la necesidad de la reforma.
Más señales
En este contexto, también importa una reciente frase de la presidente ante dirigentes de La Cámpora: “No le podemos decir a Scioli que no sea candidato a presidente”, dijo. Una llamativa definición que, en realidad, parece destinada a instalar ahora la discusión sobre el 2015. Mientras tanto, el mayor postulante a delfín de CFK para el 2015, Amado Boudou, ve por estos días cómo su destino político se oscurece al compás del escándalo de Ciccone. Cada día que pasa el vice parece menos rival para Scioli, mientras en el entorno presidencial crece la convicción de que sólo la instalación de la reforma puede evitar que empiece la sangría de poder.
Por Carlos Tórtora