El francés ya ha adelantado que propondrá a la canciller medidas para «reforzar el crecimiento y la competitividad de la economía europea» que deberán concretar entre ambos y que irán destinadas al fomento del empleo. En la agenda, el apoyo al euro será tema por demás importante. Tendrán que ponerse de acuerdo, además, sobre la polémica tasa a las transacciones financieras, en buena parte responsable de la ruptura de Inglaterra con la Unión Europea.
Angela Merkel y Nicolas Sarkozy ya se encuentran reunidos en la Cancillería de Berlín. Tendrán que darse prisa para poder tratar, en tan corto espacio de tiempo, todos los asuntos que llevan en la agenda. Su mayor reto para 2012, año de la niebla de la recesión, es no perder, al menos de vista, el camino del crecimiento económico. Sarkozy ya ha adelantado que propondrá a la canciller medidas para «reforzar el crecimiento y la competitividad de la economía europea» que deberán concretar entre ambos y que irán destinadas al fomento del empleo.
Hablarán también de nuevas fórmulas de financiación de la protección social para hacerla menos dependiente del trabajo que terminarán teniendo seguramente repercusión en las reformas que se lleven a cabo en España y comentarán las primeras decisiones que ha puesto sobre la mesa el gobierno Rajoy. Fuentes de la Cancillería aseguran que Alemania considera «cruciales para el euro» los pasos que el nuevo gobierno español vaya dando en los primeros meses de este año.
Tendrán que ponerse de acuerdo, además, sobre la polémica tasa a las transacciones financieras, en buena parte responsable de la ruptura de Cameron con la UE. Merkel es una firme partidaria y podría decirse que su principal impulsora, pero acaba de ver cómo Sarkozy la adelantaba por la izquierda cuando, en un gesto con evidentes intenciones electorales, se desmarcó el pasado viernes del proceso de concertación europeo y anunció que este mismo mes tomará una decisión sobre ese mecanismo presentado como medida anti-especulación. El mismo Sarkozy lo justificó personalmente asegurando que «no esperaremos a que todos los demás estén de acuerdo para aplicarla». Ambos se verán esta semana también con el presidente del Consejo italiano, Mario Monti, que aunque apoya el principio de la tasa, está de acuerdo con Merkel en que se lleve a cabo en el marco europeo, en lugar de que cada uno de los países «vayan en solitario».
Merkel y Sarkozy deben sacar tiempo también para empezar a preparar los asuntos de la primera Cumbre extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno de la eurozona, prevista para el 30 de enero en Bruselas, centrada en buscar una solución viable para el sector financiero europeo, agobiado por los nuevos requisitos de capital del regulador bancario europeo antes del 30 de junio. En el caso de España el Ministerio de Economía ha cifrado en 50.000 millones de euros las provisiones extras del sector por la elevada exposición a los activos ‘tóxicos’ del sector inmobiliario, aunque la cantidad podría ser finalmente más alta. Las dudas sobre si los bancos podrán hacer frente a esas cantidades ha disparado los diferenciales de la deuda italiana respecto al bono alemán por encima de un 7%.
Y además está Grecia. Según un informe interno del FMI filtrado a la prensa alemana, el organismo financiero ha perdido la fe en que el país heleno pueda hacer frente a su deuda a pesar del segundo paquete de rescate aprobado el pasado mes de octubre y se plantean tres opciones que los jefes de gobierno de Alemania y Francia deben sopesar: o se aumentan los recortes públicos, o los acreedores aceptan una quita mayor, o los Estados de la zona euro aumentan su contribución.
Al resto de los socios europeos les gustaría que Francia y Alemania aborden el papel que debe jugar el BCE en la crisis de la deuda y hay ciertas esperanzas después de que el francés se haya referido al asunto diciendo que «todas las instituciones europeas deben asumir sus responsabilidades, como lo hacen los Estados de la zona euro», pero Merkel no está por la labor porque no quiere ese tema sobre la mesa hasta que no esté lista la reforma de los tratados.
Fuente: El Mundo.