Que Mr. Scioli es un fenómeno político está fuera de discusión. Su falta de luces es tan brillante que encandila, pero su nombre rebota por aquí y por allá, se sumerge y vuelve a emerger, desaparece y vuelve a aparecer en las inestables arenas de la política argentina como candidato a todo. Carente absoluto de ideología alguna, predicador irredento de los más comunes de los lugares comunes, autor de frases célebres por su profundidad como la olvidable «con el hambre no se jode» y de iniciativas tan peregrinas como la baja de la edad de la imputabilidad, ha vuelto del infierno de su impotencia frente a la inseguridad para sonar en los cenáculos políticos como el «candidato de reserva» para candidaturas varias tanto en los cálculos estratégicos del Peronismo Federal como del kirchnerismo.
Su reconocida ubicuidad y su dignidad de goma, que los malpensados tildan de «felpudismo», ha llevado al extremo de que algunos analistas de pluma estelar – los mismos que se admiraban del brillante intelecto de Cristina Kirchner – en el paroxismo de su desconcierto, comparen metafóricamente su sumisión canina ante las afrentas y las exigencias de sus patrones políticos con la enorme dignidad de Mohandas Karamchand Gandhi frente al poder de los conquistadores ingleses.
Como en una charada diabólica es tan difícil decir de él algo malo como algo bueno. ¿Quién puede decir que una infusión de boldo es nociva? Y por el contrario ¿Quien puede asegurar que sirve para algo?. Increíblemente ése, es su mejor capital para figurar en los primeros escalones de algunas encuestas y fantasear con sueños presidenciales.
La insoportable levedad de su consistencia política surge ante el mínima contraste de su limitado discurso de 300 palabras con la solvencia intelectual de un Fernando Henrique Cardoso, la profundidad del pensamiento de un Pepe Mujica, la autoridad moral de un Lula Da Silva o la talentosa lucidez de un Alan García por citar sólo ejemplos vecinos.
Es cierto que la comparación puede parecer injusta porque todos ellos se han forjado desde su mas temprana juventud en las luchas políticas de altura, preñadas de ideales y de legítimas ambiciones de protagonismo, han ganado y perdido mil batallas y su personalidad se ha acrisolado en los avatares de esos combates de ideas sobre lo que es mejor para una sociedad. Detrás de ellos hay una larga historia. Detrás de Mr. Scioli hay poco y ligth.
Pero eso es lo que vuelve aún mas misterioso el nivel de expectativas electorales que despierta un sujeto políticamente anodino, cuyos pálidos blasones se emparentan más con las carreras de lanchas que con la cosa pública y cuyas luchas políticas se reducen al uso propagandístico de su fama deportiva por sucesivos mentores y a esquivar balas doblando las rodillas con una impenetrable sonrisa de plástico en las miserables reyertas partidarias libradas en los sótanos de la política.
Sin embargo, la explicación de la misteriosa performance de este personaje no es tan compleja como puede parecer a los asombrados observadores del acontecer político de la Argentina. Mr. Scioli no es un fenómeno en sí mismo, es la síntesis humana de un fenómeno social que no es exclusivo de la Argentina, salvando las distancias es el jardinero Chance creado por el genio del escritor polaco Jerzy Kosinski que inmortalizó el inolvidable Peter Sellers en la película «Desde el jardín» o «Being there» en su título original.
Para los que no la vieron, se trata de la historia del jardinero Chance, un analfabeto al cual una serie de coincidencias lo lleva a vivir en la casa de un millonario, donde muy pronto su extraña manera de pensar y sus simplones refranes de inspiración botánica son tomados como perlas de sabiduría. Su fama crece y crece, pero él no se inmuta hasta que, paso a paso las casualidades y la ausencia generalizada de materia gris lo llevan a ser propuesto ….. para presidente de los EEUU!!!.
Que cierta parte de la dirigencia peronista esté cifrando en la supuesta popularidad de Mr. Scioli sus esperanzas de continuar en el poder no es para nada extraño dado el nivel subsolar de sus líderes, que huérfanos de la grandeza política que se necesita para proyectar a la Argentina hacia su integración al mundo desarrollado, se aferran a cualquier mariposa de colores que atraiga votos con tal de ganar la siguiente elección y acceder a o mantener su mezquina cuota de poder..
Sin duda, el mismo Mr. Scioli, con su reconocida enjundia intelectual podría sintetizar en una de sus sabias máximas la razón suficiente que explica esta distorsión sociológica que lo único que promete es llevar al país a su enésima frustración: «Es lo que hay»
Juan Ruiz, octubre 17, 2010
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