El Regimiento 71 detenido por un fornido esclavo. Los irlandeses, invictos en todas sus batallas, caen en Buenos Aires. Patricio Islas, acriollado, se queda y combate con Lavalle. Una historia válida hoy
Pasado el mediodía de un brumoso 27 de junio de 1806, el hasta ese momento invencible Regimiento 71 de Highlanders, que bajo el mando del general William Carr Beresford dos días antes desembarcó en Buenos Aires, marchaba hacia el fuerte de la ciudad .
Era el mismo regimiento que victorioso en todas sus batallas había combatido en Estados Unidos , en Europa y en Las Indias, conteniendo a Napoleón en San Juan de Acre y luego manteniendo al corso prisionero en la isla de Santa Elena. De allí partió al sur de África derrotando en El Cabo de Buena Esperanza a las tropas holandeses, para invadir posteriormente las costas rioplatenses.
Aparece Braulio
Mientras quedaban fondeados en Quilmes cuatro fragatas, una corbeta y dos bergantines, una de las columnas del 71 avanzaba por la actual calle Defensa. Al aproximarse al convento de San Francisco y pasar frente a la colonial casa familiar de los Gómez de Gómez y Farías, un gigantesco negro esclavo, armado con facón y poncho enrollado en su musculoso brazo, salió a enfrentar a los invasores que detuvieron su marcha. Un soldado celta, rubio y de ojos verdes, también de enorme porte, aceptó el desafío pero, aunque blandía su invicta bayoneta, rápidamente fue derribado por el esclavo que lo alzó por la cintura para arrojarlo contra un poste de la vereda.
El militar quedó sangrando y semi desmayado. Cuando el esclavo se aprestaba a ultimarlo, desde un balcón partió una voz femenina:
“¡No, Braulio! Eso no hace un cristiano. ¡Viva la Patria!”.
El negro levantó la vista y acató la orden. “Tiene razón, niña Tola. Somos cristianos y somos criollos. ¡Viva la Patria!”, respondió y la columna pudo seguir su marcha hacia el Fuerte, pero quedó herido el soldado irlandés, llamado Patrick Island. Pertenecía Island a una tradicional familia de su país quien, por razones de mayorazgo, debió resignarse a ser soldado o cura y optó por la primer alternativa enrolándose en el regimiento 71 que comandaba su tío Beresford y un familiar era capellán. Junto con él quedaron otros heridos tirados en la calle, también golpeados por el negro hasta que pudo ser reducido. Cuando los celtas se alejaron, el propio Braulio ayudado por otros esclavos los recogió alojándolos enresidencia de sus amos. Allí fueron curados con los primeros auxilios hasta que llegó el médico de la familia, el doctor Cosme Argerich.
La casa que los había acogido pertenecía a una familia de hijodalgos españoles venida con don Pedro de Ceballos, afincándose en el norte de Buenos Aires donde tenía su más hermosa estancia.
Los prisioneros fueron acriollándose rápidamente, mientras ensayaban con la guitarra y bailaban minué con las hijas del dueño de casa.
Una historia de amor y nobleza
Así comenzó una historia de amor entre el aristocrático soldado celta y la distinguida niña Bartola, de pelo rubio y ojos pardos, mientras los heridos se reponían recorriendo la amplia residencia ayudados por sus bastones, oyendo misa y rezando el rosario junto a sus captores.
Días después, cuando los criollos fueron a pedirle al dueño de casa su colaboración para armarse contra el invasor inglés, don José Santos de Gómez y Farías, hidalgamente les respondió : “Los soldados que aquí están prisioneros son sagrados para mi por que son mis huéspedes, al huésped lo manda Dios y nadie les ha de tocar un pelo”.
Habiendo aceptado los visitantes esas condiciones, añadió “entonces pueden contar conmigo, con mi hacienda y con mi plata”.
Era el principio de la Reconquista. Fue entonces que Patrick Island y los otros prisioneros, se apersonaron ante don José Santos para explicarle que estaban recuperados de sus heridas y solicitaban permiso para reincorporarse a su regimiento y combatir junto a sus camaradas.
Gómez y Farías creyó justo el pedido y accedió.
Patricio Islas: romántico y valiente
Tras encarnizada lucha los invasores fueron derrotados y emprendieron el regreso . Island y algunos otros acriollados irlandeses solicitaron quedarse en estas ubérrimas tierras. Así lo hicieron, poco después el soldado celta formalizabas sus amores y se casaba con Bartola Gómez y Farías, la niña Tola, en la propia estancia de don José Santos; compraba una estanzuela en San Antonio de Areco y allí se instalaron llevando consigo al negro Braulio como capataz , ya que si bien lo había herido a Patrick luego fue pieza fundamental en su cura y en su romance con Tola. Tuvieron 5 hijos al mayor de los cuales bautizaron Braulio, en reconocimiento a tanta lealtad.
En 1824 y en 1826, insólitamente dada su nacionalidad, ocupó la alcaldía de ese poblado. Por esa época, ya acriollado del todo, cambió su nombre por el castizo Patricio Islas.
Cuando Lavalle con su ejército pasó por la zona rumbo al norte, el aventurero y romántico militar irlandés vendió sus tierras para entregarle el dinero y su caballada al general unitario, sumándose a su fuerza con el grado de capitán de Artillería y llevando como sargento a Braulio. Participó activamente contra las tropas federales, en la defensa de San Pedro y combatió ferozmenta en la derrota de Quebracho Herrado, donde quedó herido, siendo ascendido, por su coraje y capacidad militar, al rango de Comandante.
Herido como estaba, viaja en carreta con los suyos hacia Catamarca donde busca asilo en el convento de San Francisco.
Un día mientras rezaba en el templo, llega una avanzada de las fuerzas de Facundo Quiroga y es detenido decidiéndose su fusilamiento… Dice la historia que cuando iban a matarlo, les grita a sus captores “Bárbaros, eso no se hace en la casa del Señor”.
Acceden a la última voluntad de Islas y lo conducen hasta la esquina, donde es ultimado tras recibir los auxilios de la religión aportados por el propio párroco. Se escucha una salva de disparos y un estrepitoso ¡ Viva la Patria ! e Islas cae con su cara descubierta y los verdes ojos mirando fijamente a sus victimarios. Sin miedo ni lágrimas y con la hidalguía de un valiente soldado, según narra la historia.
Poco después llega el ejército federal y pasa por las armas a los cuatro soldados matadores del irlandés.
Es que lo habían fusilado sin siquiera hacerle juicio sumario ni darle derecho a la defensa.
Algunos podrán preguntarse a que viene esta novelada historia de militares, hidalguía, amor y muerte, protagonizada por antepasados míos. Simplemente surgió en mi memoria el contraste con la historia reciente vivida en estas mismas tierras, después de espeluznarme leyendo sobre el Pozo de Vargas y el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga.
Fuente: Harry García Hamilton
Periodismo de Verdad