Binner-Lifschitz, adiós al poder con saldo a favor

Binner y Miguel Lifschitz terminan sus mandatos con la satisfacción del deber cumplido que representa para todo gobernante dejar la continuidad del poder en manos amigas.
Los derroteros políticos del gobernador y del intendente de Rosario muestran caminos coadyuvantes no sólo en la garantía del traspaso del gobierno hacia dirigentes del socialismo, sino que desde lo personal se van imantados por votos, buena imagen y destino de permanencia en las lides electorales futuras.

Binner transitó cuatro años en la Casa Gris como depositario de fortísimas expectativas tras más de dos décadas de gobiernos justicialistas y luego de intensas promesas sobre el advenimiento de «nuevos y buenos tiempos» para la provincia de Santa Fe. En todo el tiempo de su administración, el gobernador surfeó la ola en la relación con el Poder Ejecutivo Nacional entre altas y bajas según la agenda establecida desde Balcarce 50.

Al margen de los eternos cuestionamientos por los recursos coparticipables entre Nación y provincia, el único tema que explícitamente dividió las aguas aunque sin que jamás la sangre llegue al río, socialistas y kirchneristas convivieron con bastante armonía. El apoyo del binnerismo a la ley de medios (la madre de todas las batallas y luego la joya de la presidenta) y a otras cuestiones clave en el ideario K son reconocidas desde Balcarce 50 al punto de que hace pocas horas el socialismo se alzó con la vicepresidencia tercera de la Cámara de Diputados con inocultable guiño presidencial.

Hacia adentro, la gestión de Binner cabalgó con viento a favor merced a la impronta del gobernador, a quien los santafesinos ven como un hombre austero, poco ampuloso y buen administrador de la cosa pública. Si se hace una rápida caracterización personal de los gustos ciudadanos desde el 91 a esta parte, una determinante une los estilos de Carlos Reutemann, Jorge Obeid y Binner.

El manejo de las finanzas provinciales atravesó momentos de tormenta durante la guerra cruel entre el campo y el gobierno provincial, que tuvo a la provincia como enclave. Por aquellos días, Binner también se ocupó de llevar a la práctica cierta calidad de esgrimista, sin terminar de romper lazos ni con los sectores federados del agro ni con el gobierno nacional. El resultado de aquella posición no fue neutral a la hora de los votos: Reutemann derrotó entonces al Frente Progresista y al gobierno nacional. Sin embargo, rápidamente el mandatario empezó a restablecer lazos.
El tramo final. Las eternas discontinuidades en el justicialismo santafesino, la influencia de Binner adentro del Frente Progresista y la aureola progre que empezó a reverberar con mayor intensidad en la sociedad pusieron al hombre nacido en Rafaela en la primera línea mediática camino a convertirse en candidato presidencial, salcondimentado por el apoyo que su gobierno le dio al proyecto de boleta única, una refrescante iniciativa de Pablo Javkin, avalada por parte del peronismo y el Frente Progresista.

La estrella personal del gobernador se vio reflejada en la coronación de Antonio Bonfatti como mandatario electo. El actual ministro de Gobierno era un desconocido para las mayorías, arrancó en las encuestas con apenas un 6 por ciento de visibilidad y, de la mano de Binner, derrotó en la interna a Rubén Giustiniani y Mario Barletta. En esa compulsa, el socialismo garantizó su permanencia en el poder, aunque el 24 de julio el humorista Miguel Del Sel a punto estuvo de derribar todos los pronósticos. Es en esa diferencia finita con Del Sel donde se reflejan los claroscuros de Binner y del socialismo: esta vez le alcanzó para ganar sin el gobernador en la cancha pero deberán explorar caminos para asentarse territorialmente en toda la provincia y no solamente en las grandes ciudades. Al fin, Binner se aleja del poder con la sensación de la misión cumplida.

Lifschitz experimenta lo propio por estas horas. El intendente de Rosario talló fuertemente como garante de las victorias socialistas en la principal ciudad de la provincia, al punto que se trata de la única gran urbe en la que el kirchnerismo no cantó victoria.

Carta victoriosa. El titular del Palacio de los Leones logró con Mónica Fein una carta de triunfo casi personal (como Binner con Bonfatti) y se va del poder con la sensación de estar legitimado para pelear fuertemente por la Gobernación en 2015.

Sobre los nombres de Binner y Lifschitz cabalgarán hacia futuro todas las especulaciones del derrotero socialista. Pero hoy se van de sus sillones con la inmejorable sensación de haber estado a la altura de las circunstancias

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