El “nuevo” gabinete nacional que acompañará a Cristina Fernández en su segundo mandato puede definirse como el “mismo” que estuvo a su lado en la última etapa de su primera gestión.
Las dudas recaen acerca de la capacidad que puede tener casi el mismo elenco ministerial para afrontar una situación diametralmente distinta y que hoy deriva en una compleja situación económica a raíz de la asfixia interna de recursos para afrontar los crecientes gastos, sumado al contexto internacional.
En ese esquema, Hernán Lorenzino no es Amado Boudou, pero tampoco Mario Blejer, si de gestos hacia la comunidad internacional y los organismos financieros se refiere.
Pero Cristina Fernández deberá afrontar un escenario en el que ya comenzó a pagar costos políticos del recorte de subsidios “de una vez” -en lugar de algo gradual e indoloro como se venía reclamando desde hace más de un año- que perjudicó a algunos sectores de la clase alta pero en particular a la clase media.
“Cristina está midiendo 7 puntos menos desde el triunfo electoral”, deslizó un hombre con despacho en la Casa Rosada, a partir de una reciente encuesta de imagen de la mandataria. Está claro que si del 54 por ciento la Presidenta descendió en su imagen al 47 por ciento, sigue siendo un guarismo más que importante, habida cuenta de la atomización de la oposición. Ese número incluso puede ser reversible, aunque la pregunta es cómo. Pero siete puntos en un mes, es un desgaste a tener en cuenta.
El Gobierno nacional afronta los próximos cuatro años sin enemigos con quien rivalizar. La oposición carece de liderazgos; los empresarios están supeditados y asimilados a los humores del Poder Ejecutivo. Pero el principal “enemigo” de la Casa Rosada, está “adentro” y parece ser la CGT de Hugo Moyano que, lejos de buscar romper lanzas con la administración central, pretende cotizarse de cara a las complejas negociaciones salariales por venir.
Si Cristina Fernández pretende que Moyano se erija una vez más en el “pacificador” de las paritarias, en un contexto inflacionario y de enfriamiento del consumo, deberá “pagar” por ese “servicio”, como ha pasado siempre. Ocurre que a diferencia de Néstor Kirchner, Cristina Fernández rechaza darle más poder o dinero a la central obrera, y allí reside la cuestión.
El gobierno y la CGT se necesitan, pero están tirando de la cuerda hasta último momento, cuando uno de ellos debe aflojarla para que no se corte.
Un hecho que parece menor, pero que podría marcar el signo de los tiempos por venir fue el cruce entre la juventud kirchnerista de La Cámpora y los seguidores de la Juventud Sindical que conduce Facundo Moyano, durante la jura de los diputados nacionales en el Congreso Nacional. Fueron sólo cánticos, pero denotan la discrepancia entre dos sectores que hasta hace poco tiempo comulgaban bajo el mismo techo que sostenía Néstor Kirchner. Ya no es tan así.
Al respecto, los mensajes de Cristina Fernández fueron más que claros: designó a un funcionario no tan joven, pero con estrecha relación con La Cámpora, como jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina; lo mismo hizo con Gabriel Mariotto como vicegobernador de Daniel Scioli; y la cúpula de La Cámpora, fue ascendida políticamente.
Andrés Larroque, Eduardo de Pedro y Mayra Mendoza ocuparán sus respectivas bancas en la Cámara de Diputados de la Nación; José Ottavis será el vicepresidente de la Legislatura bonaerense; y Juan Cabandié, uno de los principales diputados en la Legislatura de la Ciudad.
Fuente: El Liberal (Santiago del Estero)