LA CELAC Y EL SILENCIO PACHAMAMICO

Por Andrés Soliz Rada

Desde todos los confines de la “Patria Grande” ha sido recibido con
alborozo el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
del Caribe (CELAC), por su importancia presente y trascendencia
futura. El uruguayo Alberto Methol Ferré, impulsor ideológico del
MERCOSUR, sostuvo, con apasionada insistencia, que la América morena
seguirá siendo el eco distorsionado de intereses ajenos a su pueblo, a
su historia y, sobre todo, a sus esperanzas, sino consolida su unidad
económica y política. Estamos al comienzo de un camino todavía largo y
abrupto, pero es el único correcto, ya que conviene no olvidar, como
decía Jorge Abelardeo Ramos (JAR), que no somos subdesarrollados por
que estamos divididos, sino que estamos divididos porque somos
subdesarrollados.

Es cierto que el parto no ha carecido de dificultades, lo que explica
sus limitaciones. Su declaración inaugural debió referirse, por lo
menos, a la necesidad de clausurar las bases militares de EEUU en
Colombia, Panamá y Honduras. Son varios los países latinoamericanos
atados aún a Tratados de Libre Comercio (TLC), en tanto que los
acuerdos por consenso adoptados en Caracas (sede de la primera reunión
de la CELAC) necesitaban conciliar posiciones antagónicas, como las
de Raúl Castro y Sebastián Piñera.

Las proyecciones y trascendencia del flamante organismo han ocasionado
que el silencio de los pachamámicos (fanáticos del indigenismo) en
torno al tema hubiera resonado de manera atronadora. Y no es que el
documento fundacional de la CELAC descuidara la problemática indígena.
Así lo demuestra su punto 17, al poner de relieve la participación de
los pueblos indígenas y afro descendientes en las luchas
independentistas y reconocer sus aportes morales, políticos,
económicos, espirituales y culturales en la conformación de nuestras
identidades y en la construcción de nuestras naciones y procesos
democráticos. Sin embargo, debe admitirse que la CELAC ha colisionado
con el fundamentalismo de las ONG que ocultan la participación
indígena en nuestras gestas independentistas y no admiten el aporte
de los pueblos originarios en la aún inconclusa construcción de
nuestras identidades.

El pachamamismo proclama la vigencia de un Continente, al que llama
Abla Yala, formado por poblaciones que no se conocían entre sí, que no
tuvieron el mismo idioma ni las mismas raíces culturales, y cuya meta
actual no pasa por el proyecto de la Nación indo mestiza
latinoamericana, desde donde la posibilidad de alternativas a la
opresión de las periferias tiene viabilidad. Como es obvio, este
proyecto es antagónico al reconocimiento constitucional boliviano de
36 inexistentes naciones indígenas, con sus territorios ancestrales,
imposibles de delimitar, pero que están ocasionando cientos de
conflictos insolubles al gobierno de Evo Morales. Las contradicciones
en el régimen “plurinacional” volvieron a relucir cuando el analista
Hugo Moldiz Mercado, que por lo general expresa los criterios del
oficialismo, sostuvo, con acierto, que la OEA nunca ha dejado de ser
el instrumento por el cual EEUU ha pretendido camuflar sus poderosos
intereses en la región y que ahora el país del norte tratará de usar
para matar al CELAC (“Rebelión.org, 05-12-11).

Es indudable que el organismo bolivariano ha comenzado a asfixiar a la
OEA, la que necesita recomponer sus relaciones y su influencia. Lo
paradójico es que el primer balón de oxígeno se lo proporcionó,
inmediatamente después del nacimiento de la CELAC, el canciller
pachamámico David Choquehuanca, al aceptar que Bolivia sea la sede de
la 42 asamblea general de la OEA, a realizarse en Cochabamba, en junio
de 2012. La incapacidad de la cancillería boliviana impidió que la
CELAC, que emitió pronunciamientos concretos a favor de la demanda
argentina por las islas Malvinas, de Cuba por el cese del bloqueo
estadounidense y de Haití en procura de ayuda humanitaria, mencionara
siquiera que Bolivia sufre el enclaustramiento geográfico impuesto por
Chile desde 1879, a través de una guerra de conquista. Esta situación
fue admitida por el régimen chileno, en una agenda pendiente de 13
puntos que sirvió de marco a las negociaciones entre ambos países.

Choquehuanca tampoco considera que el tema marítimo deba ser tratado
en Cochabamba en forma prioritaria, lo que ha constituido otro motivo
de satisfacción para el secretario general de la OEA, el chileno José
Miguel Insulza, quien jugó importante papel en el “engaño” que Evo
admitió haber sufrido, durante cinco años, de parte de Santiago en las
conversaciones marítimas. Debido a lo anterior flota en el ambiente el
saber si el silencio pachamámico implica su preferencia por la OEA
antes por la CELAC, la que, al cuestionar a los centros de poder
mundial, no tendrá relaciones fluidas con las grandes ONG con que
cuenta el indigenismo.
Fuente: Andrés Soliz Rada