Asalto a embajadas, un clásico del régimen de Irán

Consciente de las consecuencias negativas que le acarreará el ataque a la sede diplomática del Reino Unido, Teherán intenta tomar distancia de los atacantes, pero sus antecedentes no lo ayudan.
La policía iraní comunicó la detención de algunos de los estudiantes que intervinieron en el asalto a la embajada del Reino Unido en Teherán, según informó la agencia de noticias local IRNA. Y el ministro de Asuntos Exteriores iraní condenó el asalto, aunque aclarando que se trató de una acción espontánea no autorizada por el Gobierno.

Sin embargo, el diario italiano Corriere Della Sera denuncia que detrás del rótulo de «estudiantes» se esconden en realidad los milicianos de los grupos «basiji», es decir, las fuerzas de choque del régimen.

El periódico también recuerda que, en la víspera del ataque a la Embajada, la máxima autoridad religiosa y política de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, había señalado al Reino Unido como «un ícono del imperialismo».

Además, el 27 de noviembre, dos días antes del asalto, el Parlamento iraní había rebajado el rango del embajador británico al de encargado de Negocios, lo que llevó a Londres a pedir, al día siguiente, protección para su sede. En vano.

Por si lo anterior no bastara, un diputado, Hamid Rassi, encabezó el ataque y la televisión pública iraní lo transmitió en directo.

Lo cierto es que las autoridades iraníes son conscientes de haber traspasado un límite peligroso. Las embajadas no sólo deben ser una última valla inviolable en una escalada entre dos Estados sino que se espera que sean respetadas incluso en tiempos de guerra.

«Teherán ha cometido un error que puede resultarle fatal y quizá ha caído en su propia trampa, sostiene el analista Maurice-Ruben Hayoun, en un blog del diario suizo La Tribune de Genève. Los británicos no permecerán inertes; participarán en la caída del régimen sirio de Al Assad. Los iraníes, que se juegan en esto su presencia en la región, se lanzarán al auxilio de su aliado en dificultades. Ese es probablemente el momento que elegirá el ejército israelí para atacar las instalaciones nucleares de Irán».

El asalto a la embajada británica pudo haber sido una respuesta a la sucesión de hechos misteriosos que abonan la teoría de una guerra larvada de Israel contra el programa nuclear iraní -explosiones en plantas atómicas, asesinatos selectivos.

Ahora bien, no se trató precisamente de una estrategia acertada. En vez de jugar diplomáticamente, Teherán optó por una acción que lo descoloca todavía más en el mundo.

Difícilmente un régimen que gobierna a su población con mano de hierro y que ha ahogado en sangre las protestas opositoras pueda alegar descontrol o ignorancia de lo que sucede en sus calles y mucho menos en las inmediaciones de una sede diplomática.

Por otra parte, este tipo de ataques constituyen un modus operandi para Irán. El hecho más resonante en esta línea fue la toma de la embajada de los Estados Unidos en Teherán, el 4 de noviembre de 1979, poco después de la Revolución Islámica que derrocó al Sha Mohamed Reza Palevi. También en esa ocasión un grupo de «estudiantes» tomó por asalto la sede diplomática y retuvo a 52 ciudadanos estadounideneses durante 444 días. Luego de largas negociaciones, la crisis abierta por este hecho, concluyó el 20 de enero de 1981.

A diferencia de lo sucedido en los 80, esta vez los ataques no derivaron en ocupación, pero los manifestantes arrojaron piedras y bombas molotov contra la embajada y retuvieron por unos momentos a seis empleados. Además, prometieron volver. «Continuaremos con nuestras protestas hasta que el embajador inglés se haya ido», amenazaron.
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