La chica tiene hoy 22 años, es bella pero está destrozada. Durante el reportaje realizado por diario El País de España, a veces ríe otras llora. Conocé en detalle el calvario en el harén del coronel.
La primera pregunta, su edad, ¿cuántos años cree que tengo?, contesta, «yo me siento como si tuviera 40». Aparta su cara y se la cubre con el velo negro mientras asoman unas lágrimas. «Muamar el Gadafi me ha destrozado la vida». Quiere contarlo todo. Piensa que es peligroso, pero acepta dar su testimonio durante un encuentro de varias horas en un hotel de Trípoli . Sabe que está confusa, que no encontrará palabras para describir el universo de perversión y locura en el que la precipitaron.
Pero necesita hablar. Sus recuerdos constituyen una carga demasiado pesada. «Manchas», dice ella, que le provocan pesadillas. «Por mucho que lo cuente, nadie sabrá nunca de dónde vengo ni lo que he pasado. Nadie puede imaginarlo. Nadie». Sacude la cabeza con un aire de desesperación. «Cuando vi el cadáver de Gadafi expuesto ante la muchedumbre, experimenté un breve momento de placer. Luego sentí un gusto amargo en la boca». Ella hubiera querido que Gadafi sobreviviese, que hubiera sido capturado y juzgado por un tribunal internacional. Durante todos estos meses no pensaba en otra cosa. «Me preparaba para enfrentarme a él, para preguntarle, mirándolo a los ojos: ‘¿Por qué? ¿Por qué me hiciste eso? ¿Por qué me violaste? ¿Por qué me golpeaste, drogaste e insultaste? ¿Por qué me enseñaste a beber y a fumar? ¿Por qué me robaste mi vida?».
Leer más en El País.