La madre del fútbol

Al Barba se le escapó la tortuga: falleció Doña Tota, la que dio a luz al más grande de todos los tiempos. Diego está en viaje rumbo a Argentina.

A Doña Tota le dolía la panza. Mucho. Hacía años que había empezado con ese retorcijón. Diego debía andar por los 13, cuando se dio cuenta de que el dolor de su mamá iba más allá del estómago. “Era cada vez que llegaba la hora de comer. Mi vieja decía: ‘Me duele el estómago’. Pero yo descubrí que nunca había sufrido de la panza. Nunca. ¡Era todo mentira! Decía eso porque no alcanzaba la comida y quería que comiéramos nosotros. Por eso la amo”.

Ahora todo el dolor es de Diego. Inmenso. Mucho más intenso que un dolor de panza. Dalma Salvadora Franco, Doña Tota, falleció ayer a los 81 años en la clínica Los Arcos, de la Capital Federal. Según un comunicado emitido por el sanatorio, había sido hospitalizada el viernes con un severo cuadro de insuficiencia renal. Ayer por la tarde su situación se complicó y sufrió un paro cardiorrespiratorio. En el 2003 ya había tenido el primer percance serio y este año había sufrido varias recaídas. Por esos días, Dios le pidió a su homónimo “que no se la lleve”. No se la llevó en ese momento. Ahora sí. Y la noticia da vuelta al mundo, estalla en las redes sociales, en los noticieros, en las webs. Se fue Doña Tota, se fue la mujer que trajo al mundo al Diez, se fue la mamá del fútbol.

Según averiguó Olé , Diego se enteró en su casa de Dubai, minutos pasadas las ocho de la noche de la Argentina (ayer había dirigido al Al Wasl). A las 22.45, dejó la ciudad en un vuelo rumbo a Doha. Allí cambió de avión para emprender viaje a Buenos Aires (con escala técnica en San Pablo) y arribar a Ezeiza recién a las 20.30 de hoy. Un viaje largo. Tal vez el más largo de su vida: “Dios me ha dado la madre más linda, la madre más buena, la madre realmente que yo soñé toda mi vida. Ella no se equivoca nunca, siempre está bien lo que hace, lo que dice. Es lo más grande que tengo. Lo único que le pido a Dios es que no me la quite nunca”.

Todo un parto.

Como no podía ser de otra manera, Doña Tota hizo lo que hizo (traer al mundo a Diego) un domingo, día futbolero por excelencia. Fue, como se sabe, el 30 de octubre de 1960, en el Policlínico de Lanús. Como no podía ser de otra manera, también, hasta cuentan que al nacer Diego hubo un grito de gol en el hospital. Es que ese día, tras una seguidilla de 11 partos femeninos en el policlínico, llegó Diego. Y aquel grito de gol fue el modo de festejar de los médicos y enfermeros cuando vieron salir a ese varoncito. “Pesó 3,700. Era puro músculo. Como apenas tenía pelo, lo empezaron a llamar Pelusa”, contó una vez Doña Tota, que quería que el pibe fuera contador. “A veces -relató Maradona en Yo soy el Diego- no me dejaban salir a jugar y yo lloraba como loco, pero cinco minutos antes del partidito, la Tota me daba permiso”. El Diez tenía devoción por su mamá, debilidad por su mamá. Cada vez que hablaba de ella inflaba el pecho. Le cantó con los Pimpinela “Querida Amiga” y siempre dijo que era su gran amor. Es que Doña Tota era una de las pocas personas en el mundo que lograba que Maradona dejara de ser Maradona para ser Diego. O Pelusa. Y Diego, eso sí, logró que a ella dejara de dolerle la panza a la hora de comer…

Fuente: Olé