Nuevamente se oyen las posibilidades bélicas contra Irán por su persistencia en mantener un plan nuclear.
La Aiea señaló que sospecha que Irán está realizando experimentos secretos para desarrollar armas nucleares e inmediatamente comenzaron las reacciones, desde las más alarmistas a las apenas prudentes.
La Aiea es la Agencia Internacional de Energía Atómica, un organismo de la ONU que monitorea el cumplimiento del Tratado de No Proliferación Nuclear. Cada tres meses, desde hace varios años, emite un informe sobre la situación de la investigación nuclear en Irán.
El informe conocido esta semana incluye unas fotografías que muestran las instalaciones donde supuestamente se realizan las pruebas nucleares que podrían derivar en la posesión de armas atómicas por parte del gobierno de Mahmud Ahmadinejad.
Si bien anteriormente se han emitido informes similares, esta vez la agencia asegura que tiene pruebas fiables del avance iraní en materia nuclear.
El escepticismo de quienes sienten que esto es un déjù vu que remite a la presentación de las pruebas falsas contra Irak por el hasta entonces presidenciable Colin Powell no se diluyó por la declaración de la Aiea en el sentido de que las pruebas habían sido supervisadas por 10 países miembro de la agencia y sus propios inspectores.
Alemania, Francia y el Reino Unido llamaron inmediatamente a reforzar las sanciones a Irán. Se considera incluso la posibilidad de un bloqueo marítimo que le impida a Teherán las exportaciones de petróleo y las importaciones de productos refinados. Es decir, se trataría de medidas realmente fueres, como para que acuse recibo.
Esta iniciativa no podrá tener éxito si no es respaldada por Rusia y China, los más poderosos aliados de Irán, ambos con poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. China es el principal socio comercial de Teherán, le vende armas e importa una cantidad considerable de petróleo del país del Golfo. Rusia también le vende armas, además de tecnología nuclear a todos los gobiernos iraníes desde 1990.
China y Rusia desafían el devaluado liderazgo estadounidense claramente. Por razones prácticas, no tienen ningún interés en sumarse al coro de quienes piden más sanciones.
Pero el gobierno de Israel quiere más que sanciones económicas. Tanto es así que hasta había quienes habían puesto fecha al ataque.
El anuncio de la Aiea fue recibido en Jerusalén como la prueba que se necesitaba para justificar una operación bélica.
Benjamin Netanyahu sostiene que sería la forma de terminar con el rol de gran promotor del terrorismo como es Irán. Por eso, el gobierno de Israel pidió al mundo que haga algo para detener la supuesta producción de armas nucleares.
Sin embargo, Yossi Melman, columnista del diario israelí Haaretz , citaba el viernes a dos ex jefes del Mossad, Meir Dagan y Efraim Halevy, que consideran que Irán no constituye una amenaza a la existencia de Israel. En cambio, opinaban que el peligro iraní es más serio para el mundo árabe sunita, particularmente los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Arabia Saudita.
“La retórica incendiaria usada por líderes iraníes llamando a barrer a Israel del mapa es indignante y preocupante. Sin embargo, es lamentable que líderes en Israel, encabezados por el primer ministro Benjamin Netanyahu, exploten las declaraciones iraníes para exacerbar temores preexistentes y confusión. Israel ya tiene problemas suficientemente serios como para inflar este tema desproporcionadamente”, opina este periodista especialista en temas de inteligencia y estrategia.
¿Y qué opinarán los ciudadanos iraníes, a merced tanto de un régimen autoritario como de la vocación belicista de Netanyahu y sus aliados? Según la organización Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán, que consultó a 35 representantes de distintos sectores de la sociedad civil en Irán, hay un fortísimo consenso en contra de cualquier ataque occidental contra su país.
“Desde sus perspectivas, (un ataque) hundiría aún más la situación de los derechos humanos, la seguridad y la posibilidad de un cambio positivo hacia la libertad, la democracia y la responsabilidad política”. En otras palabras, un ataque occidental destruiría a la sociedad civil, ya suficientemente castigada. Nadie quiere eso, ¿o sí?
Alejandra Conti.