«¡Vida, aquí hay vida!», gritó el rescatista. La familia Ramírez Arias quedó atrapada en su casa tras el trágico desprendimiento de tierra que mató a 45 personas en la ciudad de Manizales, Colombia. El detalle de su historia.
El alud se produjo el sábado 4 de noviembre por la mañana, en el barrio Cervantes, y sepultó 14 casas, y otras 19 están en la zona de deslizamiento de tierra. Debajo de unos 13 mil metros cúbicos de tierra, piedras y restos de casas se calcula que sigue atrapada una decena de personas. Allí, sepultados estaban los Ramírez Arias.
En declaraciones al diario colombiano El Tiempo, detallaron el calvario de resistir 15 horas bajo tierra. Ese día, a las 6:15 de la mañana, Jaime Alberto Ramírez Zapata se preparaba en su habitación para ir a trabajar, pero no llegó a despedirse de su esposa Gloria Elsy, porque se escuchó un ruido tremendo.
Jaime pensó que se trataba de un auto sin frenos que se había estrellado contra algún muro. Sin embargo, de repente, la casa comenzó a ceder, comenzaron a caer pedazos de pared, y el polvillo ganó espació en la vivienda. Las paredes del hogar no cayeron completamente y se transformaron en un oasis en medio del derrumbe. Esos muros los protegieron durante las 15 horas que resistieron bajo el alud.
El padre de familia quedó atrapado por una pesada viga que le quebró la pierna izquierda. Estaba con su mujer. Los hijos del matrimonio, Yeison Javier, de 17 años, y Yuri Alexandra, de 26, con su hijo José Esteban, de 8, quedaron en otro cuarto, a unos seis metros.
Todo estaba oscuro, sólo se comunicaban con gritos, suficiente como para saber que todos estaban con vida. Intentaron reagruparse, pero cada movimiento modificaba la estructura de la frágil vivienda, por lo que decidieron quedarse quietos a la espera de que los rescatistas los hallaran.
«Tan pronto pasó todo, comenzó a subir el nivel de agua, porque se rompió una tubería, entonces, pensé que íbamos a morir ahogados», narró Jaime. La familia entera comenzó a rezar, con la esperanza de evitar una muerte por ahogamiento. El agua paró, pero la pesadilla continuó: ahora había olor a gas.
«Me dolía mucho la pierna y me sentía muy mal. Le dije a mi esposa que era la oportunidad de irnos quedando (muriendo), porque el gas lo va matando a uno lentamente. Pero ella me dijo que aguantara y agarró un trapo, lo mojó y me lo pasó para que me tapara la nariz», relató.
En el exterior, continuaban las tareas de rescate, sin saber dónde estaban los Ramírez Arias. Ellos gritaban, pero el ruido de las retroexcavadoras impedía establecer la comunicación. La familia empezó a pensar que si no habían muerto por el agua o el gas, fallecerían aplastados por alguna de estas monstruosas maquinarias.
Llegó la noche y Gloria Elsy movió unas piedras, vio una luz al final de una hendija de un metro de largo. Venía de los reflectores que llevaban los rescatistas. De repente, una mano apareció en el final de ese hueco que la mujer veía a lo lejos. Tomó un palo y alcanzó a tomarla. El dueño de esa mano, un socorrista de Defensa Civil, inmediatamente gritó: «¡Vida, aquí hay vida!» Había terminado la pesadilla.
El deslizamiento, según las autoridades, fue causado por las copiosas lluvias que cayeron sobre la ciudad en los últimos días. Según informaron, la comunidad afectada era habitada por unas 158 personas, correspondientes a 35 familias del barrio Cervantes de Manizales, capital del departamento de Caldas, a unos 165 kilómetros al noroeste de Bogotá.
La tragedia pudo haberse evitado: la alerta roja estaba decretada, pero no hubo evacuaciones. Sin embargo, el alcalde de Manizales, Juan Manuel Llano, dijo que en la evaluación de los reportes no existen quejas de los habitantes del sector y que lo que ocurrió en el barrio Cervantes se puede repetir en otros barrios de la ciudad.
En Colombia se presentan dos temporadas de lluvias, la primera se inicia a fines de marzo y se extiende hasta finales de junio, y la segunda, desde septiembre hasta mediados de diciembre. Desde septiembre y hasta la fecha, las lluvias que afectan a 27 de los 32 departamentos han cobrado la vida de, al menos, 63 personas y han dejado damnificados a unos 290 mil colombianos, según información de la Cruz Roja.
Fuente: infobae.com