Cristina da clases de capitalismo

Una de las ideas más interesantes que Cristina brindó en la cumbre del G20 fue proponer al mundo que adopte un capitalismo en serio. Veremos si también ella es capaz de adoptarlo.

Es innegable que la Presidenta Cristina Fernández vive su momento de mayor gloria, nacional e internacional. Habiendo llegado a la cima de una montaña, los caminos que se bifurcan para que ella elija, van más allá de la maniquea contradicción entre profundizar el modelo o dar marcha atrás. Por ende, más que sentirse en la cima le convendría pensar que se encuentra en un laberinto, esos lugares de donde únicamente se sale por arriba.

Algo de eso pareció intuir Cristina en las cumbres un tanto averiadas del G20 cuando propuso al mundo volver a un capitalismo en serio, frase por demás interesante de la cual ella se sonrojó imaginando los reproches que recibiría de sí misma cuando de joven soñaba, junto a millones de jóvenes de todo el mundo, con marchar hacia el socialismo y acabar con el capitalismo.

Cristina criticó, además, los ajustes como método para salir de la recesión internacional y lanzó una pasional defensa del estímulo al consumo para superar la crisis global. También atacó al anarcocapitalismo y propuso regular la especulación financiera.

Lo que no quedó del todo claro es desde dónde se ubicó Cristina para ofrecer sus propuestas. Si lo hizo para ofrecer al mundo el “modelo” argentino que está haciendo bien lo que los otros están haciendo mal, pecó de temeridad porque eso está por verse.

Ahora, si su opinión fue la de una líder global más, que aporta su granito de arena a la resolución de la crisis mundial, lo suyo fue correcto… políticamente correcto.

Porque hoy lo políticamente correcto se expresa en palabras tales como regular el mercado, propender al consumo para que no se detenga la producción, combatir la especulación financiera y tratar de apagar el incendio inyectando todo el dinero posible. Todo, claro, más fácil de decir que de hacer.

Partiendo, entonces, del supuesto que Cristina no pecó de vanidad poniéndose de ejemplo sino que lo suyo fue un aporte intelectual, convendría sumar dos o tres aportes más a este caos mundial, un tanto menos divulgados que los que expuso la Presidenta.

Amigos son los amigos. En una magnífica nota en The New York Times, Nicholas Kristof agrega, a las causas de la crisis, el capitalismo de compadrazgo (acá llamado capitalismo de amigos), con estas palabras: Ésta es una oportunidad de salvar al capitalismo de los capitalistas de compadrazgo.

En años recientes, algunos financicistas han optado por vivir con subvenciones y favoritismos apoyados por el gobierno. Al parecer, su plataforma es socialismo para los magnates y capitalismo para el resto de nosotros. Me gustaría que los países emergentes salgan a denunciar el capitalismo de compadrazgo que se vive ahora en EEUU.

Esta propuesta introduce complejidad conceptual a las vulgatas generalizantes que se solazan solamente con atacar a los buitres especulativos como si nada tuvieran que ver los gobiernos que favorecieron este tipo de capitalismo o las sociedades que decidieron vivir muy por encima de sus posibilidades.

Kristof advierte que el capitalismo en serio implica acabar con el capitalismo de amigos, ése por el cual los grandes intereses económicos y los políticos se entrecruzan hasta hacerse indistinguibles.

Nada que ver con la simplificación “progre” de que los gobiernos no pueden gobernar porque quien verdaderamente gobierna es la especulación financiera. No, Kristof lo que dice es que son los gobiernos quienes han “creado” sus propios capitalistas amigos desde las subvenciones estatales y que eso es lo que hoy ha estallado. El capitalismo en serio fomenta el riesgo empresario, no al empresario cortesano.

¿Consumidores o consumidos? El abogado y economista Daniel Montamat agrega una idea de carácter más estructural aún: La raíz de la crisis actual hay que buscarla en la bulimia consumista predominante en la sociedad norteamericana, a la que el resto del mundo fue funcional.

Durante años la economía norteamericana consumió por encima de sus posibilidades… Neokeynesianos y neoliberales esperan lo mismo: la reactivación del consumo mundial… cuando la alternativa es el estímulo a la demanda agregada mundial vía programas de inversión… inversiones de largo aliento que abreven en una contracultura de lo efímero y honren la justicia social intergeneracional… capaz de concertar políticas contracíclicas (para) lidiar con el sesgo cortoplacista de las preferencias posmodernas y remediar sus consecuencias en los niveles de ahorro e inversión agregadas.

Montamat cree que una vez desechado el ajuste ortodoxo para combatir la recesión (que es sólo añadir más leña al fuego), la alternativa no puede ser la del sobreconsumo, porque éste, junto con la especulación estimulada por los gobiernos, es otra de las grandes causas de los males actuales.

De lo que se trata es de pensar en opciones en las que el estímulo a la demanda pase por fomentar el ahorro y la inversión, que son los pilares del capitalismo en serio, los que permiten un consumo razonable que no implique gastar todo lo que se tiene o hasta lo que no se tiene o lo que le corresponde a las generaciones futuras.

El espíritu del capitalismo y el espíritu del mayo francés. Un mes atrás, el periodista y militante K, Horacio Verbitsky, viajó a EEUU y sobre los Indignados dijo: Son jóvenes cuyas proclamas contra la codicia de los bancos no desentonan con las de las movilizaciones de hace medio siglo. Con una diferencia sustancial: mientras aquellos denunciaban el consumismo, muchos de estos se niegan a ser excluidos.

Así como es razonable que Cristina haya cambiado su socialismo utópico juvenil por un capitalismo en serio, quizás también debería recordar uno de los sueños de los sesentistas, que hoy tiene más actualidad que nunca: el de que ellos criticaban los excesos de una sociedad sólo movida por el consumismo presente.

Un consumismo que en ese entonces era austero en comparación con los niveles a los que creció hasta hace un par de años en los países desarrollados…. y en algunos emergentes que se dedicaron más a consumir que a ahorrar para el tiempo de las vacas flacas o a crear las condiciones para la inversión estructural.

Si bien es cierto que el estímulo al consumo puede ser una opción momentánea válida frente a recesiones gravísimas, conviene no olvidarse que especulación e hiperconsumismo son dos caras de la misma moneda: la de querer vivir con lo que no se tiene, con lo que no se ganó trabajando. Del trabajo que se supone es el “espíritu” del capitalismo en serio.

En tal sentido, rescatar un poco del “espíritu” del mayo francés del 68 no vendría mal, como las acertadas críticas que hacían esos chicos postulando una sociedad que no erigiera como valor central al consumismo, hasta que habiendo crecido terminaron, en su gran mayoría, convirtiéndose en los dirigentes de una sociedad mil veces más consumista que la que ellos criticaban.

Consejos de un ministeriable. Dentro de esta misma línea de pensamiento, uno de los que suena como candidato a ministro de Economía del nuevo gobierno de Cristina, Mario Blejer, defiende la posición tomada por los países emergentes que, creciendo a una tasa que triplica la de las economías avanzadas, implementaron políticas monetarias restrictivas para evitar que este alto crecimiento causara una presión inflacionaria importante.

El economista dice que así como a la recesión no se la puede combatir con ajustes ortodoxos, en momentos de expansión lo más adecuado no es estimular el hiperconsumo. Algo que no parece tanto una defensa del actual “modelo” argentino, sino más bien una propuesta para rectificarlo. Aunque si no se lo rectificó cuando sobraba plata, ahora que comienza a faltar, la cosa será bastante más difícil.

Y por casa ¿cómo andamos? En fin, que el Estado regulador nada tiene que ver con el Estado subsidiador, porque el primero limita los excesos del mercado mientras que el segundo suple al mercado por el Estado, cambiando la competencia por el clientelismo “vip” y el monopolio u oligopolio privado por el público. Un Estado regulador permite un capitalismo en serio, un Estado subsidiador crea un capitalismo de amigos.

Por lo tanto, si Cristina decide encarar su segundo gobierno luchando contra el capitalismo de amigos, si es capaz de cambiar las políticas activas subsidiadoras por políticas activas reguladoras y si es capaz de crear un marco económico e institucional donde la inversión y el ahorro sean al menos tan importantes como el consumo, tiene la posibilidad de construir en la Argentina un capitalismo en serio sin necesidad de renegar de ninguna de sus ideas, sin necesidad de caer en la falsa dicotomía entre profundizar el modelo o rectificarlo, sino profundizando lo bueno y rectificando lo malo.

Quizás suene simpático enseñar a los demás lo que ellos deberían hacer, pero mejor es aprender, si no de los demás, al menos de la experiencia propia.

Fuente: Carlos Salvador La Rosa
– clarosa@losandes.com.ar

Los Andes (Mendoza)