Una tropa de aficionados frente a soldados profesionales pro-Gadafi en Sirte

SIRTE, Libia — En ocho meses de revuelta, los combatientes del nuevo régimen libio parecen haber aprendido poco o nada, demostrando una falta de profesionalidad militar increíble, incapaces de aplicar una táctica organizada frente a un puñado de soldados pro-Gadafi que resisten en Sirte.
El miércoles, desde el ex cuartel general de la policía que les sirve de base, los combatientes del Consejo Nacional de Transición (CNT) se preparaban para lanzar el asalto final contra el último reducto de los proGadafi en un barrio noroeste a orilla del mar.
Como de costumbre nada se mueve antes del mediodía: a los rebeldes les gusta dormir hasta tarde. Las horas pasan, sus vehículos todoterreno se concentran delante del ex edificio oficial, donde los hombres charlan y beben café a cubierto de los francotiradores.
La llegada de dos tanques T-70 provoca inmediatamente el entusiasmo. Olvidando toda prudencia los combatientes se encaraman sobre los blindados a los gritos de «Alá Akbar» (Dios es el supremo).
Como es de suponer, esos verdadero racimos humanos va desgranándose por la acción de algún francotirador invisible. Los que no son alcanzados se dispersan para protegerse detrás de las fachadas, casi bromeando por el incidente.
La orden de avanzar se hace esperar. «La artillería aún no ha terminado de aturdir al enemigo». Los obuses llueven sobre el barrio sitiado. Indiferentes al peligro y dejando atrás al grueso de la tropa, algunos grupos avanzan por cuenta propia por las calles desiertas.
A la base en el cuartel general de la policía llega por radio y por fin la orden de que «la infantería» avance en «reconocimiento para eliminar los focos de francotiradores».
Los proGadafi tratarían de escapar al cerco haciéndose pasar por «revolucionarios». Algunas viviendas son registradas al azar. Una patada para derribar la reja de entrada, una mirada rápida en el jardín y a veces en la planta baja. Muy pocas veces una excursión en los pisos superiores.
Como ubicar a algún francotirador parece más difícil, los combatientes del CNT prefieren entonces hurgar en las habitaciones y dormitorios abandonadas por sus ocupantes. Nada es metódico ni organizado. No se avanza ni en pareja, ni en patrulla ni en grupo organizado, lo que hace que más de una vez dos grupos de pro CNT se encuentren cara a cara en una esquina evitando de justeza dispararse entre sí.
Los jefes no tienen ni el más mínimo plan de la ciudad para enfrentar a los proGadafi que luchan para sobrevivir, en su territorio y con armas último modelo. Guiándose solo por el estrépito de los combates urbanos en una calle cercana, la mayoría de los hombres del CNT vuelven a encontrarse después de avanzar un kilómetro.
Muy pronto llegan los vehículos todoterreno para estacionarse en cualquier lugar al pie de una mezquita cuyos muros apenas protegen de las balas.
A pesar de este caos generalizado, los pro-Gadafi retrocedieron una vez más y sólo controlarían algunas manzanas de viviendas. Un grupo estaría arrinconado en una escuela frente al mar. La «liberación» de Sirte parece por fin al alcance. Los CNT concentran sus disparos contra la escuela y dos de ellos caen muertos por la réplica enemiga que no decae.
Alguien decide utilizar de nuevo la artillería. Los hombres de las primeras líneas se retiran y los otros los siguen sin saber por qué. Uno que otro obús cae poco después sin ninguna eficacia, dando a los proGadafi un descanso inesperado para reorganizarse. Al caer la noche, los pro CNT aprovechan de la suerte de disponer de casas vacías donde se instalan para pasar la noche.
Ningún dispositivo especial es desplegado en torno al reducto proGadafi que, apenas una hora antes estaba cercado por todas partes. Otros combatientes vuelven a sus bases en la periferia de la ciudad en sus vehículos lanzados a toda velocidad, haciendo sonar sus bocinas o disparando al aire, seguros de su victoria. Hasta el día siguiente, cuando todo comenzará igual.

Por Hervé Bar (AFP)