«Lo mío ya es una empresa»

Con una inversión millonaria, el cantor salteño diseñó una sala de grabación de última generación en su propia casa, donde grabó su nuevo disco, Bodas de plata, que saldrá el Día de la Madre

Cerrillos, a veinte minutos de la capital provincial, es la puerta de entrada al Valle de Lerma. Una bifurcación y una pequeña ruta lleva a la casa del Chaqueño Palavecino. En lo que antaño era una zona prioritariamente tabacalera, la tierra fue ganada por el cultivo de la soja y nuevos barrios urbanos desplazados del centro. La finca del artista salteño a la vera de la ruta, que desemboca directamente en el pueblo de Rosario de Lerma, está disimulada entre la copiosa arboleda. Es una zona de fincas de varias hectáreas, donde el Chaqueño estableció su casa y su flamante estudio de grabación de última generación, como sólo tienen algunas privilegiadas estrellas locales e internacionales.

«Cuidado con los perros» dice un cartel en el portón de entrada. Lo primero que aparece es una cancha de papi fútbol y atrás, bien al fondo, una casa de piedra con una arquitectura muy de los setenta, donde vive con su mujer y su pequeño hijo. Al final del sendero se divisa una construcción llamativa, la nueva nave nodriza high tech que es su flamante sala de grabación, proyectada por los mismos ingenieros acústicos de Circo Beat, el estudio de Fito Páez. Por el otro sendero que lleva al fondo de su residencia, donde están las caballerizas y la miniterminal para su ómnibus de gira, un Cristo de madera de más de cinco metros de altura, tallado por un indio mocoví, recibe al visitante. Todo en la vida del Chaqueño Palavecino parece hecho a lo grande.

Tras la polémica sobre su camioneta Hummer, esta vez el hombre de la clase trabajadora del folklore decidió invertir mejor en un estudio de grabación que no tiene que envidiarles nada a los grandes estudios de Buenos Aires. «Era el hecho de darme un gusto. Ya no quería irme lejos de casa para grabar. Acá puedo trabajar el tiempo que quiero sin horarios. Tuve que invertir mucha, mucha, mucha plata… y lo que falta todavía por hacer, pero estoy contento de cómo está quedando», confiesa el Chaqueño en una primera recorrida informal por las instalaciones de su mundo privado.

«Un estudio que se hace en año y medio el Chaqueño lo hizo en cuatro para poder grabar su disco», comenta el ingeniero de grabación cordobés, que todos los fines de semana viajó directamente en avión desde La Docta al Valle de Lerma para terminar el futuro disco del Chaqueño. El técnico está ajustando los niveles de los coros de una chaya festivalera que se perfila como uno de los grandes cortes del disco Bodas de plata , que saldrá justo para el Día de la Madre, a pedido del jefe de ventas de DBN, el sello con el que tiene contrato por dos discos más. La presencia de Lanfranco busca asegurarse de que la inversión de esta producción grande para un artista de folklore esté bien aprovechada. «Pónganle los temas a ver si lo convencemos, muchachos», suelta el Chaqueño a sus colaboradores, convencido del disco que tiene entre manos.

Dieciséis canciones ganadoras (todos futuros hits de su repertorio), invitados como Soledad y Los Tekis, un director musical como Claudio Pacheco, comprometido emocionalmente con la música del cantor; un feeling con su lado más criollo como en Salteño viejo, y un audio que hace rato no conseguía en sus trabajos. «Mis dos discos anteriores – El gusto es mío y el Homenaje a Guarany – los había hecho en un estudio chico y cálido, que tenía en la casa de mi tía. Pero éste es un Fórmula 1.» Al Chaqueño se le infla el pecho. Sabe que son pocos los artistas que tienen un estudio de grabación en su propia casa (ver recuadro). Es una solución práctica para conciliar su actitud hiperproductiva con sus escasos ratos de ocio. «El tiempo que tenga en casa quiero ir grabando y archivar todo lo que uno puede hacer. Quiero vivir grabando para que queden discos y testimonio. Guardar y guardar. Como hace la iguana, guardar para el mal tiempo», parafrasea el cantor, que acumuló catorce discos y casi veinticinco años de historia musical.
Empresa musical

El Chaqueño puede soñar mas allá de la rutina, incluso del retiro, que lo ve muy, muy lejos, por suerte para sus seguidores. «Decidí hacer este estudio pensando en el NOA y en los países vecinos que vengan a grabar el día de mañana. Hay dormitorio, living, gimnasio y sala de juegos. Solo hace falta que le llenemos la heladera y le dejemos unos vinos.» Las frases criollas, el apego a las tradiciones de los gauchos («como buen criollo tengo mis caballos y mis trajes, porque nos gusta desfilar») se complementan con una visión empresarial del oficio de cantor. «Lo mío se hizo una empresa. Tengo veintipico de integrantes de la familia a cargo con los técnicos, los músicos, la gente de la oficina. Todos alrededor de lo que es el fenómeno del Chaqueño [no será ésta la primera vez que hablará en tercera persona de sí mismo]. Yo estoy mirando de cerca todo. Dicen que «el ojo del dueño engorda el ganado», cuenta Oscar Esperanza Palavecino, desparramado en un sillón de algarrobo en el quincho techado, donde su hermano mayor prepara un costillar al asador.

-¿Cuánto falta para el asado, Pelado? -le vocea el cantor a su hermano mayor, el mismo que preparó el asado sobre el escenario de la Bombonera, en 2006.

-Una hora, Oscar.

-Sacalo en media -le responde.

Cara a cara, el Chaqueño no tiene ese vozarrón con el que suele azotar con su vendaval de folklore al auditorio. Debajo del escenario, el cantor parece uno de esos boxeadores tomando aire en una esquina para salir a dar pelea nuevamente cuando suene la campana. «Voy a cumplir 25 años con la música y todas las cosas que me propuse en el folklore las cumplí gracias a la gente -cuenta convencido-. Grabé varios discos y, aunque nunca me preparé, mi voz tiene hilo para rato. Lo mío vino como vino, se hizo a los golpes, pero le he dado el alma a la gente. El cantor popular es eso, da el alma, es puro sentimiento y por eso lo siguen a uno.»

Fuente: La Nación