No se la saca nadie

¿Quién le quita la pelota a Román? ¿Y la ilusión a Boca? Con otra gran actuación del 10, el equipo de Falcioni despachó a Estudiantes y sacó 4 puntos de ventaja.

De Riquelme hay mucho para elogiar. La inteligencia para sacar un latigazo de derecha y agarrar frío a Silva. La malicia de apuntarle al primer palo en el córner que casi es olímpico y en el tiro libre para zurdo que casi clava de derecha sin ángulo. La gula para querer más la pelota, más y más, y llevarla de acá para allá bajo la suela, o tirando caños, o haciendo slalom entre rivales que se bambolean como banderas. La clarividencia para poner mano a mano a Mouche o a Viatri. La magia para tocar de taco, con un tipo colgado como mochila, para que Clemente tirara rápidamente el centro que luego terminó en gol. La velocidad mental para despejar el camino con un cambio de frente de media cuadra al pie. La estrategia para esconder la pelota en los últimos segundos, dando y soportando manotazos en la mítica zona del caño a Yepes. El cerebro para compensar a sus compañeros en los tiros libres a favor, para parar un lateral innecesariamente apurado o para sacar al equipo cuando el instinto de conservación lo mete atrás. Hay mucho para elogiar, está dicho. Pero si lo que hay que elogiar es el esfuerzo, que el tipo presione la salida, que se tire a los pies para quitar una pelota, que vaya a jugar de 3 bis para hacerle el aguante a su amigo Clemente… ¿Quién le saca la ilusión al hincha de Boca con un Riquelme así? ¿Quién le saca la punta? ¿Quién lo baja? No este Estudiantes, seguramente. Un Estudiantes al que le queda la rebelión permanente de los que no están acostumbrados a perder, pero más en las protestas que en el juego. Russo quiso hacerle sufrir a Boca el ancho de la cancha con volantes bien abiertos trabajando sobre una línea media de tres jugadores y con un volante poco convencional (Erviti) para hacer la banda. Resultado: Clemente se contuvo mucho más. Paradoja: el partido en el que menos pasó al ataque se convirtió en el de mayor efectividad.

Si algo diferencia a Boca de los demás es su fútbol artesanal. A contramano del fútbol industrial, el de los pelotazos a dividir que se vende en cada esquina, Boca arma a través de su capitán una telaraña en la que la jugada se va tejiendo pie a pie y el vuelo es el de las ideas, más allá de la eventual apuesta a la altura de Viatri. Pero esa búsqueda del virtuosismo no le quita intensidad para pelear. Y cuando tuvo que bancarse a Lanús el domingo y a Estudiantes ayer, metieron todos. Mouche, un pique de 50 metros para quitar una pelota en tres cuartos, y Schiavi en la fricción del área, en el cuerpo a cuerpo por abajo y por arriba.

Si el fútbol es contagio, este Boca está sacudido por una epidemia de confianza. Que le pregunten si no a Insaurralde, que salió gambeteando de a dos…

Fuente: Olé