Fue un hecho histórico en el ambiente “ricotero”. En las pantallas apareció el pedido de justicia por Miguel Ramírez, el joven que murió a causa de un impacto en el cuello durante un recital de La Renga. El Indio también se refirió a Candela.
Unas 150 mil personas disfrutaron la segunda presentación del último disco del Indio Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. El show del sábado en el Autódromo Eusebio Marcilla de la localidad bonaerense de Junín estaba programado para el pasado 28 de mayo, pero el cantante decidió suspenderlo luego de la muerte del joven Miguel Ramírez, víctima de una bengala naval que impactó contra su cuello el 30 de abril, durante un recital de La Renga. Por primera vez en la larga historia de recitales ricoteros, no hubo bengalas de ningún tipo.
“Identidad es la respuesta a las preguntas qué soy, de dónde vengo y hacia dónde voy. También de lo que quiero ser. Privar de esa identidad conspira contra el autoconocimiento, la autoestima y la autoeficacia.” Esta fue la frase que se repitió en las incontables pantallas dispuestas a lo largo y ancho del perímetro con capacidad para 500 mil personas y que debe ser interpretada con el mismo grado de subjetividad que requieren las líricas de Solari. El artista de 62 años que el sábado volvió a romper su propio récord de convocatoria es, también, un romántico líder que ofrece sus ‘verdades’ desde un púlpito instalado en medio de la nada y a muchos kilómetros de la ciudad.
Las mismas pantallas pidieron justicia por Miguel Ramírez y determinaron que “esta fiesta es sin bengalas”. Así, se desplegó un fuerte cacheo para evitar el ingreso de cualquier “elemento de riesgo”, según lo comunicado por fuentes de la organización.
Los humores de los asistentes fueron de menor a mayor, producto de otro hecho luctuoso en las carreteras. Aquellos que salieron temprano desde sus hogares llegaban al autódromo preguntándose si los chicos fallecidos en la Ruta 7 tenían o no que ver con el recital. Los que salieron más tarde llegaron a pocos minutos del comienzo dado que el accidente provocó muchas demoras. En ese sentido, las filas de autos y micros en las rutas de acceso superaron los 40 kilómetros.
A las 22:05 todo eso sería historia. Solari comenzó un show muy pintoresco desde las visuales, ordenado desde la organización (aunque se registraron incidentes con disparos de balas de goma en momentos previos al ingreso, cuando un pequeño grupo de personas quiso entrar al campo sin entradas) y potente desde lo musical. El repertorio giró en torno a la última placa, El Perfume de la Tempestad, y fue la presentación oficial para muchas personas que no viajaron a Salta, para el show de abril en el estadio Martearena. También significó un acontecimiento especial para aquellos jóvenes que no pudieron conocer a Los Redonditos de Ricota. Sin embargo, el polvo que se levantó en los pogos hizo que todas las cabezas sacudieran canas. Sin dudas, se trata de un público mucho más maduro que el de aquellas épocas.
La organización instaló máquinas de humo en las torres de sonido que aportaron todavía más bruma y que, con las luces, simularon el efecto de las bengalas, ausentes con aviso.
Luego, Solari cantó –por primera vez desde que es solista– un tema de Momo Sampler, el último disco que grabaron Los Redondos. “La Murga de la Virgencita” fue la excusa para una recomendación: “Cuidemos a las pibitas del barrio, son muy chiquitas. La prostitución es una elección de los adultos”, en clara alusión al asesinato de Candela Rodríguez.
El discurso también refirió a la recuperación económica argentina. Antes de entonar “To beef or not to beef” (de su primera placa solista), celebró: “Había que quedarse (en Argentina), no están bien las cosas en el resto del mundo.”
Luego de 27 temas, a las 0:15 el Indio agradeció a todos y recomendó: “Cuídense a la vuelta, manejen los que están sobrios” y “Cuidemos a Junín, que es la ciudad que nos alberga”. El show había terminado y el fuego sólo estuvo en las pantallas, en la luna colorada y en una lejana quema de pastizales que se vio desde la ruta mientras los peregrinos volvían a sus vehículos. La leyenda dirá que dejó de arder cuando el último de ellos llegó a su casa.
Fuente: Tiempo El Argentino