La mancha de Rolando

El equipo de Falcioni fue muy superior, pero necesitó del aporte goleador de Schiavi para llevarse la victoria de Avellaneda, extender su racha y quedar a un punto de la cima. El Rojo mostró poco y se fue insultado.

El brazo izquierdo, adornado con la cinta negra que ayer le perteneció, se eleva para retribuir el cariño de su público. La herida en el pómulo izquierdo, producto de una patada de Facundo Parra en el segundo tiempo, le añade una pincelada épica a la despedida del caudillo. Con las entradas más marcadas y las piernas menos dinámicas, signos indelebles del paso de los años, pero con las mañas desarrolladas hasta el infinito, el hombre que a los 38 años se reinventó para volver al club en el vivió sus mayores triunfos abandona el campo de juego del Libertadores de América con la tranquilidad de haber dejado a Boca a un punto de la cima del Apertura. “No soy un defensor goleador, muy de vez en cuando se me da”, explicaría luego el propietario del único grito en la noche de Avellaneda.

El derechazo mordido de Rolando Schiavi que le dobló las muñecas a Fabián Assmann luego de un córner de Rivero y un cabezazo fallido de Matías Caruzzo en el arranque del complemento, le puso la chapa definitiva a una victoria que desde uno de los palcos siguió Riquelme, baja por un desgarro en el isquiotibial de la pierna izquierda. El día que el faro futbolero xeneize no estuvo, las luces aparecieron, tenues e intermitentes, gracias a otros focos. Sin Román, Falcioni se inclinó por una propuesta con tres hombres de punta, con Viatri un poco más atrás que Cvitanich y Mouche para interactuar con Erviti, el heredero obligado de la batuta. En el primer tiempo, Boca optó por recostarse sobre su terreno y ceder el control del balón a un adversario que jamás supo que hacer con él. Independiente fue la misma sombra que, con mínimos espasmos de rebeldía en fragmentos aislados de algunos partidos, viene deambulando por la cancha desde que comenzó el semestre, padeciendo horrores la ausencia de Patricio Rodríguez, a la que anoche debió sumar la de Hernán Fredes, uno de los más lúcidos entre semejante ruido. A tanto llegó la pobreza del Rojo que necesitó de un error grotesco de Orión para disponer de una jugada clara, que Marco Pérez definió tan mal como casi todo lo que hizo su equipo. En el complemento se vio la mejor versión de Boca que, favorecido por la ventaja rápida y por un Independiente descalabrado se adueñó de un juego casi potreril, en el que la mitad de la cancha se transformó en una autopista, y se cansó de fabricar oportunidades. El despilfarro de los delanteros y un par de manotazos de Assmann impidieron que el score registrara con crudeza el abismo que existió en el juego entre un equipo que no despierta de la pesadilla y otro que, aún a media marcha, ya avisa al resto que la pelea lo tendrá como protagonista.

Fuente: La Razón