Según las últimas encuestas (previas a la actual veda electoral) Keiko Fujimori mantendría una ventaja sobre Ollanta Humala y podría imponerse, aunque por un margen sumamente estrecho, en la segunda vuelta de la elección presidencial peruana a realizarse el domingo próximo. Hablamos de apenas un 2% de diferencia. Cada voto contará, como pocas veces. Aunque en la historia electoral reciente peruana los márgenes han sido siempre pequeños. Cuando Alejandro Toledo derrotara a Alan García, el 6,2%. Cuando Alan García venciera a Ollanta Humala, el 5,2%.
Un final electrizante, entonces, que ha llenado el ambiente de incertidumbre. Para los operadores económicos, en particular, la sensación es de volatilidad e inestabilidad. Tan es así, que la Bolsa de Lima, apenas conocida la encuesta que anticipaba un final reñido, cayó un 5,17%, registrando su peor caída en más de seis semanas. A la baja de la Bolsa se sumó el derrumbe relativo de la cotización del sol, que obligó al Banco Central de Reserva a intervenir.
Ocurre que la opción que enfrenta el electorado peruano no es tranquilizadora. Por esto Mario Vargas Llosa y Lourdes Flores Nano encabezaron una larga lista de firmantes de un «Pronunciamiento Colectivo» en el que recientemente se instara a la sociedad a «vigilar» que el gobierno que finalmente resulte electo respete las libertades civiles; garantice la independencia de los poderes del estado y los fueros del Poder Judicial, acatando sus sentencias; cumpla con el Plan Nacional de Derechos Humanos; ataque la corrupción y combata la pobreza, dejando de lado las prácticas clientelistas. No son pocas las inquietudes y todas ellas son graves. En esencia hay preocupación por la salud futura de la democracia. Además porque, en nombre de la economía, no se descuide la cuestión de la pobreza, cuidando de que la lucha por la inclusión no ahogue el crecimiento económico.
El reciente debate televisivo entre ambos candidatos presidenciales no resultó determinante como para generar certezas. Ni inclinó la balanza. El 84% de los espectadores, terminado que fuera, expresó que no cambiará su voto en función del mismo.
Los factores de preocupación
Perú sigue creciendo bien. Este año al 6,5% de su PBI. El empleo urbano el año pasado aumentó un 4,2%, mientras que el empleo rural creció un 6,1%, aunque principalmente en el norte del país. Con una inflación anual del 3% y una situación fiscal descansada, la economía peruana está ordenada.
La seguridad personal es una preocupación generalizada. El 41% de los hogares peruanos fue víctima de algún delito el año pasado. Por esto tres de cada cuatro personas en las ciudades se sienten inseguras.
En la última década, es rigurosamente cierto, Perú redujo fuertemente su pobreza. Al comienzo de ella los pobres conformaban el 54,8% de la sociedad. Hoy ellos todavía representan un 31,3% de la sociedad. El 40,4% de los hogares rurales carece de energía eléctrica y el 56% de ellos no cuenta con agua potable.
Hay entonces un segmento significativo de la población, fundamentalmente en las zonas rurales del sur del país, que sigue sumergido en una situación de extrema vulnerabilidad. Por esto no es demasiado sorpresivo que las cifras sugieran que hay aproximadamente un tercio de los peruanos disconformes con su presente. Postergados.
En la región de Puno, en el sur del país, existe un particular nerviosismo y hay presiones callejeras que Ollanta Humala procura explotar, sugiriendo que sólo él es capaz de controlarlas. Nadie más. Un argumento parecido al que entre nosotros hace algún sector del peronismo que intimidatoriamente proclama que las otras opciones políticas son incapaces de gobernar por encima de las presiones sindicales y sociales.
No obstante, el 61% de los peruanos se pronuncia en apoyo a la democracia. Hay asimismo un 33% que se declara insatisfecho con ella, porque cree que es incapaz de corregir las desigualdades.
La opción del próximo domingo
Los peruanos deberán ahora elegir entre un ex militar, sin experiencia de gobierno, nacido en 1962, con una prédica populista y nacionalista que -durante el proceso electoral- ha mutado cuatro veces su «plan de gobierno» y no ha podido despejar las dudas sobre sus opacas propuestas de reforma constitucional que transmiten un tufillo bolivariano, y una joven profesional con estudios de post-grado en Nueva York y Boston, nacida en 1975, que no ha podido separarse del todo de las sombras que proyecta su padre, hoy preso. Ambos candidatos tienen sobre sus hombros acusaciones frecuentes en el capítulo de los derechos humanos, de las que no han podido sustraerse. Sobre ellos parecería pesar más el pasado que lo que anuncian respecto del futuro.
La elección que se acerca trasciende -por cierto- al Perú y puede afectar la situación geopolítica de la región. Muy particularmente la del eje de los países del Pacífico que, con la excepción de Ecuador, han abrazado la libertad comercial y la economía de mercado y se manifiestan decididos a seguir creciendo, profundizando su integración y enamorando a los inversores. Como lo acaba de demostrar la reciente fusión operativa de las Bolsas de Comercio de Santiago, Lima y Colombia, ya en funcionamiento, que ha conformado el segundo mercado bursátil de la región, después del brasileño, con 565 empresas cotizantes y un volumen diario de operaciones que supera los 300 millones de dólares. Mucho en juego, entonces.
Mientras esperamos al ganador, recordemos que quienquiera sea quien gane la segunda vuelta, no controlará el nuevo Congreso del Perú, en el que ningún partido tiene mayoría. La bancada parlamentaria que responde a Alejandro Toledo será presumiblemente decisiva en cualquier alianza futura. Por esto no parece demasiado factible que haya cambios fundamentales en la estructura económico-social del Perú, al menos en el corto plazo.
Fuente: lanacion.com