La institución cuya dirección asumió hace tres años y medio, estaba en una situación muy distinta a la actual. El director que hoy parte con escándalo salvó al FMI de la irrevelevancia y le devolvió protagonismo.
Desde fines de los años 90, el Fondo era blanco de críticas y no sólo por parte de los globofóbicos. Hasta George W. Bush lo cuestionaba por esos días. Por diferentes razones, casi todo el arco ideológico -de los estatistas intervencionistas a los liberales a ultranza- dudaba ya de la pertinencia de un organismo, acusado de un lado por los planes de ajuste impuestos a varios países cuya crisis -se dijo- contribuyeron a agravar y no a resolver y, del otro, señalado por el monto de los fondos desperdiciados en programas inútiles.
A la gestión del socialista francés le deberá por lo tanto el Fondo el haberse salvado de la irrelevancia. Claro que no todo es voluntarismo, sino destino. El hombre supo aprovechar las oportunidades que le abrió a la institución la crisis financiera de 2008.
Está claro que una herramienta de rescate como es el Fondo, recupera importancia en situaciones de emergencia. En los meses previos al estallido de la burbuja hipotecaria, de la mano de la bonanza financiera y de la cancelación de deuda por parte de varios países emergentes, el FMI había perdido utilidad y por lo tanto recursos. Si hasta tuvo que aplicarse un ajuste a sí mismo para salvar pérdidas por 105 millones de dólares en el ejercicio 2006-2007. Se habló de despido de personal y de la venta de parte de su stock en oro.
Pero la extensión de la crisis estadounidense al mundo entero permitió la vuelta del FMI y, esta vez, para ir en auxilio de países impensados, ricos, como Grecia, Irlanda, Portugal. Algo inédito en la historia. En ese momento, Dominique Strauss Kahn (DSK) se hizo vocero, frente a los gobiernos de la Unión Europea, de la necesidad de ayudar a los socios en dificultades.
Su prédica dio frutos y, en la cumbre del G20 en Londres, en abril de 2009, la institución que dirigía fue investida con nuevos poderes de intervención a través de la triplicación de sus recursos. Y con la misión de administrar la crisis de 2008-2009. En cuatro años, los préstamos de emergencia concedidos anualmente por el Fondo pasaron de 9.800 millones de dólares a 70.400 en 2011.
¿Cambió también Strauss Kahn la naturaleza de las intervenciones del FMI? La pregunta es más que relevante considerando que se trata de un dirigente socialista, lo que representó otra ruptura con la tradición del organismo.
«Las políticas que el Fondo implementó bajo la dirección del socialista francés se apartaron muchas veces de la ortodoxia liberal que había generado tantos rechazos en América Latina», escribió Gerardo Lissardy, para BBC Mundo.
DSK pidió públicamente a los gobiernos europeos que tomasen medidas de estímulo a la economía. Fue una ruptura con años de liberalismo que el FMI preconizase incrementos de gasto y reducción de impuestos. Pero de las palabras a los hechos hay una distancia y el balance de sus logros está dividido.
Alain Faujas, redactor de Economía de Le Monde, dice: «(DSK) modificó profundamente el espíritu y la forma de los programas preservando las instituciones sociales y el poder adquisitivo de los más desfavorecidos, a diferencia de lo que se hacía antes. Así, se opuso a la severidad del Banco Central Europeo, hacia Grecia o Portugal que, sin él, hubieran sido conminados a sanear sus cuentas en dos años».
Otros relativizan los alcances de este cambio de enfoque. «En 2008, el FMI dio efectivamente pruebas de neo-keynesianismo preconizando una política de amortiguación social», dijo al mismo diario Eric Toussaint, que preside el Comité por la Anulación de la Deuda y es un gran crítico del organimso. «Pero eso no duró, agrega. Las políticas de rigor impuestas a Grecia, con durísimas reducciones salariales a los empleados públicos y ajuste del gasto estatal, no tienen nada que envidiar a las que se impusieron a los países emergentes en los años 2000».
En cambio, Federico Steinberg, experto del Real Instituto Elcano de Madrid, tiene una visión más positiva: «El FMI desde que estalló la crisis ha hecho muchas de las cosas que América Latina le pedía antes», dijo a BBC Mundo. En opinión de este experto, el socialista logró «defender políticas keynesianas de estímulo fiscal y no tanto de ortodoxia liberal y recorte de gasto». A modo de ejemplo, señaló que el FMI comenzó a admitir los controles de capital en países emergentes como Brasil para frenar ingresos masivos de dinero que causen burbujas internas, algo impensable un tiempo atrás.
Otra de las críticas dirigidas al organismo era por su déficit democrático, expresado en el desbalance entre el voto y el peso real de cada país. A seis de meses de haber asumido, Strauss Kahn hizo un primer rebalanceo -leve- de las cuotas de poder en el seno de la institución. De los 185 socios del FMI, 135 vieron aumentar sus derechos de voto. Pero en noviembre de 2010 tuvo lugar una reforma más amplia, y el peso de los países emergentes creció. China pasó a ser el tercer país en cantidad de votos, detrás de Japón y los Estados Unidos que, de todas maneras, conservaron su derecho de veto.
Quedó pendiente una reforma del sistema monetario internacional, tema frecuentemente evocado pero lejos de estar resuelto. Strauss Kahn llegó a proponer la inclusión del yuan en una canasta de divisas que establecería el valor de los Derechos Especiales de Giro, la moneda virtual que usa el Fondo.
Para algunos, DSK deja un FMI reformado, para otros, sólo se quedó en palabras. El interrogante, en todo caso, es si los cambios fueron los suficientemente profundos como para marcar una tendencia duradera, ahora que su inspirador no está.
Quizá lo más relevante, especialmente para América Latina, haya sido la negociación que emprendió con potencias emergentes como Brasil, entre otras, para que ganasen poder en la institución.
Fuente: infobae.com