Passarella cosechó críticas y ninguna adhesión en su guerra declarada contra Grondona. Los hinchas lo bancan, pero habrá que ver qué dicen las encuestas si River pierde. Aislado, el Kaiser juega con fuego.
En la misma soledad con la que rumió durante dos días su bronca, en la huerfandad con la que clavó su puño en la mesa para desafiar al Todopoderoso, así, casi despojado de más apoyos que los internos y sin cartas por jugar, quedó Daniel Passarella. En la euforia del desafío, en el clímax del pecho inflado por la osadía, lo acompaña un coro popular que le aplaudirá la patriada hasta que el domingo se redefina el conflicto: habrá que ver cómo dan estas encuestas que hoy lo aplauden si River pierde con San Lorenzo. Passarella se quedó con el tibio apoyo de sus infaltables compañeros de Comisión, que siempre le dan una opinión favorable con el hecho consumado. “Ahora vamos a tener que ponernos el casco y aguantar los trapos”, dijo un directivo del passarellismo. El presidente de River se manejó igual que en otras batallas: llevó el conflicto lo suficientemente lejos como para no poder volver atrás: es Grondona o él. Y no es necesario repasar qué fue de la vida de los que se animaron a una guerra con el Jefe.
Puertas adentro del Comité Ejecutivo, lo mejor que cosechó el Kaiser fue un silencio compasivo de varios que seguramente piensan como él, pero que a lo sumo le palmearán la espalda y lo acompañarán hasta la puerta. La decisión de Passarella de romper con Grondona suena atemporal y temeraria. El disenso es sano y necesario. Pero al Kaiser no lo movilizó el estado del fútbol argentino, ni los supuestos manejos turbios y discrecionales del poder. Quemó las naves por un árbitro que le hizo perder el superclásico, en el contexto, claro, de un River en el borde de la Promoción. Es que si hay que ir a la guerra contra Grondona es mejor estar preparado y tener un plan. Si no, suena como invadir las Malvinas, llenar la Plaza de Mayo y “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.
En tal caso, Passarella tendrá que explicar por qué hace 72 horas River adhirió a una solicitada que en respaldo del Jefe y en contra de una movida anti Grondona que firmaron casi todos los clubes del fútbol argentino. O por qué fue a pedir plata al banco de la calle Viamonte cada vez que había un muerto que levantar. Sin ir más lejos, el último viernes pidió la escupidera para pagar los sueldos, y aún antes de putearse con el Jefe por teléfono ya se llevó un pagaré vacío como respuesta ¿Tendrá cabal conciencia el Kaiser de qué puerta acaba de cerrar? ¿Tendrá acaso un matafuegos financiero que haga tan pocas preguntas a la hora de extender un cheque? Porque el dinero que imaginó en la campaña electoral, ese que llovería de a miles a través del marketing jamás apareció. Y el fideicomiso más anunciado duerme en burocracias estatales, con el Gobierno jugando en el equipo del Fútbol para Todos, la nueva joya en la pyme del Corralón de Sarandí.
¿Qué pasará en lo inmediato? Esa es una gran pregunta. Quizá, el puñetazo tenga un primer impacto positivo. Los árbitros estarán presionados por una pelea y será más difícil que ante la duda de una jugada piten en contra de un River que trae en la mochila unos cuantos fallos que reclamar. A largo plazo, la incógnita crece. Por lo que se ve, Passarella quedó más cerca de ganar una batalla para más tarde perder la guerra.
Fuente: Olé