Se aceleró la fuga de capitales mucho antes de lo previsto

Desde el arranque del año se sabía que el 2011 apuntaba a ser un año complejo en lo que respecta al movimiento de capitales. Como sucede cada vez que hay elecciones presidenciales, los inversores buscan cubrirse a través de la dolarización de sus tenencias. Pero se esperaba que esto sucediese más cerca de los comicios, es decir a partir de agosto o septiembre.
Sin embargo, las cifras oficiales marcan que en los primeros tres meses del año la formación neta de activos externos, la manera elegante que tiene el BCRA para hablar de la fuga de capitales, llegó a casi 3.700 millones de dólares. La cifra fue levemente inferior a la del mismo período del año pasado, cuando había estallado la denominada «crisis de las reservas». Sin embargo, hubo un salto más que significativo en relación a lo que se había observado en los tres trimestres anteriores, cuando la fuga osciló entre los u$s 2.500 y los u$s 3.000 millones.
Más preocupante aún es lo sucedido en abril, ya que se estima que la salida llegó a nada menos que u$s 1.700 millones.
En lo que va de mayo llegaron algunos datos tranquilizadores, ya que esta tendencia habría disminuido considerablemente. No es casual: el Banco Central no dudó en vender reservas para tranquilizar el tipo de cambio. El mensaje fue inequívoco: no se avalarán subas bruscas del dólar, pero mucho menos antes de las elecciones.
La proyección para todo el año marca que se superarán fácilmente los u$s 11.000 millones «fugados» del 2010. En los últimos cuatro años abandonaron el país casi u$s 50.000 millones. Se trata de dinero que salió del circuito productivo, ya sea a través de transferencias al exterior o que fue depositado en cajas de seguridad.
Sin embargo, a pesar de esa espectacular fuga, la economía estuvo lejos de sufrir una crisis como en décadas pasadas, más allá de la recesión del 2009. La razón fue el viento de cola que sopla a favor de los emergentes y que impacta de lleno también en la Argentina a través de un precio de la soja que se mantiene muy sostenido. El ingreso de los dólares comerciales compensa la salida de divisas y evitó que en los últimos años el país entre en crisis por falta de divisas.
Lo paradójico es que en los últimos años el que compró dólares no hizo negocio, aunque es probable que haya dormido más tranquilo. La divisa subió poco y no compensó ni por asomo el aumento de los precios en pesos. Indudablemente fue más negocio colocar un plazo fijo en moneda local aprovechando las tasas de interés que dejar los dólares en cajas de seguridad. El año pasado, por ejemplo, las tasas llegaron a 11%, pero el dólar subió menos de la mitad, 4,5%. Pero el temor y la búsqueda de refugio pueden más que el cálculo sobre el eventual beneficio de quedarse en pesos.
Existen claro, otros motivos vinculados a la marcha de la política y las señales que se envían de la Casa Rosada. No es casualidad que la aceleración en la fuga de capitales se haya producido con el avance de la Anses en el directorio de las empresas privadas. La utilización de un DNU para cambiar una ley aprobada recientemente y los temores a una mayor injerencia del Estado en la vida de las empresas alcanzó para desatar los temores, más aún cuando se aproxima la elección presidencial.
La respuesta del gobierno para que esta fuga no se sienta tanto fue ponerle más trabas a las importaciones y tratar de mantener el superávit comercial lo más abultado posible. Pero no se trata de una medida neutra: además de los problemas que le genera al país con los principales socios comerciales (China y ahora también Brasil), también genera más presiones inflacionarias sobre aquellos productos que tienen menos competencia internacional (calzado y textiles son los casos más claros).
Mientras tanto, se mantiene elevada la brecha entre el dólar formal, el que aparece en las casas de cambio, y el del mercado informal. Mientras que uno se mantiene en $ 4,11, el otro trepó a $ 4,30 y es difícil que baje de estos niveles. Y los contratos de dólar futuro que se transan en Wall Street muestran un incremento significativo: el precio ya está en $ 4,70 a un año. Los inversores extranjeros creen que la devaluación del peso se acelerará, especialmente después de las elecciones presidenciales de octubre.
Fuente: lanueva.com