Comencemos por decir que la tasa de crecimiento mide el avance o retroceso de un país durante un cierto período.
El modo más habitual de este tipo de medición es tomar el ingreso per cápita real (relación entre el Producto Bruto Interno de un país y su cantidad de habitantes) y compararlo con otros países.
Para llevar a cabo este tipo de estudios se utilizan modelos, como por ejemplo el Clásico, ideado por Swan y Solow, y el Keynesiano, creado por Harrod y Domar, los cuales permiten conocer el crecimiento a largo plazo.
El modelo Harrod-Domar o Tasa natural de crecimiento hace posible analizar los factores que influyen en la velocidad del crecimiento, es decir, la tasa de crecimiento del trabajo, la productividad de ese trabajo, la tasa de crecimiento del capital o tasa de ahorro e inversión y la productividad del capital.
Para el modelo Clásico el PBI crece a partir de incrementar el nivel tecnológico, mientras que para el Keynesiano se debe al aumento de la inversión destinada a reponer bienes de capital y mejorar el nivel tecnológico.
Hace bastante tiempo nos dicen que la Argentina viene creciendo a tasas chinas. Otro tanto repiten como loros muchas consultoras y entidades privadas, como si fuera tan difícil demostrar que es otra falacia más del modelo k. Lo paradójico del caso es que las mismas consultoras y entidades privadas que miden una inflación de más del doble de lo que dice el INDEC, afirman que venimos creciendo a tasas chinas. La incoherencia es interesante. Si la inflación real es más del doble que la oficial ¿cómo vamos a crecer a tasas chinas? ¿Entonces el PBI nominal supera al que emite el INDEC? Evidentemente acá hay algo que no cierra.
Uno de los indicadores más confiables de la expansión económica es lo recaudado en concepto de IVA (impuesto al consumo), pero como ya se ha dicho en otras oportunidades, el IVA por ejemplo, se viene calculando además sobre los precios inflados, y de ahí que otra de las falacias del gobierno sea hablar de superávit fiscal, pero esto por el momento lo dejamos de lado. Ante este escenario, nos quedaría medir el crecimiento en términos reales, esto es, en unidades.
Otro elemento para conocer la expansión económica es considerar el consumo de energía eléctrica. Según el organismo oficial, el consumo energético rondó el 10 % comparativo interanual, mientras que para la Fundación para el Desarrollo Eléctrico estuvo en el orden del 2 % aproximadamente.
Los bienes pueden clasificarse en bienes de capital, que sirven para producir nuevos bienes, y bienes para consumo, que permiten satisfacer las necesidades de los individuos.
Producir genera ingresos, que son gastados a su vez para adquirir nuevos bienes de consumo o invertir en capital. La inversión en bienes de capital es la que incrementa a futuro la producción y ésta se genera en la retracción del consumo de las familias.
Si la inversión supera el nivel requerido para sustituir el capital obsoleto o deteriorado hay crecimiento económico. Entonces, inversión y ahorro determinan el crecimiento.
Si países desarrollados tienen una tasa de crecimiento alto y los países en vías de desarrollo tienen una tasa de crecimiento baja, obviamente la brecha entre ricos y pobres será más grande. En cambio si países en desarrollo tienen una tasa de crecimiento superior a la de los desarrollados y la pueden mantener por un período prolongado, probablemente los primeros alcanzarían un ingreso per cápita similar a los segundos.
Pero la cosa no resulta tan sencilla en la práctica y mucho menos cuando se suma la macrovariable inflación, y en un país donde los indicadores oficiales son falsificados todos los meses a lo largo del tiempo.
Como es posible advertir fácilmente, existe una clara contradicción entre los fundamentos que validarían un crecimiento a tasas chinas y los indicadores que refleja la realidad.
Pero como si esto fuera poco, completando lo explicado en “CFK dice que hay “crecimiento económico” pero, ¿hay desarrollo económico”, cabría agregar que no es lo mismo el crecimiento sustentable a largo plazo, durante varias décadas, que la transición como es el caso actual de China, y la transición que tuvo lugar en nuestro país entre el 2001 y el 2002.
No es lo mismo conocer la tasa por la cual el crecimiento sería sustentable que conocer cuáles deberían ser las condiciones para que un proceso de crecimiento sea sustentable.
Conforme a estudios realizados por varios analistas en torno al crecimiento de diferentes países a largo plazo, los resultados que se han obtenido rondan el 3 % anual del PBI, es decir, el 2 % por habitante. Y el crecimiento a tasas chinas implica un crecimiento sostenido al 10 % anual.
De lo antedicho surge una inevitable conclusión y es que el discurso que pregona el oficialismo de que venimos creciendo a tasa chinas, termina resultando (verdad de Perogrullo), otro cuento chino.
Como tantas veces se ha dicho, la política económica seguida en este “modelo”, produce distorsiones que hacen imposible producir un crecimiento ligeramente superior al 2 % anual, y por supuesto, podría complicarse inclusive el mantenimiento de esa constante a lo largo del tiempo.
Fuente:periodicotribuna.com.ar/Nidia G. Osimani