El mellizo Barros Schelotto mantiene la ilusión de Gimnasia con su espíritu, picardía y optimismo. Su gol ante Arsenal levantó al equipo y le hizo rescatar un punto para el promedio.
El mellizo treintañero es jugar a un toque, meter algún desborde que otro, vivir desmarcado -a veces, olvidado tácticamente por sus compañeros-, trotar, hablar y hablar, desplegar sus brazos en protesta, recriminar fallos, autocuestionarse algún impreciso pase a la carrera, intuir dónde puede caer un centro llovido en el área (como en su gol reparador ante Arsenal, vivificante, aunque no sanador del todo para su equipo)…
Pero más que todo eso, Guilllermo es el líder espiritual de Gimnasia. Un pararayos que disuelve en parte la bronca y desaliento almacenado en el hincha por la sombra del descenso. Es una luz de esperanza. El ángel de la guarda.
Su equipo andaba perdido en todo sentido y su tanto del 1-1 le dio más vida. Además, ahondó la mejoría de los dos que se daba desde el minuto 45. No con juego ordenado, sino en pases divididos, vibración, fuerte carácter, espectacularidad en las áreas, tipo básquet por pasar rápido por el medio.
Gimnasia arrancó con cierto disimulo de Guillermo y Neira como puntas, porque retrocedían para animar la proyección de Castro y Aued, más la de los laterales. No se llegaba a fondo. En cambio, sí lo lograba Arsenal vía Adrián González, detrás de Aued y rupturista del fondo frente a Sapetti. En ese contexto, Arse tiraba centros rasantes, envenenados al segundo palo (entre ellos el del gol de Obolo). Los de Gimnasia, eran tipo lances.
Se reorganizó el Lobo tras el descanso y después con la lesión de Sapetti (justo fue en una que se mandó a fondo): un rombo en el medio con Rinaudo de influyente eje defensivo; Neira, de enlace; el Maestrico y Aued de externos; Graf, de punta, con Guillermo, de Guillermo; Rieloff de lateral derecho y Casco por la izquierda, quien mandó en todo su andarivel, pero sus centro fueron derrochados por Graf (aunque saltó en la previa del empate).
Fue puro fútbol coraje de los dos equipos, contagiantes cada propuesta de ataque. Los empujaba la necesidad de puntos. Al diablo con la armonía y el orden táctico. Arse se olvidó de su pizarrón. Obolo, más los ingresados Alustiza y Franzoia, se perdieron goles arrebatados por Monetti y uno por el palo. Y los que dilapidó Graf.
Arsenal rebotó en el arquero, gran figura del partido. Y Gimnasia tuvo a su ángel de la guarda.
Fuente: Olé