Plata quemada

Desde su último título, hace poco más de dos años, Boca gastó 150 millones de pesos en refuerzos y técnicos que fracasaron. Razones de una crisis que no para.

Quién lo hubiera imaginado, ¿no? El campeón de la última década perdió el rumbo. No encuentra su pasado, pero menos su futuro. Sufre el presente. Vaya si lo sufre. Desde hace dos años que en Boca no se habla de campeonato. Aunque hay algo peor: ya mira la tabla del descenso. No la de hoy, claro. Sí la de mañana. Descenso, hasta hace poco tiempo, era un mal que afectaba a River, un motivo de goce en La Boca. Efecto boomerang, el actual equipo de JJ no sólo le sacó 14 puntos en la temporada, sino que desde junio arrancará por arriba en la historia de los benditos promedios.

Las culpas son repartidas. Boca no ahorró dinero en jugadores para estar como está. Al contrario: gastó mucho, muchísimo. Tampoco le puso un candado a la caja a la hora de contratar técnicos campeones. Hasta trajo a Bianchi, el entrenador más exitoso de todos los tiempos, como manager. Plata quemada. Todos, en su medida, fallaron. Los refuerzos no estuvieron a la altura del club, de su exigencia, de su presión. En muchos casos hay que dar por cierta la frase de Borghi, aquello de que los nuevos sintieron “pánico escénico”. A él mismo le pasó: a la tercera fecha se quería ir. Los pibes no fueron confiables. Y los históricos, por una cuestión biológica y a la vez futbolística, cayeron por el mismo tobogán.

Los técnicos, desde los extrapartidarios probados en otros clubes, hasta los interinos de raíz boquense, no le encontraron la vuelta. Al equipo, al esquema y en algunos casos a las internas. En general, a la tabla: Boca siempre miró desde lejos los primeros puestos. Y los dirigentes… Ellos también son responsables. Fueron al volante de cada DT sin tener un proyecto futbolístico, un modelo propio. Y como si fuera poco, se dividieron. Entre ellos. Y al club. A poco de las elecciones, ganó la política. Renuncias (y no renuncias), vueltas a viejos cargos y salidas intempestivas, dejaron cada vez más sólo a un presidente débil de poder popular. Así está Boca. Lleno de dudas. Y de culpas. Quién lo hubiera imaginado, ¿no?

JUGADORES / El Mundo Boca se los devora

Después de haber sido uno de los autores intelectuales (junto con Lucas Viatri) del último título de Boca, Riquelme tuvo que lidiar con una osteocondritis, una de las lesiones más temidas por los jugadores, y por eso perdió continuidad e influencia. A Sebastián Battaglia le ocurrió y le ocurre algo similar. Martín Palermo siguió batiendo récords personales, fue moldeando su bronce, pero sin poder sumar en el éxito colectivo. Ellos, los tres históricos que hoy quedan en el plantel y que de alguna u otra manera sufrieron el paso del tiempo, fueron testigos de algo que explica parte de la crisis histórica de Boca: los fracasos individuales de los jugadores que se sumaron al club. Ninguno de los que llegaron desde principios del 2009 pudo volver a ser el mismo que en su anterior equipo. El caso más contundente, por la cercanía y por las implicancias, es el de las últimas incorporaciones. Matías Caruzzo, capitán del Argentinos campeón, todavía se está adaptando. Christian Cellay, clave en la Libertadores ganada por Estudiantes en el 09, no rinde como central ni como lateral. Lucchetti, arquero campeón del Banfield de Falcioni, poco ha hecho para que en junio hagan uso de la opción de compra por su pase. Hasta Clemente Rodríguez, alguien que supo de las mieles de ayer, parece estar sintiendo el rigor de estos tiempos de malaria futbolera.

Entre los que llegaron y no soportaron la presión; entre los que estaban y sufrieron vaivenes; hay un denominador común: ninguno pudo adaptarse a las características de los entrenadores. Si bien los hubo variados, los futbolistas no pudieron garantizarles a sus técnicos una mínima prestación más allá de los dibujos tácticos. La interna del vestuario, con Palermo de un lado y Riquelme del otro, abrió sus cortinas cuando el 10 asistió al Loco para que rompiera su récord contra Arsenal. El no saludo de Román y el fastidio exagerado y público del 9 minaron aquel momento del equipo que dirigía Pompei tras la salida de Alves. Hoy, ni siquiera la adulta convivencia de los líderes ayuda a que el rendimiento individual sea más decoroso…

TECNICOS / Fallaron todos los estilos

«El técnico sabe que tiene nuestro apoyo”.

Esta frase la pronunció Jorge Ameal ayer a la tarde, en Fox Sports Radio Del Plata. Pero la sentencia del presidente de Boca podría haberse escrito cualquier día de los últimos dos años y no quedar desactualizada.

Los técnicos, habitualmente el primer fusible que salta, pasaron con pena y sin nada de gloria. Los hubo tradicionales, recios, distendidos, novatos, expertos… Ischia, luego de consagrarse en el Apertura 08, fue el primer eslabón de la cadena: perdió poder, sintió la sombra del Bianchi manager y lo echaron luego de un torneo mediocre y una eliminación en octavos de final de Copa.

La llegada de Basile, revitalizadora desde la alegría inicial y el armado de un plantel de jerarquía, se desmoronó tras un torneo insípido. Coco nuncó consiguió armar su famoso equipo de memoria, insistió por jugadores basándose en el pasado (caso Ibarra) y no logró terminar de articular la relación con Bianchi. En el verano 2010, luego de la puja con la CD por los refuerzos, se autoeyectó del banco.

El Chueco Alves caminó torcido. Se equivocó en el manejo del grupo, con fuertes declaraciones que cayeron mal puertas adentro, y cometió un sacrilegio para un DT de Boca: sacó a Palermo y quiso borrar a Riquelme antes del Súper.

Con la contratación de Borghi, Ameal se había asegurado al último entrenador campeón. Pero Bichi no terminó de adaptarse al famoso Mundo Boca. Las presiones externas lo desbordaron. Fue inflexible con el esquema (salvo en su despedida). Tiene un atenuante: por lesión, sólo pudo gozar de Riquelme durante 135 minutos.

Falcioni, opuesto en estilo y personalidad a Borghi, arrancó inflado en el verano al moldear un equipo a su gusto pero se pinchó en el campeonato. Rompió su esquema, intentó con variantes nominales y posicionales por doquier, pero no levanta. Acarrea una enorme deuda futbolística, expone demasiadas grietas defensivas y una notoria anemia ofensiva: Boca sólo convirtió cinco goles y es el segundo peor registro, luego de All Boys.

DIRIGENTES / Un ciclo sin rumbo

Jorge Ameal nunca se creyó el cargo de presidente. O nunca terminó de asumirlo. Llegó al poder inesperadamente tras la muerte de Pedro Pompilio e inmediatamente empezó a tejer alianzas y a buscar paraguas que lo protegieran de los aguaceros que se le arman a Boca con apenas una nube pinchada. Pero siempre quedó la sensación de que él mismo no se sentía legitimado. Y hoy el club está atomizado políticamente en mil fracciones desde las que muchos buscarán saltar a la presidencia en diciembre. Varios, por disidencia o por ambiciones políticas, ya se bajaron del barco. A otros los subieron en el último puerto (Beraldi, Crespi) para ganar artificialmente el oxígeno que no hay. Y no hay horizonte claro.

¿Cuáles son las responsabilidades dirigenciales en este ciclo perdedor? Muchas. A Ameal no le funcionó el truco de meter a Carlos Bianchi en el club porque nunca logró convencerlo, ni siquiera con la renuncia de Basile, de que dejara su aséptico cargo de manager para embarrarse otra vez en el campo. La llegada del Virrey no sólo no fue productiva sino que su sombra veló el ciclo exitoso de Ischia y no contuvo a un Basile que llegó como paraguas del paraguas y con el que las diferencias eran mayúsculas. Después de devorarse a dos de los hombres más ganadores de su historia, el desgobierno fue total. No alcanzó con renovarles a algunos históricos con más pasado que presente y futuro. Nunca hubo consenso con los técnicos siguientes: se apeló a interinatos más o menos formales (Alves, Pompei) y la apuesta, ante la falta de resultados, fue contratar campeones de otros colores (jugadores y técnicos) como si eso en Boca fuera garantía.

El estilo Boca de la última década, entonces, pasó a ser una foto borrosa. Y se licuó con pasmosa naturalidad el 4-3-1-2 para darle cabida a la ajena línea de tres de Borghi o al 4-4-2 de Falcioni. Se compraron jugadores para esos sistemas (un líbero como Caruzzo, un doble 5 como Erviti) sin evaluar si encajaban con el resto de la estructura. Y se dejaron de comprar otros como Desábato (no lo quiso Coco) para terminar trayendo de urgencia a Luiz Alberto. ¿Se acuerdan de Luiz Alberto?

LA TESORERIA FACTURO = $90.000.000

En estos dos años sin títulos, Boca también vendió. Según los balances 2008-09 y 2009-10, ingresaron 22,5 millones de dólares. Entre otros, el club transfirió a Dátalo, Palacio, Forlin, Roncaglia. Además, en el próximo balance se contabilizará el dinero por Nicolás Gaitán, Ezequiel Muñoz y Mauro Boselli. Queda claro que todo ese dinero no fue bien invertido…

Fuente: Olé