El Negro Palma entró bastante después que los jugadores. Después que el resto del cuerpo técnico. Caminó pacientemente hacia el banco de suplentes mientras los futbolistas posaban con los héroes de Malvinas. Se volvió unos metros para saludar a la terna arbitral y después sí se encaminó hacia el lugar con el que soñó desde el mismo momento en el que se retiró, hace poco menos de 13 años. Y entonces la ovación se apropió del Gigante. Omar levantó los brazos y se tocó varias veces el corazón, justo en el mismo lugar en el que el azul y el amarillo del escudo rompían la hegemonía blanca de la chomba canalla.
El paraguas protector que eligieron los dirigentes ya estaba en su lugar. El hombre que eligieron los hinchas entraba oficialmente en funciones.
El Negro, fiel a su temperamento inclaudicable de los tiempos de futbolista excelso, se cargó sobre sus hombros toda la presión habida y por haber. Su nombramiento descomprimió en parte el clima tormentoso que se profundizó tras la derrota en Comodoro Rivadavia y reposicionó a la comisión directiva. ¿Y los jugadores? Se salvaron solos gracias a una corajeada del pibe Delgado antes del minuto del segundo tiempo.
Pleno para el entrenador que lo hizo debutar.
Villavicencio terminó de acomodarle el partido con una brutalidad desde atrás a Biglieri. Carrizo espantó a los pocos fantasmas que quedaban con un golazo a los 20 minutos. Lucho hizo el suyo sobre el final y Palma lo sacó para que lo aplaudan después que lo insultaran durante todo el partido.
Central ganó, goleó y hasta por momentos gustó. Pero el equipo entró a la cancha con dos mensajes en blanco y negro crudamente expuestos en el alambrado local: “Venimos por la camiseta no por ustedes”. “Mucho sueldo poco huevo”. Así los recibieron.
Creer sólo en una postura genuina es tan inocente como suponer que una comisión directiva va a decidir inmolarse antes que sacrificar el patrimonio del club.
El equipo sigue enfermo a pesar del bálsamo del resultado, pero hasta aquí nadie asumió la decisión de curarlo. Los paliativos sólo extienden y profundizan el mal. La jugada de contratar a Palma, de merecimientos irrefutables, terminó por poner a los jugadores contra la pared. Era uno de los riesgos, el principal.
Los futbolistas, ellos solos, se bancaron el oprobio y ayer salieron adelante. Obviamente el DT tiene su parte. Los cambios, la apuesta por Delgado, el sostén anímico… Eso pasó ayer y debe generar repeticiones hasta el final del torneo.
Debe quedar claro para que no haya confusiones. Si el plantel de Central alcanza alguno de los objetivos será por mérito propio y en cierta manera del técnico.
Porque si ellos, muchas veces tratados como delincuentes, fueron los responsables del escarnio al que fue sometido Central en los últimos tiempos, también deberán ser los dueños de cada mejoría que se vaya cimentando con los resultados.
La contratación de Palma fue más política que deportiva aunque el resultado de ayer intente demostrar todo lo contrario. Que el triunfo le sirva para comenzar la refundación que debe asumir la institución toda. No sólo los jugadores.
El antes y después de la victoria
El fútbol ofrece sensaciones tan diferentes como contradictorias, propias de la esencia de un deporte imprevisible, donde Central no es la excepción. Tal vez por eso ayer la apertura de la jornada fue muy diferente al cierre y la conclusión se resume con la actitud indiferente con la que el público escuchó la formación inicial de la voz del estadio y con el cerrado aplauso con el que despidió al plantel cuando todos en fila se encaminaban hacia el vestuario. Un resultado todo lo puede.
Fuente: La Capital