Impotencia y dolor por el joven asesinado en Buzios

En Buzios, una ciudad costera del estado de Río de Janeiro, a más de 3.000 kilómetros del lugar donde nació y pasó toda su vida, un barrio entero lo despidió llorando. Sólo pasó allí unos meses. Pero hubo gente que acompañó el cuerpo hasta el aeropuerto, y, entre ellos, varios chiquitos que se habían encariñado con ese turista platense, que desbordaba alegría.

Ayer, todo ese dolor inmenso se reprodujo y multiplicó en nuestra ciudad, cuando familiares y amigos le dieron el último adiós a Marcelo Alejandro Fernández Vilar (24), el joven que fue asesinado en Brasil frente a su novia.

La tristeza y la bronca lo teñían todo por igual, ayer, en la casa de sepelios «Betty», sobre la calle 46 entre 12 y 13, cuando desde las nueve de la mañana empezaron a llegar sus allegados más íntimos, que colmaron el recinto durante todo el sepelio.

Infinita tristeza ante la fatal ausencia de una persona que dejó una marca indeleble en quienes lo conocieron. «Era un ángel. Dios lo necesitaba arriba, porque era distinto, porque era bueno, porque tenía un corazón de oro», dijo Oscar, su hermano, sin poder contener las lágrimas.

Infinita bronca ante esa muerte demasiado temprana. Ante ese crimen inexplicable, de dos balazos, a manos de «ese engendro» -como lo llamaron-, con quien Marcelo, en su excesiva confianza, había llegado a tejer una relación amistosa.

Fue numerosa la presencia de jóvenes y allegados a la familia que querían despedir los restos. Hubo incluso, filas para poder ingresar a la sala. A tal punto, que generó el asombro de numerosos automovilistas que pasaban por el lugar y preguntaban qué ocurría.

Constantemente contenida por sus amigas y muy conmovida, Fiorella Di Pietro (21), la novia del joven asesinado, permaneció durante toda la ceremonia en el lugar. Como un símbolo del amor que los unía, la chica tenía puesto el collar que Marcelo Alejandro, quien murió en sus brazos, usaba habitualmente.

También muy conmocionados, Carmen Susana Vilar Raña, la mamá de la víctima y Jorge Omar Fernández, el papá, estuvieron todo el tiempo junto al féretro y sólo abandonaron la sala cuando se dispuso el traslado al coche fúnebre.

Hacia las 14.30, y en medio de una larga caravana, el féretro fue trasladado a un cementerio privado de Berazategui, donde se realizó el entierro.

Oscar, el hermano que se ocupó de realizar los trámites para repatriar el cuerpo, habló en nombre de la familia y dejó en claro que su lucha recién comienza. «Lo único que tenía era corazón y esto le pasó por creer en la gente. Por vivir distinto, por vivir sin hipocresía, sin materialismo. Yo lo único que quiero es que si me lo llevó, me de las fuerzas para poder seguir, para hacer Justicia. Lo mataron como un perro. Nadie se merece morir así».

Fuente: El Día